Nuevas inquietudes

Habíamos dejado a Spielberg en 1993, en el momento más exitoso de su carrera, estrenando en el mismo año Jurassic Park, la película más taquillera de todos los tiempos (con la trampa que siempre supone la inflación) y La lista de Schindler, ganadora del Oscar, éxito de taquilla y de crítica. Su siguiente película tardó en llegar cuatro años y no estuvo a la altura de lo esperado, fue El mundo perdido: Jurassic Park (1997).

Visualmente la mayor novedad que trae la película es la aportación de Janusz Kaminski, quien repite tras La lista de Schindler y, como ya hemos mencionado, será el director de fotografía de todas sus películas desde ese momento. Es una fotografía más oscura, más contrastada y que juega más con las sombras que en la primera entrega de Jurassic Park y que en la filmografía de Spielberg hasta ese momento. Por lo demás vuelve a su estilo visual más reconocible: Tomas aéreas, planos desde ángulos bajos, amplios movimientos de grúa, lens flares, caras de asombro, composiciones elaboradas, suspense Hitchckniano… un día más en la oficina para Spielberg. Incluso tiene una trama padre/hija distanciados.

Me aburro

El problema es que es un guion terrible, lleno de agujeros y de secuencias sonrojantes. Aunque incluso alguna de esas, como la de una niña derribando a un dinosaurio con una patada acrobática, vienen precedidas de grandes momentos de tensión porque, a fin de cuentas es Spielberg y tiene un talento innato para eso. Del mismo modo que John Williams sabe adaptarse al tono más oscuro de la entrega. No supone ningún reto y tampoco supone ningún divertimento para ellos y eso se nota. A pesar de haber sido el propio Spielberg quien le insiste a Michael Crichton para que escriba una secuela, más adelante recnocería que durante el rodaje se fue desilusionando cada vez más con El mundo perdido porque echaba de menos la riqueza de la historia y de los personajes que había tenido en La lista de Schindler. Básicamente se aburrió.

Una visión más política

A estas alturas de repaso a la carrera de Spielberg ha quedado claro que es uno de los más hábiles narradores de la historia del cine, que a pesar del éxito nunca se acomodó en su estilo y que en sus películas resonaban los ecos de su infancia y su vida personal. Así que vamos a tratar de no repetirnos y centrarnos en cómo su cine evolucionó hacia un enfoque más político y social, más consciente del poder de las instituciones. 

Spielberg creció en plena rebelión juvenil de los 60 y empezó a hacer cine cuando llegó el agotamiento político de los 70, una época en la que había cierta sensación de que efectivamente el mundo había cambiado y lo que tocaba era divertirse y a sacar tajada (el espíritu que años más tarde reflejaría Paul Thomas Anderson, un director influenciado por Spielberg, en su maravillosa Licorice Pizza). Su éxito, como cineasta y productor llegó al final de esa época y durante el comienzo de la reacción conservadora provocada por el descontento de los sueños rotos en los 80. Es decir, la época de Reagan y sus políticas de reducción del estado (o la de Margaret Thatcher en Europa). Voluntaria o involuntariamente el cine de Spielberg era fiel reflejo de la época conservadora en la que vivía: En Tiburón un hombre se enfrenta a los políticos locales que solo suponen una molestia. En Encuentros en la tercera fase el gobierno no duda en ocultar la verdad y mentir a los ciudadanos. En Indiana Jones el gobierno almacena e ignora inútilmente el arca en un gran almacén. En E.T. los agentes del gobierno van con metralletas (años más tarde sustituidas digitalmente por walkie talkies) a casa de los niños. La visión que subyace en las películas de Spielberg es de un profundo escepticismo sobre el gobierno y su papel en la sociedad. El gobierno es algo que molesta y el ciudadano arregla las cosas fuera de sus engranajes. De alguna manera, que el cine de Spielberg fuera apolítico era algo político también.

