Ricardo FernándezReseña de Z, la ciudad perdida, por Ricardo Fernández
A principios del S.XX la de explorador era una vocación tan peligrosa como excitante. Resulta difícil imaginarlo en esta época en la que tenemos el mundo al alcance de nuestro teléfono y las distancias se han hecho tan cortas. Los exploradores eran héroes y algunos se convirtieron en leyendas. Una de esas leyendas es la de Percy Fawcett que se obsesionó con una ciudad perdida en la Amazonia a la que llamó Z. Hay muchos aspectos que rodean a la vida de Fawcett y, sobre todo, a su última misión que aún hoy siguen siendo un misterio. Todo eso se recoge en la novela La Ciudad Perdida de Z de David Grann. Un best-seller en el que se ha basado James Gray para rodar la película homónima.
James Gray aborda esta película con su ya habitual estilo clásico y centrándose en el drama personal, las motivaciones y contradicciones del protagonista durante más de dos décadas. De paso asistiremos al comienzo del fin del imperio británico como símbolo del fin de una era, y a la llegada de una época de cambios políticos, sociales y de conocimiento. Todo esto bajo el envoltorio de una película de aventuras. Un proyecto, el de Gray, casi tan ambicioso como el de Fawcett y al que se le puede aplicar aquello de quien mucho abarca poco aprieta. Hay mucho material en esta película y el tratamiento a veces peca de superficial.
Una de las mayores pegas de la película es la estructura elegida para narrar el amplio periodo a cubrir. Aunque Gray condensa las múltiples expediciones de Fawcett (interpretado por Charlie Hunnam) en solo tres, estas suponen un lastre para el devenir dramático de la película. Rodadas con una fotografía exquisita que potencia la pequeñez del hombre frente a la naturaleza, el infierno de la selva se escucha más en los diálogos de los exploradores que lo que se siente en las imágenes por más que veamos a Fawcett o a su compañero (un buen Robert Pattinson) con la ropa hecha jirones y las caras sucias. Hay un momento en que uno de los sufridos aventureros dice algo similar a “¡siempre es difícil salir del infierno!”. En la siguiente escena ya estará sano y salvo en Inglaterra. Incluso los ataques con flechas son más bonitos que peligrosos. Que nadie espere una atmósfera como la de Apocalypse Now, Fitzcarraldo o Aguirre, la cólera de Dios.
Es más interesante la parte que transcurre en la civilización, retratada con un trasfondo a veces más salvaje e incivilizada que la propia selva. James Gray trata de mostrar las motivaciones que justifican la obsesión que le impulsa a continuar a pesar del coste personal. Fawcett es un hombre lleno de contradicciones. Habla de igualdad con su mujer (Sienna Miller) pero muchas de sus decisiones parecen egoístas, también asegura estar movido por intereses nobles -¡la grandeza de la ciencia y el progreso!- pero en realidad sus motivaciones parecen ir más en la búsqueda de reconocimiento social y una dignidad que no cree poseer. Esta es la parte más interesante de la película; pero Charlie Hunnam no está a la altura -no así una extraordinaria Sienna Miller– y los continuos viajes suponen un freno al desarrollo de esa trama. Es comprensible la decisión de repetir la estructura de la película para remarcar la obsesión del protagonista, pero los segmentos en la selva son un lastre. Aunque el peor tramo de la película es el que nos lleva a la Primera Guerra Mundial. En esa ocasión ni siquiera la fotografía o el decorado están a la altura.
Z. La ciudad perdida se queda a medio camino como biopic, como drama, como documento de una época y como película de aventuras. Tiene elementos interesantes en todas sus facetas, sin duda, pero en su intento malabar de manejarlas todas a la vez, a Gray se le caen varias de ellas. Tampoco me gusta el final, creo que el misterio le hubiera sentado mejor a la leyenda de Fawcett.
