Y finalizó el concurso con cuatro películas que no es de esperar que entren en el reparto final de premios, lo que confirma la sensación de los últimos años de este festival. Tras una primera mitad, previa al arranque del Festival de Toronto, con gran parte de los pesos pesados de la competición, cine de Hollywood incluido, toca una segunda semana en la que independientemente de su nivel medio, no aparecen películas que marquen la competición.

Waiting for the barbarians

A priori Waiting For The Barbarians lo tenía todo para ser uno de los títulos del año. De partida la novela homónima de J. M. Coetzee con un guión escrito por él mismo. Un director como el colombiano Ciro Guerra que con El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano había logrado grandes éxitos con historias con algunos puntos en común con ésta. Y para rematar un reparto encabezado por el infalible Mark Rylance, Johnny Depp y Robert Pattinson.

Y sin embargo, Waiting for the barbarians se queda en un producto anodino por su falta de ambición artística y su falta de riesgo de creativo. Un diseño de producción meticuloso, una dirección de fotografía preciosista, una buena interpretación de Rylance, un Depp más contenido de lo habitual, pero también una narración plana que evita los aspectos más escabrosos de la novela. Un envoltorio lustroso para muy poco contenido.

Todos estamos de acuerdo en que durante el periodo colonial, las potencias cometieron atrocidades. Que los imperios dominantes buscan someter a sus conquistados por cualquier medio posible. En el pasado, en el presente y en el futuro. Y en cualquier parte del mundo. Que los bárbaros en realidad son los invasores. El problema de Waiting for the barbarians no es que sea una mala película, sino que da la impresión de que nunca intentó ser lo grande que podía haber sido.

No hay casi nada que moleste. Lo que molesta es lo que no está. Lo que se echa de menos. Lo que se ha quedado fuera. Lo que han decidido que no merecía ser contado o hacer llegar al espectador. Y Waiting for the barbarians se queda en una puesta en imágenes pulcra y plana de una novela que requería un tratamiento menos académico.

Gloria Mundi

No importa que en Gloria Mundi Guédiguian abandone los barrios tradicionales de Marsella y se nos vaya a los modernos desarrollos urbanísticos de edificios de oficinas y apartamentos de hormigón y cristal o a los uniformes centros comerciales encerrados en ellos mismos y sus atmósferas cerradas y acondicionadas para el consumo, pero con grandes terrazas desde las que ver, sentir y oler el mar. Son tiempos de Uber, de móviles, de las tradicionales casas de empeño convertidas en modernas tiendas de compra/venta de artículos usados… pero como es habitual en su cine, también de lucha por los derechos de los trabajadores, de solidaridad, de amistad y de apoyo mutuo.

La Gloria del título del film es la niña recién nacida cuyo nacimiento provoca la reunión de toda la familia, incluído su abuelo biológico que acaba de salir de la cárcel. La familia está formada por la troupe habitual del director de Marsella: Ariane Ascaride es la abuela, Jean-Pierre Darroussin su marido, Gérard Meylan el abuelo que acaba de salir de la cárcel, Anaïs Demoustier, la madre de la criatura, Robinson Stévénin, el padre…

Pero a pesar de esa aparente felicidad, Guédiguian tiene reservada una desgracia laboral para cada uno de ellos: huelgas para conseguir la mejora de las condiciones, suspensión de trabajo por conducir hablando con el móvil, trabajo precario, conductor de Uber en plena crisis con los taxistas… el problema es que estos personajes sólo parecen existir en razón de su conflicto, en función de lo que Guédiguian necesita para hacer llegar su mensaje. Son unidimensionales. Y a falta de un mayor contexto y de un mayor desarrollo, sus situaciones y sus personajes parecen falsos, meros casos elaborados y aislados de la realidad que utiliza para apoyar su tesis.

Lo grave de esta simplificación y esquematismo de Gloria Mundi, de estas formas tan viejunas y superadas, es que consigue que temas tan de actualidad como la pérdida de calidad de vida y de derechos de la clase trabajadora, el neoliberalismo triunfante, los trabajos precarios, los trabajadores en situación irregular o el imprescindible apoyo, incluido el económico, de los abuelos a las nuevas generaciones resulten falsos y forzado y que la película se perciba como una batalla del abuelo.

A Herdade

No está mal la ambición de la portuguesa A Herdade de Tiago Guedes: ofrecer un fresco de la historia de Portugal de la segunda mitad del siglo XX a través de la crónica de la familia Fernandes, propietaria de una de las mayores haciendas de Europa en tres momentos precisos de la historia: mediados de los años 40, los días anteriores a la revolución de los claveles y principios de los 90.