Sin embargo, con el paso del tiempo, Spielberg comenzó a mostrar una mayor conciencia de las instituciones y el poder que tienen. Dos películas rodadas a finales de los 90 son un claro ejemplo:  Amistad (1997) y Salvar al soldado Ryan (1998).

En Amistad, la primera película producida por Dreamworks, la productora fundada por Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen, el director explora la crueldad de la esclavitud y la corrupción política en los Estados Unidos del siglo XIX. La película se centra en el juicio  de un grupo de esclavos que se rebelaron contra sus captores y mataron a la tripulación de un barco que los transportaba. Spielberg muestra cómo la justicia y las instituciones pueden ser utilizadas para corregir los excesos de los poderosos y proteger a los oprimidos. Por otro lado, las películas de juicios eran algo muy de moda en los 90 y Spielberg retomaría el tema de la lucha abolicionista de una manera más compleja e interesante años después en Lincoln.

En Salvar al soldado Ryan (1998), Spielberg vuelve a la Segunda Guerra Mundial, un tema que siempre había estado presente en su obra. La película cuenta la historia de un grupo de soldados que deben encontrar y rescatar a un compañero en territorio enemigo. Hagamos un pequeño paréntesis para volver a la vida privada de Spielberg que rodó esta película como un homenaje y señal de acercamiento a su padre. Recordemos que la ruptura de Arnold y Leah, sus padres, marcó mucho a Steven Spielberg quien culpó a su padre de la ruptura y no le perdonó el abandono, algo que hemos podido ver reflejado en su filmografía. La reconciliación padre e hijo llevaba años fraguándose, en concreto desde que Steven comenzó a madurar, cometió sus propios errores y él mismo fue padre y se divorció. Más adelante se enteraría de que la ruptura de sus padres vino motivada porque Leah se enamoró de uno de los mejores amigos de un Arnold adicto al trabajo y muy ausente. Arnold no dijo nada para proteger la relación de Leah con sus hijos, ya que ella tenía tendencia a la depresión. El giro final, que parece sacado de una película del propio Steven Spielberg, llegaría en el final de sus vidas cuando Arnold y Leah, ancianos y enviudados, vuelven a juntar sus vidas.

La película es un retrato realista de los horrores de la guerra, pero también muestra cómo los soldados cuestionan su misión y ponen en duda la justificación de la guerra. Son ocho soldados que dudan de su misión, que la cuestionan y que ponen de relieve lo absurdo de la guerra. No hay patriotismo, tampoco heroísmo, solo ocho personas que quieren volver a su casa y se enfrentan a diversos dilemas morales durante la película.

A pesar de que la mezcla entre horror histórico y drama hollywoodiense no es tan fluida como en La lista de Schindler y de un epílogo demasiado almibarado marca de la casa, Salvar al soldado Ryan es una película brillante y técnicamente prodigiosa. El montaje, la agresiva mezcla de sonido (Spielberg dio instrucciones claras de cómo debía reproducirse la película en los cines) y la fotografía, con sus colores desaturados, son absolutamente apabullantes e influyentes. Su influencia ha podido verse en muchísimo cine bélico posterior. Desde Black Hawk derribado a Dunkerque, pasando por Banderas de nuestros padres, En tierra hostil o Hasta el último hombre.

Salvar al soldado Ryan fue nominada a once Oscar. Ganó cinco, mejor fotografía, mejor sonido, mejor edición de sonido, mejor montaje y mejor director. Si el primer Oscar como director se lo dedicó a su madre, en esta ocasión el destinatario de la dedicatoria fue su padre. Una ceremonia, la de 1999, que será recordada por muchas cosas. Por Elia Kazan recibiendo el Oscar honórifico con división de opiniones en el patio de butacas -algunos como Ed Harris o Nick Nolte se negaron a aplaudir por la implicación de Kazan en la caza de brujas del McCarthismo-, Benigni saltando por encima de las butacas para recoger su Oscar por La vida es bella, Gwyneth Paltrow ganándole el Oscar a Cate Blanchett y, como colofón, Shakespeare in Love ganando el Oscar a mejor película. Eran los tiempos en que Harvey Weinstein –productor de La vida es bella y Shakespeare enamorado– era admirado y poderoso.

