Reseña de Rogue One: Una historia de la Guerra de las Galaxias
Rogue One: Una historia de la Guerra de las Galaxias, es un spin-off de la saga original. Es decir, es una película derivada de Star Wars pero cuyos protagonistas no son los habituales. Para entendernos, es lo que Aida a Siete Vidas. O eso nos dijeron, porque en realidad Rogue One está más cerca de ser una precuela que un spin-off. Me explico, lo bueno de un spin off es que te permite desarrollar personajes, líneas argumentales o lugares nuevos dentro del universo de una serie y que estos adquieran personalidad propia que funciona separada de la línea original. Por ejemplo, la citada Aída, Frasier fuera de Cheers o Better call Saul sin Breaking Bad. Rogue One está tan pegada a la historia original que termina por ser una repetición de escenas que ya se han repetido antes en la más famosa saga galáctica.
La estrella de la muerte, otra vez
Rogue One, básicamente, explica una frase de la famosa cortinilla inclinada de letras amarillas que presentaba la primera película de Star Wars (la primera en estrenarse, es decir, el Episodio IV). Una frase que decía “Durante la batalla, los espías rebeldes lograron robar los planos de la mas moderna arma del imperio, La Estrella de la Muerte, una estación espacial armada, con poder suficiente para destruir a un planeta entero”. Una premisa demasiado pegada a la línea original como para desarrollar nuevas cosas. Por eso Rogue One está más cerca de ser el episodio 3’5 que un auténtico spin-off.
La Estrella de la muerte, otra vez, es el detonante de la historia. Ya lo fue en el episodio IV, un nuevo diseño lo fue en el episodio VI, y volvieron a repetirse, con otro nombre y otro diseño pero idéntico planteamiento, en el VII. Por si eso no fuera poco, en este episodio 3’5 la protagonista ha crecido alejada de sus padres y las relación con su progenitor es clave en la historia. ¡Ah! y hay un importante mensaje en un holograma. Está claro que la saga es un género en si misma, que hay que hacer ciertos guiños a los fans para cumplir con las normas de ese género, pero llega un momento en el que se empieza a bordear la autoparodia. Sobre todo cuando en un auténtico spin-off tendrías libertad para salirte un poco de lo establecido.
Buenos mimbres, a pesar de todo
Rogue One comienza con una buena presentación Jyn Erson, la protagonista encarnada por una destacable Felicity Jones, lo mejor de la película. También es notable la presentación de Casian Andor, un Diego Luna con poco carisma que no está a la altura de su papel, el antihéroe de la entrega que protagoniza un momento “Casian Andor disparó primero” que no creo que Disney pueda cambiar con trucos digitales en el futuro.
Tampoco está mal el planteamiento, algo más politizado de lo habitual, de la lucha del bien contra el mal. Hay rebeldes fuera de la Alianza Rebelde debido a su diferente idea de como tiene que ser la lucha contra el Imperio, lo que les lleva a estar enemistados con los que deberían ser sus aliados frente al enemigo común (el pan nuestro de cada día en la izquierda, vamos). Sin embargo todos estos buenos mimbres se desarrollan de manera pobre, sin cuidar los personajes y a base de diálogos más bien tontorrones en una especie de torpe thriller de espionaje.
Entre medio, el nuevo androide que introduce los comentarios cómicos (y que parece un alter ego de Sheldon Cooper), un fanático de la fuerza que, sin ser Jedi, muestra una gran comunión con ella y que parece tan salido de una película de kung-fu que en cualquier momento podría soltar “be water my friend” (de hecho es la estrella de las artes marciales Donnie Yen) y el compañero de ese «maestro shaolin» que no aporta mucho a la trama.
Gareth Ewards no está a la altura
La aparición de Darth Vader es uno de los momentos más esperados de la película y no está a la altura que requiere uno de los mejores villanos de la historia del cine. Gareth Edwards, el director, no sabe exprimirle la importancia que tiene, mostrar su aura majestuosa y temible. Incluso, he de decir, me pareció más pequeño que en otras películas. La grandeza del personaje viene más por el recuerdo que por su presencia en esta película.
Los cierto es que Gareth Edwards dirige con pulcritud, a veces excesiva, y con bastante poca personalidad. Sin embargo mantiene un ritmo trepidante sin problemas durante todo el metraje, y hace buen uso de todas las posibilidades de los efectos digitales -incluso la de rejuvenecer o resucitar a actores que aparecieron en las películas originales- pero sin recrearse en ellas. Su narración es clara y sencilla, sin dejar tiempo para el aburrimiento pero sin resultar aturullado.
Como si fuera Omaha Beach
El mejor momento llega en el último tramo de la película, una batalla épica que recuerda a las películas bélicas ambientadas en la playa de Omaha en la segunda guerra mundial. Un despliegue visual y épico altamente disfrutable. Un final poderoso que levanta el tramo final de la película hasta cotas que hasta entonces no había sido capaz de alcanzar. Una parte que funciona por su brutal fuerza física y, también, en el plano emocional. También es el momento de la película que más aprovecha las libertades argumentales que da un spin-off.
El año que viene llegará el episodio VIII y dentro de dos el spin-off de cómo Han Solo consiguió el Halcón Milenario. Si el año pasado opiné que el episodio VII era una buena película que, con los pies en el pasado, sembraba semillas para nuevas historias, este año Rogue One me hace dudar de si los nuevos responsables quieren nuevas historias o sólo repetir las de siempre…