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Nuremberg no es una película, es un artefacto explosivo. La segunda película como director de James Vanderbilt, presentada en sección oficial del Festival de San Sebastián, quiere ser una llamada de atención ante el ascenso del fascismo al poder, es decir, de Donald Trump, y el peligro de dónde se puede acabar si tenemos en cuenta la historia. De la misma manera que su primera película, La verdad, era una crítica al poder político y mediático de la derecha en la etapa de George W. Bush. Aquí cuenta los juicios de Nuremberg, en una especie de Vencedores y vencidos para dummies, y se centra en concreto en la relación entre el número dos de Hitler, Hermann Göring; y el psiquiatra Douglas Kelley, personaje real, a partir de la novela de Jack El-Hai. En definitiva, hace saltar la ley de Godwin, es decir, compara la situación actual con el holocausto. En realidad no lo hace explícitamente pero le falta poco, y por si algún espectador aún no ha entendido todas las “indirectas” hay un epílogo final en la radio que resuelve la cuestión. Puro activismo político con la urgencia de intentar aportar su granito de arena contra la oleada autoritaria que sacude USA. Pero Vanderbilt no tiene un pelo de tonto y sabe que para que llegue su mensaje a todos no solo tiene que ser fácil de entender, tiene que gustar.

Antes que director, Vanderbilt es guionista, pero sobre todo, productor, y ha usado todo su saber en ambas disciplinas, no para hacer la película que vayan a amar los cinéfilos sino para construir la maquinaria de guerra perfecta, jugando con todas las fórmulas de éxito para que su mensaje antifascista llegue a cualquier pantalla de la América profunda. Estamos hablando del guionista de Zodiac, no es un cualquiera, pero ahora no le interesa ese tipo de exquisitez. También es el guionista de las nuevas películas de Scream (después de la muerte de Wes Craven) y ya sabemos que la clave de esta saga de metaterror es el conocimiento preciso de todos los trucos del género.

¿Está buscando Vanderbilt hacer una buena película? Probablemente no. ¿Puede conseguir nominaciones al Oscar? Es posible y le sería útil a su artefacto, aunque tampoco es esencial. La película debe ser divertida, amena, ritmosa, carismática, puro Hollywood. Algo entre La vida es bella y Algunos hombres buenos. Está llena de pequeñas bromitas. Con un poco de azúcar esa píldora que os dan pasará mejor. Uno de los objetivos es que el espectador vea las brutales imágenes reales de los campos de concentración, algo que probablemente el americano medio en los años 40 tenía muy presente, pero que ahora queda demasiado lejos. Y para colar eso primero hay que hacer un chistecito sobre el Papa aquí, un comentario gracioso sobre loqueros allá. Pero las escalofriantes imágenes documentales al final te las comes con patatas. La película no es ingenua y obvia por error, no es burda porque Vanderbilt no haya sabido hacerla de otra manera, es exactamente lo que quiere ser.

¿¡Ordenó usted el código rojo!?

Mientras te distraes con las bromas, las peliculosas aventuras en la biblioteca a las dos de la mañana y los juegos psicológicos en la celda a lo El silencio de los corderos; te van colando las analogías más o menos obvias con nuestro tiempo. Que el partido nazi llegó al poder elegido por el pueblo y después fue anulando la oposición y los mecanismos democráticos. Que Hitler se apoyó en el sentimiento de derrota de los alemanes tras la primera guerra mundial y usó la idea de recuperar un tiempo de mayor esplendor. Poco le falta para decir casi literalmente “Make Germany Great Again”. Que se buscó un enemigo del pueblo, en clara alusión a lo que ocurre ahora con los inmigrantes. Que se instauró un cuerpo policial que fue tomando cada vez más poder (la Gestapo la creó el propio Göring), espejo obvio de la actual ICE creada por Bush y reforzada por Trump. Y por supuesto, todos los crímenes espeluznantes que se cometieron en los campos, como alerta de lo que podría llegar si no lo paramos a tiempo. Recordemos que a día de hoy se está enviando a inmigrantes a El Salvador, con pocas garantías legales. Y si llegas al final de la película y no has pillado de qué va, el protagonista grita en la radio que “en América también puede suceder”.