Sí, ganaron el Oscar.

Ciencia ficción con subtexto

Después de Salvar al soldado Ryan, Steven Spielberg regresó a la ciencia ficción con Inteligencia Artificial (2001), una película que en realidad Stanley Kubrick había estado desarrollando durante años, basada en un relato de Brian Aldiss. Kubrick creía que la historia era perfecta para Spielberg y le insistió durante años para que la dirigiera, pero no fue hasta la muerte de Kubrick que Spielberg se decidió a tomar el proyecto. Inteligencia Artificial tiene momentos visualmente impresionantes y de una fuerza indiscutible, pero el tono frío, distante y pesimista no encaja bien con la filmografía de Spielberg hasta ese momento, quizá porque intentó acercarse demasiado al de su admirado amigo. La película, una especie de nueva versión de Pinocho, trata sobre un niño robot que quiere ser persona y juntarse con su madre, una idea que parece encajar perfectamente con el imaginario de Spielberg y que, sin embargo, era del propio Kubrick. De hecho, muchas de las decisiones argumentales más cuestionadas partían de las anotaciones de Kubrick. Por ejemplo el final de la película, una de las cosas más criticadas y fallidas, parece algo propio del Spielberg más lacrimógeno y almibarado, pero que es puro respeto a la idea original de Kubrick. Aunque por todos es sabido la tendencia de Kubrick a reescribir y remontar sus propias películas.

A pesar de las críticas y los evidentes problemas de la película, Inteligencia Artificial es una película interesante que plantea varias preguntas sobre la persistencia de las obras humanas frente a la fugacidad de su existencia, la ansia por imitar a Dios y, sobre todo, el amor y lo que nos define como personas. La película está por debajo de sus espectativas, pero muestra que Spielberg ya no es alguien interesado en historias de ciencia ficción puramente evasivas. Quiere que su cine tenga más lecturas y sea más cerebral.

Demasiado fría para ser de Spielberg

Mucho más interesante su siguiente película, Minority Report (2002), fue una de las primeras grandes producciones post-11S que se ocupó de la temática de la seguridad nacional y la libertad individual. La película trata sobre un departamento del gobierno que atrapa a los asesinos antes de que cometan los asesinatos gracias a tres «videntes», y plantea la cuestión de si merece la pena ceder parte de la libertad individual a cambio de una mayor seguridad para el conjunto de la sociedad.

Visualmente poderosísima, Janusz Kaminski se muestra en estado de gracia y explota una estética retronoir de manera muy acertada. Llama la atención también lo cuidado que está el aspecto estético. Spielberg contó con un grupo de expertos para intentar predecir por dónde iban a ir los tiros estéticos y tecnológicos. Vista veinte años después la publicidad personalizada, las interfaces gestuales, los vehículos, la ropa o la tecnología no se han quedado antiguos y todavía hoy parecen creíbles (pensad en lo pronto que Blade Runner quedó obsoleta en ese aspecto). Aunque podemos encontrar muchos de los recursos habituales de Spielberg, también se aprecia una evolución desde sus primeros éxitos como el uso de un montaje fracturado o de la cámara en mano que ayuda a potenciar la desorientación del personaje.

La película fue un gran éxito de taquilla. Era difícil que en esa época fallara un tándem formado por Tom Cruise y Steven Spielberg. 

Un parentesis a lo Frank Capra

Tras dos películas de ciencia ficción de tono más bien oscuro Spielberg dio paso a una pequeña etapa luminosa a lo Frank Capra. El primer título de esta etapa sería Atrápame si puedes (2002), estrenada el mismo año que Minority Report y con Leonardo Di Caprio interpretando a Frank Abagnale Jr. La película se inspira la historia real de Abagnale. Este joven vio como sus padres se divorciaron y él, en lugar de lidiar con sus problemas de manera convencional, se escapó de casa y comenzó a falsificar cheques y a hacerse pasar por otras personas para evitar ser atrapado. Muy habilidoso en el engaño, estafó a muchas personas durante años, haciéndose pasar por un piloto, un médico y un abogado, entre otras cosas. Engaños valorados en millones de dólares. En Atrápame si puedes el agente del FBI Carl Hanratty -interpretado por Tom Hanks- intenta atraparle.