Pero a pesar de su estética inspirada en el western que aprovecha los grandes espacios abiertos de la hacienda y su cuidado en los aspectos visuales, A Herdade se queda muy lejos de sus objetivos. Le faltan garra, urgencia y concretar su foco narrativo, y lo que pretendía ser un fresco histórico de la historia de un país, se queda en un drama familiar sobre las consecuencias de la masculinidad tóxica de su protagonista.

A herdade no tarda en apuntar las relaciones entre el poder religioso, el económico y el político-militar que conforman el entramado de las redes de intereses y favores necesarios para establecer el orden establecido. Mientras de puertas adentro la vida familiar empieza a hacer aguas. Joao, el propietario de la hacienda, se muestra tan hábil y enérgico de puertas afuera, como egoísta y desinteresado en lo que concierne a la vida familiar.

Raras veces consigue Tiegues que lo privado y la vertiente histórica confluyan de forma satisfactoria. Por un momento, la fiesta de una boda familiar en vísperas de la revolución de los claveles con todos los poderes representados nos trae a la memoria El Gatopardo. Pero pecamos de optimistas, se trata de una falsa ilusión. A Herdade, como sus personajes, vuelve a encerrarse en la hacienda y los vientos de cambio derivados de la revolución se resuelven mediante una secuencia forzada y de escaso valor dramático.

En el tercer acto, el que transcurre en 1991, la película se convierte en una especie de morboso culebrón familiar. Sabemos que la hacienda tiene problemas económicos, pero a la película no parecen interesarle ni sus causas, ni los planes para resolverlos. Nada del Portugal democrático y miembro de la Unión Europea. Su foco se centra en los líos personales de la siguiente generación y en especial en la relación semincestuosa entre dos de sus miembros y se convierte en un drama familiar morboso y lánguido mientras muestra a un Joao superado por la época, una especie de reliquia del pasado incapaz de adaptarse a unos nuevos tiempos que no entiende.

The Mafia Is No Longer What It Used To Be

Las mayores carcajadas del concurso por el León de Oro han sido para The Mafia Is No Longer What It Used To Be, el nuevo documental del italiano Franco Moresco. En el mismo opone a dos celebridades de Palermo con visiones enfrentadas sobre la mafia con motivo del 25 aniversario de los atentados que asesinaron a los jueces Falcone y Borsellino. Por un lado, la fotógrafa Letizia Battaglia de larga y reconocida trayectoria de denuncia de los crímenes de la mafia. Y por el otro Ciccio Mira, el protagonista de su anterior documental Belluscone. Una historia siciliana, un pequeño empresario del entretenimiento cuyo principal objetivo es hacer negocio venga de donde venga.

Dos personajes y dos caracteres, que podrían dar juego para un documental cada uno, pero es precisamente en la oposición entre ambas visiones sobre la mafia, en el contraste donde el film encuentra su originalidad. El escepticismo de Moresco frente a las celebraciones por los mártires de la mafia choca con el entusiasmo de la veterana fotógrada. Y su cinismo y su descaro sacan a la luz las miserias de Ciccio Mira, al que en uno de los gags recurrentes más divertidos de la película muestra siempre en blanco y negro, y su ridícula troupe de artistas de variedades y en especial el cantante neomelódico (si a lo que hace se le puede llamar cantar) Cristian Mincel, símbolo de la explotación de un artista aprovechando los propios atentados cuyo aniversario se celebra.

A pesar de que a lo largo de los 95 minutos de duración la fórmula de Moresco se agota, su empuje inicial pierde fuelle y su narración se atasca y se hace repetitiva, en especial en la parte correspondiente a Ciccio Mira que es la que ocupa la mayor parte del metraje, es innegable que el film resulta divertido, original e ilustrativo de esa realidad siciliana.

‘Martin Eden’, de Pietro Marcello, se alza con el Flipesci Vaporetto

07/09/2019 - El Contraplano

'Martin Eden' se alza con el prestigioso Flipesci Vaporetto. Leer más

MI PALMARÉS

Éste sería mi palmarés deseado, los premios que yo daría si yo fuera el jurado. Cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia.

  • León de Oro a la mejor película: MARTIN EDEN de Pietro Marcello
  • León de Plata – Gran Premio del Jurado: AD ASTRA de James Gray
  • León de Plata – Mejor director: EMA de Pablo Larrain
  • Coppa Volpi al mejor actor: Joaquin Phoenix por JOKER de Todd Phillips
  • Coppa Volpi a la mejor actriz: Catherine Deneuve por LA VERITÉ de Hirokazu Koreeda.
  • Mejor Guión: HISTORIA DE UN MATRIMONIO de Noah Baumbach
  • Premio Especial del Jurado: ABOUT ENDLESSNESS de Roy Andersson
  • Premio Marcello Mastroianni al mejor joven intérprete: Eliza Scanlen por BABYTEETH de Shannon Murphy