Empezaba este Zinemaldia con Orwell 2+2=5 y la mayor pega que le ponía es que todos los que vamos a ver ese documental ya teníamos esa opinión. En realidad, venía a decir las mismas cosas que esta película, ambas son un puente entre los años 40 y la actualidad. Pero el documental de Raoul Peck pretende ser intelectual y elegante. Vanderbilt no. Quiere llegar a todos. Quiere ser una película de Nolan, salvando las distancias, y para ello toma varias cosas de él sin rubor. Desde algunos momentos musicales que podrían estar en El caballero oscuro, hasta un juego de giros y desafíos que, como en Oppenheimer, hipervitaminan los hechos reales.Pero sobre todo, toma ideas prestadas de El truco final, con esa continua referencia al ilusionismo y ese preso convencido de que si estás atento verás finalmente el prestigio. Abracadabra. Con la idea de la importancia del envoltorio para transmitir un mensaje, presente tanto en aquella película como de gran parte de la filmografía de Nolan, especialmente Inception en la que precisamente el título se refiere a eso, a grabar una idea en el espectador mientras le mantienes entretenido. Así lo explica el protagonista: se trata de distraer haciendo creer que la moneda está en la otra mano. Entretener con el puro espectáculo de Hollywood mientras se ofrece propaganda antifascista. Es como el clásico corto Don’t Be a Sucker que produjo el gobierno americano en 1943 pero adaptado al ritmo de la era digital. Aquí un extracto significativo:

¿Un australiano para hacer de Hermann Göring? Por supuesto que sí. No se quiere al mejor actor alemán que vaya a bordar el papel, se quiere una cara conocida por el gran público, carismática. Desde el momento en que ves a Russell Crowe salir del coche sabes que vas a disfrutar de un show sin complejos. Que venimos del Russell exorcista del Vaticano, poca broma. Y sobre todo, entre él y Rami Malek tenemos dos “del ganador de un Oscar…” para el trailer. Esto es así porque se ha querido expresamente que lo sea. Una máquina perfectamente engrasada. Y ojo, quizá se está percibiendo cinismo en mis palabras, y puede que haya trazas, pero me ha parecido maravilloso el Göring de Russell Crowe. De la misma manera que he disfrutado con todas y cada una de las concesiones al mainstream que tiene la película, porque las he entendido como una decisión consciente y acertada del director. Me he sentido cómplice de esta acción. Además, se nota que Vanderbilt entiende los mecanismos y sabe cuando tiene que apretar el ritmo, cuando tiene que sacrificar la verosimilitud, cuando incluir una elipsis. Hay mucho oficio detrás de esta aspiración poco virtuosa.

Del ganador de un Oscar, Rami Malek…

Uno de los dilemas de la historia es que se haga trampas -se usa esa misma palabra- para que el juez americano tenga información de Göring a través del psiquiatra. ¿Por qué molestarse en hacer trampas? ¿Por qué no fusilarlos y ya está? Se pregunta el doctor. La respuesta que se le da es que el objetivo de ese proceso no es hacer justicia sino anular un posible resurgimiento del movimiento nazi. Se trata de aplastar el fascismo, no de ajusticiar a los culpables. Y esto es exactamente lo que hace la película, en un ejercicio puramente meta. La propia película hace trampas, no pretende ser una obra de arte, pretende golpear con todas las fuerzas que pueda conseguir al autoritarismo creciente en USA. Es tan falsa como lo fueron los juicios de Nuremberg y pretende ser igual de utilitaria. Esta película no solo es exactamente lo que quiere ser. Es lo mismo que está contando.

La ultraderecha ha entendido a la perfección la guerra cultural pop. Lo contaba también El mago del Kremlin, sobre cómo Putin se ha aprovechado de lo kitsch y ha querido encarnar la subversión de una manera burda. Obviamente Trump le ha copiado todo. Mientras, la izquierda se dedica a hacer exquisitos manifiestos intelectuales y a tener razón. Que sí, que está muy bien, pero a veces también tenemos que jugar con todas las armas a nuestra disposición y llegar hasta cualquier rincón para gritar que el fascismo es la peor amenaza que estamos viviendo. Y aunque se use el mismo armamento pop hay una diferencia notable con lo que hacen ellos: esto no es mentira. A por ellos, Vanderbilt.

Nuremberg

Media Flipesci:
6.5
Título original:
Director:
James Vanderbilt
Actores:
Russell Crowe, Rami Malek, Leo Woodall, John Slattery, Mark O'Brien
Fecha de estreno:
14/11/2025