Spielberg, quien de joven se había vestido como un ejecutivo para poder entrar en los estudios de cine, sintió cercanía con el personaje e hizo girar la historia alrededor de la relación de Frank con su padre ausente y de la necesidad de encontrar una figura paterna que lo sustituyera. Con semejante material Spielberg se encontró comodísimo y Atrápame si puedes fue otro éxito de taquilla.

La siguiente película fue La Terminal (2004), con Tom Hanks como protagonista en su tercera colaboración juntos. Aunque en apariencia es otra amable comedia a lo Frank Capra esta vez sí que esconde una lectura social, tratada con ligereza pero núcleo fundamental de la historia. Tras el 11S, Steven Spielberg apoyó en público las iniciativas de George W. Bush, en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, a pesar de su apoyo, Spielberg siempre tuvo una gran desconfianza en el uso de la tecnología para vigilar a los ciudadanos, como vimos en Minority Report. En 2004, el año de La Terminal, el clima político en los Estados Unidos había cambiado significativamente. Gran parte del país estaba sumido en una desconfianza hacia la administración de Bush, especialmente después de que se descubriera que la excusa para la invasión de Irak, la presencia de armas de destrucción masiva, era una mentira flagrante. Muchos  ciudadanos estadounidenses estaban desencantados con su gobierno y el país había virado hacia un nacionalismo fuerte. A pesar de ello, Bush fue reelegido para un segundo mandato.

En este contexto, Spielberg decidió que la idea central de La Terminal sería la utopía americana como un espacio donde cualquier hombre que ha perdido su hogar tiene un lugar y una segunda oportunidad. La película cuenta la historia de un hombre que queda atrapado en la terminal de un aeropuerto después de que su país de origen caiga en un conflicto político y, sin papeles, se convierta en apátrida y cómo en ese lugar encuentra una nueva familia y una oportunidad para reinventarse a sí mismo.

En contraste con Minority Report, La Terminal presenta una visión mucho más optimista de la sociedad estadounidense y de su capacidad de reinventarse a sí misma en tiempos difíciles. Mientras que Minority Report es una reflexión sombría sobre la vigilancia y el control en una sociedad futurista, La Terminal es una celebración de la esperanza y el optimismo en un momento en que estos valores parecían escasos en la sociedad estadounidense.

Después del 11S

Después de este paréntesis influenciado por Frank Capra, Spielberg regresa al género de la ciencia ficción con una adaptación del clásico de H.G. Wells La guerra de los mundos (2005). La película se sitúa en el contexto social y político de la Guerra contra el terrorismo de George W. Bush y los días posteriores al 11 de septiembre. Aunque la película es una adaptación fiel del clásico de Wells, también se hace eco de la incertidumbre y la paranoia del momento en que fue realizada, reflejando el clima de tensión y el ambiente de inseguridad que se vivía en la época en que se estrenó

La película sigue a Ray Ferrier (interpretado por Tom Cruise), un hombre divorciado y un tanto irresponsable que lucha por mantener una relación con sus hijos mientras enfrenta la invasión alienígena más aterradora que se haya visto en la pantalla. A medida que los alienígenas comienzan a destruir todo a su paso, Ray debe luchar para proteger a sus hijos y encontrar un refugio seguro.

Una voz en off de Morgan Freeman describe cómo la humanidad se expandió y erigió monumentos ensalzándose a sí misma, sirve para subrayar la presunción y la arrogancia de nuestra especie. Al mismo tiempo, la llegada de los extraterrestres muestra lo vulnerable que somos ante una fuerza superior y desconocida. Es sencillo ver los paralelismos con Estados Unidos y cómo plantea preguntas sobre su posición dominante y su capacidad para enfrentarse a lo desconocido y a lo imprevisible.

