Reseña de Her Heart Beats in Its Cage, de Xiaoyu Qin

Cada año, en la Sección Oficial de San Sebastián aparece una cuota de cine chino. Aunque alguna se alzó con la Concha de Oro, la mayoría apenas deja huella. Her Heart Beats in Its Cage, la de este año, por lo menos no trataba sobre la Revolución Cultural. La película es la ópera prima de ficción de Xiaoyu Qin, hasta ahora documentalista, pero no se aleja mucho de ese formato porque se apoya en una historia real y en un recurso que inevitablemente remite a Close-Up de Kiarostami: la protagonista, Zhao Xiaohong, se interpreta a sí misma tras haber pasado diez años en prisión por matar a su marido. Ahí está lo más llamativo de la pelit: no tanto lo que se cuenta como el hecho de que quien lo interpreta lo vivió realmente. Cuando ella llora, sabemos que esas lágrimas son de verdad. Si no lo supiéramos, la película sería poco más que un drama rutinario.

La historia sigue a Hong en su salida de la cárcel, al intento de recuperar el vínculo con su hijo Lele, criado por la abuela paterna. La suegra mantiene una relación relativamente cordial, dadas las circunstancias, pero Lele permanece distante. Qin retrata esa convivencia forzada, los intentos de Hong por encontrar un trabajo, la irrupción de las redes sociales como nueva vía de ingresos —diez años encerrada son una eternidad en el mundo digital— y el traslado a la gran ciudad, Xi’an, como una apuesta por empezar de cero. La cárcel ya no tiene barrotes, pero la culpa y el estigma social pesan igual. El problema es que el director se limita a encadenar episodios de manera lineal, sin una intención clara en el guion ni en la puesta en escena. La contención narrativa podría ser una virtud, pero aquí se convierte en simple pasividad. No hay riesgo, no hay hallazgos formales, solo una sucesión de escenas que parecen rodadas sin ganas. El único destello aparece en la conciencia de que lo real se cuela en la ficción, aunque ni siquiera eso logra transformar el relato en algo más potente. Las interpretaciones, correctas en el mejor de los casos, encuentran su punto más débil en la abuela, que nunca pasa de lo amateur.

Qin evita el melodrama, cierto, pero también evita cualquier trazo de cine recordable. Queda la sensación de que lo más interesante no está en la pantalla, sino en el pie de página: la protagonista de la ficción es la protagonista del hecho real. Sin esa información, lo que queda es prácticamente la nada.