Ricardo FernándezReseña de la película Sully
Sully es la trigésimo sexta película como director de Clint Eastwood, que se dice rápido. Todo un profesional del cine hecho a si mismo. Desde sus comienzos como actor, encasillado en papeles de tipo duro, hasta un indiscutible reconocimiento como uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos. Alguien que ha hecho las cosas a su manera y ha triunfado.
No sería de extrañar que el bueno de Clint se viese reflejado en el protagonista de su última película, el piloto Chesley «Sully» Sullenberger, famoso por haber amerizado su Airbus A320 con su 155 pasajeros y la tripulación a salvo, en las frías aguas del río Hudson en Nueva York. Evidentemente Eastwood no ha hecho nunca una heroicidad así, pero Sully no se consideraba más que un hombre haciendo su trabajo, un inconformista que se dejó guiar por su instinto, por sus tripas, para lograr el éxito. Un hombre cuyo carácter lo define la forma en que lleva a cabo su trabajo.
El hombre frente a la burocracia
Con un guión que gira en torno a un incidente central examinado desde varias perspectivas y sin apenas ramificaciones, Eastwood ahonda en la idea de un hombre cuyos valores son puestos a prueba. El individuo contra el sistema, el factor humano frente a la tecnología, el día a día de un hombre corriente más allá de la espectacularidad de las televisiones. Como en El francotirador, el protagonista es un hombre corriente dotado de un talento extraordinario que cumple con su trabajo porque es su deber. Una idea, la del hombre hecho a si mismo, la de la burocracia y el sistema como el villano que no permite a la gente hacer lo que saben y deben hacer, muy entroncada en el discurso de Eastwood a lo largo de su vida. Un discurso muy de actualidad hoy en día en los Estados Unidos.
Sin alargar las secuencias y eliminando casi totalmente las subtramas –Sully es la película más corta todas las que ha dirigido- el veterano director consigue mantener el pulso narrativo manteniendo el interés durante todo el metraje. Algo meritorio si tenemos en cuenta que el accidente se recrea dos veces durante la película y que sabemos el resultado final. Clint Eastwood es un gran contador de historias y, aunque últimamente parecía haber perdido el tino, lo ha vuelto a demostrar.
Tom Hanks rodeado de maniquíes
No es fácil encontrar un actor mejor que Tom Hanks para encarnar este personaje, algo que ya dijimos en Capitán Phillips o en El puente de los espías, otros dos papeles de personas corrientes en situaciones extraordinarias. Tom Hanks es un actor efectivo, con capacidad para transmitir desde la economía gestual y los silencios, un actor clásico y sobrio al que esta película, con ese mismo corte, le sienta como anillo al dedo.
A su alrededor el resto del reparto están casi reducidos a figurantes que sólo sirven para darle la réplica a Sully. Sólo Aaron Eckhart, interpretando al copiloto, tiene un personaje con un mínimo de registro. Los miembros de la comisión, los malos de la película, están reducidos al estereotipo. Es una pena desaprovechar a Laura Linney que interpreta a la esposa de Sully sin llegar a compartir ni un sólo plano con Tom Hanks, siendo todas sus conversaciones vía telefónica. Esto refuerza la idea de soledad, pero le priva a la película de una calidez sentimental que le hubiese venido bien.