Sobre la evolución de las relaciones paternofiliales ya hemos hablado antes; pero merece la pena destacar el contraste entre La guerra de los mundos y su anterior película de extraterrestres. En aquella el padre abandonaba a su familia siguiendo su vocación. En esta lo arriesga todo por recuperar a su hija.

El mismo años que La guerra de los mundos, Spielberg estrenó Munich (2005), una película que aborda mucho más directamente los problemas relacionados con el 11 de septiembre y la Guerra contra el terrorismo. La película sigue a un grupo de agentes del gobierno israelí que tienen la tarea de vengar los asesinatos de los atletas olímpicos de Munich en 1972. A medida que avanzan en su misión, los agentes se ven obligados a enfrentar la complejidad moral y emocional de la venganza y la violencia como respuesta al terrorismo.

Munich gira en torno a la idea del hogar y la familia como motivación y combustible a través de la misión de los agentes del gobierno israelí. Una misión que se vuelve cada vez más violenta y caótica. Al principio de la película, los agentes comparten mesa felices en un bonito apartamento, creando la ilusión de una unidad familiar entre ellos y el gobierno que los envió a su misión. Sin embargo, a medida que avanzan en su trabajo, la película se oscurece y se vuelve más claustrofóbica, mostrando cómo la violencia y la sangre derramada van manchando y borrando su idea de hogar y unidad.

Hay una escena en la que los agentes se ven obligados a compartir una habitación con sus enemigos palestinos. Se entabla una conversación entre ellos que muestra cómo la idea de pertenencia y hogar puede ser una motivación tanto para la venganza como para la resistencia. A medida que la película avanza, se vuelve más clara la imposibilidad de que la violencia ponga fin a la violencia, y la idea de hogar y pertenencia se convierte en un tema cada vez más complicado y doloroso.

La película termina con el protagonista, Avner, solo en Brooklyn, abandonado por su gobierno y cuestionando si las personas que mató eran realmente responsables de Munich. La visión de las torres gemelas del World Trade Center al fondo sugiere que la violencia y el terrorismo son ciclos que se repiten y que el hogar y la unidad pueden ser ilusiones frágiles frente a la realidad de la violencia y la muerte.

Un parón para coger impulso

El siguiente tramo lo vamos a pasar rápido porque aporta poco a la carrera de Spielberg. Primero recuperó a Indiana Jones con la cuarta entrega de la saga, Indiana Jones y la Calavera de Cristal (2008). Una película muy por debajo de lo que el fandom esperaba, pero a su vez muy por encima de la media de películas del género. El problema es que el listón estaba muy alto y las expectativas aún más. Un regreso al Spielberg más lúdico y ligero más maltratado de lo que merece

Después de eso llegó Tintín (2011), basado en los cómics de Hergé, la primera incursión de Spielberg en el cine de animación mediante la técnica de captura de movimiento que había utilizado su colega y protegido Robert Zemeckis en The Polar Express. Lo más curioso es que la dirigió juntó a un Peter Jackson en su mejor momento tras el éxito de El señor de los anillos. Se nota la mano de Spielberg en la planificación y los movimientos de cámara.

Prácticamente de manera simultánea a Tintín, Spielberg rodó Caballo de batalla, basada en la novela juvenil homónima de  Michael Morpurgo. Una película en la que Spielberg da rienda suelta a su admiración por John Ford. También a su lado más almibarado y excesivo. Nunca termina de funcionar como película y es más una colección de escenas visualmente muy potentes pero algo deslavazadas. A pesar de las seis nominaciones al Oscar (incluyendo mejor película) una película menor en la filmografía del maestro.

