Decía Hitchcock que no había que trabajar ni con niños ni con animales pero parece que el director húngaro, György Pálfi, no le tiene miedo a lo segundo. En Hukkle, que ya estuvo en el Festival de San Sebastián, ya vimos que se manejaba bien, pero es que ahora, en Kota, que se presenta en la sección Zabaltegi, la heroína es una gallina. Evidentemente lo que más sorprende es la dificultad de conseguir que el animal realice las acciones necesarias, no sé si porque han sido capaces de amaestrarla hasta cierto punto o porque hayan usado efectos especiales. Posiblemente una combinación de ambas unida a decisiones de planificación cuidadosamente seleccionadas.
¿Y qué puede aportarnos la historia de una gallina? En primer lugar, sus peripecias son suficientemente universales como para trascender la especie. Busca sobrevivir, la libertad y principalmente, poder desarrollar la maternidad. En algunas cosas, las gallinas y los primates no somos tan distintos. Por otra parte, se aprovecha el contexto por el que se mueve la gallina para mostrar diferentes problemáticas sociales. En este sentido recuerda un poco a Eo de Jerzy Skolimowski, que era algo parecido pero con un burro.
Al inicio vemos las condiciones lamentables de algunas granjas de huevos y pollos, hacinados y explotados. Conviene recordar que mientras no se prohíban estas prácticas, al menos como consumidores podemos elegir la procedencia de los huevos. Después, vemos otra situación de hacinamiento similar pero con humanos: las mafias que transportan inmigrantes. No es difícil hacer una relación de ideas y concluir que no solo tratamos como animales a nuestros semejantes, sino que a ambos los tratamos como a mercancía. Una película aparentemente ingenua y divertida, a veces romántica, que además incluye la tragedia de las muertes de inmigrantes y trata sobre la maternidad. ¡No está mal!