Su etapa más comprometida

En Lincoln (2012), Spielberg se adentra en el tema de la lucha abolicionista en los Estados Unidos, enfatizando el poder del gobierno para corregir errores, una aproximación al tema mucho más compleja y acertada que la de Amistad quince años antes. A través de la interpretación magistral de Daniel Day Lewis, que ganó su tercer Oscar por su interpretación, Spielberg cuestiona la figura de Lincoln como un ser semibeatificado y muestra al presidente tomando decisiones cuestionables -como la de alargar la guerra para no perder el apoyo hacia la decimotercera enmienda que abolía la esclavitud- para lograr su objetivo. Lincoln y su equipo tienen que adentrarse en terrenos grises, aprovechándose y manipulando puntos de vista dispares en el Congreso, a menudo comprometiendo sus propias creencias. En contraste con sus primeras películas, que reflejaban un profundo escepticismo sobre el gobierno, en Lincoln Spielberg presenta al gobierno como una herramienta para lograr la justicia, eso sí, lejos de una visión idealizada o pura.

«Y ahora hago un zoom y ponéis cara de asombro»

El puente de los espías (2015), su cuarta colaboración con Tom Hanks, es más cínica, con el gobierno más preocupado por la apariencia de un juicio justo que por la justicia en sí misma. El personaje de Tom Hanks, con un sacrificio enorme, se enfrenta a todo eso; pero a diferencia de Lincoln, que se convirtió en una figura reverenciada, se gana la enemistad del pueblo americano. Debajo de toda la trama de juicios y espías, esta es otra película sobre la política y sobre las luchas y debates que tienen una nación como Estados Unidos sobre lo que representa y lo que quiere lograr. Como en Lincoln, los personajes hablan, se contradicen y reflexionan. Spielberg lo muestra con mucho respeto incluso cuando se muestran las opciones más cuestionables. El cine de Spielberg siempre ha sido más humanista que idealista y con más tendencia a dejar al espectador abrumado sin palabras que a invitarle a reflexionar. Sin embargo en esta época el diálogo y la reflexión son el eje sobre el que giran sus argumentos.

Luego, Spielberg se tomó un respiro con Mi amigo el gigante, una adaptación del relato de Roald Dahl. Cine familiar de muy bella factura que mezcla imagen real y animación digital.

Después de ese respiro, Spielberg regresó con Los archivos del Pentágono (2017) una película protagonizada por Meryl Streep y Tom Hanks. Sintió tanta urgencia para rodarla que paralizó la postproducción de Ready Player One, en la que estaba inmerso, para rodarla. Según Spielberg, la urgencia de hacer la película se debió al clima actual de la administración de Trump, que estaba bombardeando a la prensa y etiquetando la verdad como falsa si les convenía. Los archivos del Pentágono podría ser una precuela de Todos los hombres del presidente, «posiblemente la mejor película periodística jamás realizada», según Spielberg, el clásico sobre la investigación del Washington Post y el escándalo del Watergate. La película trata sobre la lucha que el Washington Post y el Times libraron contra la administración Nixon para publicar unos documentos que recogían información clasificada sobre la Guerra de Vietnam. Vemos la silueta de Richard Nixon en la Casa Blanca y escuchamos su voz en las grabaciones que se harían célebres tras el Watergate y no hace falta mucho más para traer la película al presente y a la administración Trump.

Como suele hacer, Spielberg pone el foco en una historia personal, la de Kay Graham, que acaba de convertirse en la dueña del Post, tras el suicidio de su esposo. Eso le sirve a Spielberg para poner otro tema candente sobre la mesa: el de una mujer en un mundo de hombres. Los archivos del Pentágono es una película ambientada en el pasado que habla claramente de temas de hoy.

En 2018 Spielberg estrenó Ready Player One, una película que utiliza referencias a la cultura pop de los años 80 y 90 -en la que Spielberg reinó- para hablar, otra vez, de temas contemporáneos.

La película se desarrolla en un futuro cercano en el que la mayoría de las personas viven en condiciones de pobreza mientras que las grandes corporaciones tienen un gran poder y controlan la mayoría de los aspectos de la vida. Los personajes de la película buscan un tesoro escondido en un juego de realidad virtual llamado Oasis lleno de referencias a la cultura pop, incluyendo a Regreso al Futuro y El Resplandor.

Spielberg no se conforma con hacer una película para nostálgicos, algo tan de moda en el cine y la televisión de hoy en día, incluso puede ser vista como una crítica a las tácticas de promoción nostálgicas de Netflix, sino que utiliza la nostalgia com un vehículo para abordar temas actuales como la identidad digital, las relaciones en línea y la necesidad de conexión en un mundo en el que la mayoría de las personas viven en condiciones precarias o cómo el uso de la tecnología puede tanto anestesiar como despertar a la sociedad. Una aventura divertida con un tema poliédrico y repleto de capas. Iñaki lo cuenta muy bien aquí.

Ready Player One: reconciliación intergeneracional

02/04/2018 - Iñaki Ortiz Gascón

7.5 Corría el año 2015. Dos niños conectan una vieja máquina recreativa en un bar retro de cultura pop de los 80: El pistolero salvaje. No saben cómo funciona. Un desconocido se acerca; vivió los 80 y se considera un verdadero experto. Les da una exhibición de disparos certeros. Uno de los niños exclama decepcionado “Anda, […] Leer más

Con West Side Story (2021) Spielberg cumple uno de sus sueños largamente aplazado, rodar un musical. No uno cualquiera, sino adaptar el famoso musical de Broadway que Robert Wise y Jerome Robbins llevaron a la pantalla y convirtieron en una obra maestra en 1961.

La historia de West Side Story es conocida por todos: dos bandas juveniles rivales, los Jets y los Sharks, se pelean en el Upper West Side de Nueva York. En medio de esta violencia surge un romance entre Tony, fundador de los Jets, y María, hermana del líder de los Sharks. Este amor juvenil se convierte en una tragedia al estilo de Romeo y Julieta.

Una de las principales diferencias entre la versión de Wise y la de Spielberg es el contexto social. Spielberg y el guionista Tony Kushner cuentan con la ventaja de saber lo que pasó con aquellos pandilleros, con su barrio, y cómo se refleja eso en nuestro presente. Los dos grupos están muy contextualizados, tanto de donde vienen como a dónde van. Hay actos vandálicos, armas de fuego, pasos por comisaría, cárcel… San Juan Hill (nombre real del barrio) va a ser derribado para construir el Lincoln Center y no habrá sitio para ellos allí. El destino del barrio y de sus habitantes es trágico. La historia de María y Tony ya no es la única tragedia. Temas que en la versión del 61 estaban en una subcapa se traen al frente además de añadir otros nuevos. La gentrificación, el racismo, el uso del idioma incluso la transexualidad, hay muchos ecos al presente en esta película que es más que una historia de amor.

Una película que le sirvió para ganar uno de los pocos reconocimientos que le faltaban en su carrera, el Premio Flipesci a mejor director.

West Side Story: Spielberg supera el reto

19/12/2021 - Ricardo Fernández

Steven Spielberg se atreve a adaptar de nuevo el famoso musical de Broadway y el resultado es una de las mejores películas del año. Leer más

Una película para explicarlas a todas

En 2022 se estrenó Los Fabelman. Una película en la que Spielberg mira a su propia vida. Hablo de ella más detalladamente aquí. Ojalá sea la película que en el futuro abra la cuarta entrega de este repaso a la filmografía de Steven Spielberg.


Las entregas anteriores

Spielberg : Los comienzos del mito

22/11/2022 - Ricardo Fernández

Es probable que no haya un premio honorífico más incontestable que el Premio Donostia a Steven Spielberg. En realidad, cualquier premio a su trayectoria que reciba el director más popular y seguramente el más influyente de la historia está justificado. Quizá pienses que es una exageración decir esto de Spielberg; pero ningún director de cine en la historia ha llevado más gente a las salas de cine y ha contribuido con tantas películas icónicas a la cultura popular. Leer más

Spielberg: La conquista del Oscar

29/11/2022 - Ricardo Fernández

Segunda entrega del monográfico sobre Steven Spielberg. Desde Indiana Jones y el templo maldito hasta La lista de Schindler Leer más