Fotos: Irene Mariscal.
Al final no llovió tanto. Momentos puntuales que, eso sí, convirtieron en hipódromo en un barrizal. En el último festival del verano pasamos un frío considerable. No, no es una crónica meteorológica pero es que el tiempo fue clave para que muchos donostiarras -acomodados, vamos a decirlo- no se acercaran al Kutxa Kultur.
Los valientes que sí que fueron se armaron de impermeables. Era como la Trini pero con barro y con cierto olor a caballerizas en un día de invierno. Me parece bien, ya iba siendo hora de mancharse en esta ciudad. Vaya cambio desde el marco incomparable de Igueldo y su parque de atracciones moñoñi y decadente. Esto parecía más un festival de verdad, donde veníamos a ver los conciertos a bailar y a disfrutar de la música, no a comer algodón de azúcar. Claro que hay cosas que mejorar. Situar mejor los escenarios para que no se oigan dos conciertos a la vez, por ejemplo Luma y The Drums. Aunque lo peor, sin duda, fue que la organización no pusiera lanzaderas. Desesperación colectiva a las cinco de la mañana. Bien, con eso y alguna otra cosa que mejorar para el año que viene, considero un cambio positivo, que permite más el desmelene y que, esta vez sí, te permite disfrutar hasta altas horas de la madrugada.
Viernes
El viernes llegamos un poco tarde. Teníamos una cita con El Coleta en Dabadaba, el fin de semana empezó violento, pero eso es otra historia. Aterrizamos en Jeremy Jay, bajo la protección de la carpa de circo del escenario Matusalem. Así nuestro contacto con el barrizal fue poco a poco. El grupo sonaba bien, aunque el cantante no era una maravilla. El concierto empezó algo anodino, más allá de sonar bien pero fue mejorando hacia el final. Tampoco es que no viniéramos arriba pero cumplió.
Dejamos a Love of Lesbian en el escenario principal para su incomprensiblemente amplia legión de fans y nos escapamos al Paddock. Ese lugar donde presentan a los caballos y que en este festival tenía adjudicada la música electrónica. Optamos a Pional, casi tan habitual de festivales como los Lesbian. Tuvo una sesión estupenda en la que se atrevió con una versión siniestra imposible de Bandido de Azúcar moreno. Fue una noche bastante fría y aunque no llovió tanto como se esperaba inicialmente, la noche no era muy agradable. Unido a que era una jornada de nombres más flojos, no nos dio para mucho más.
Sábado
El sábado ya fue otra cosa. Empezamos con el plato fuerte del cartel: The Divine Comedy. Neil Hannon algo constipado, con una bufanda y sorprendido del frío: “Tengo la nariz fría… y yo soy de Irlanda”.
Quizá no estaba con la voz en su mejor momento pero fue más que suficiente, y estaba bien acompañado de un nutrido grupo de músicos. Tenía clase hasta el tipo que salía ayudarle con los instrumentos o le sacaba el bombín y el paraguas. Fue un concierto bastante variado, con ambientaciones distintas, con algunos momentos de bastante épica y otros delicados. Claramente, el momento más llamativo del concierto fue cuando At the indie disco se convirtió en Blue Monday de New Order, concretamente en este momento:
She makes my heart beat the same way
As at the start of Blue Monday
La tocaron muy fiel a la original, solo el inicio instrumental, hasta el momento en que entra la voz, donde Hannon, por sorpresa, volvió a la letra de su canción “Always the last song that they play”. Ricardo Aldarondo ha compartido el momento en Twitter.
Eché en falta Our Mutual Friend pero acabaron a lo grande con Tonight We Fly. Empezamos el sábado con buen pie y todavía quedaban cosas buenas por llegar. Cayeron cuatro gotas durante ese concierto y después en algún otro momento, pero el tiempo respetó más que el día anterior y hacía algo menos de frío -aunque quizá era debido a la mayor energía empleada en el baile.
Nos acercamos a ver a Grande Days, que es un grupo que no entiendo por qué no es más conocido. Es cierto que quizá requiere un esfuerzo por parte del público para entrar en una propuesta sin demasiadas concesiones, pero si pones atención entras en un interesante trance cargado de matices. Quizá un festival no es su mejor terreno, vistos en ambiente más íntimo ganan, pero fue un buen concierto.
De ahí saltamos a Luma, aprovechando que, por alguna razón que desconozco, algunos horarios se movieron, para mí para bien porque pude ver a un par de grupos que se suponía que coincidían, aunque habría sido mejor saberlo de antemano y no descubrirlo por accidente. Pero a lo que vamos, Luma tocaba en el llamado “escenario escondido”, que no hacía demasiado honor a su nombre porque era lo primero que veías nada más entrar al recinto. En todo caso, sí que era un escenario íntimo, apartado. Luma sonó bien, con energía. Y menos mal porque el concierto de The Drums se oía perfectamente desde allí. Este lo evitamos hábilmente, mitad con Luma, mitad cenando unos noodles en las food trucks. Nos iban llegando conocidos escapados del concierto que les aburría soberanamente. También tuvo sus defensores. Yo me quedo con los noodles.
Vulk nos llevó a la carpa otra vez. Fue un concierto potente, que recordaba -de lejos- a Joy Division. Quizá algo convencional, pero fue efectivo. De ahí volvimos al escenario grande, a ver a otro de los nombres fuertes del cartel, The Hives. Es un grupo que suple la calidad moderada de su música con una propuesta de directo divertido. Salieron vestidos a conjunto con un traje mitad negro mitad blanco con la intención de transmitir que era un show muy loco hasta el último detalle. Esto también termina siendo un problema porque el cantante está tan empeñado en que lo pasemos en grande que termina cargando. En cualquier caso, el estilo huracanado de sus canciones, las poses y el encomiable vocabulario español del cantante sueco, hacen que mucha gente entre de lleno en la fiesta. Por resumirlo: son resultones. Y además tenían un ninja. Era el día de los ayudantes llamativos, el cool de The Divine Comedy y el ninja de los Hives, que salía a sujetar los cables con movimientos gatunos.
Aguantamos media hora.
Mientras seguían con sus gritos de motivación, nos acercamos al Paddock a Horsemeat Disco, a bailar un poco sin que nadie nos los ordene. Éramos cuatro gatos, aunque fueron llegando más de aquellos que no terminaban de comprar la propuesta de The Hives. Fue una sesión aceptable. Ya eran las 1:30 pero la estupenda recta final de la noche estaba a punto de comenzar.
Fue el turno de Kokoshca, en la carpa. Nos repartieron su colección de hits, bien conocidos por el entregado público, y el ambiente fue subiendo hasta que empezaron los pogos. En la aplastante La fuerza, todas las primeras filas se estuvieron -nos estuvimos- empujando y chocando, aunque siempre de buen rollo, que esto es Kokoshca, y no el peligroso concierto de Jarfaiter en el que estuve el día anterior en Dabadaba -pero ya he dicho que esto es otra historia, no me voy a dispersar. De buen rollo, un grupo de personas terminó cayendo al barro. Y eso mola, claro. En el parking de Igueldo no es lo mismo.
Con las pilas muy cargadas nos movimos al escenario grande donde inmediatamente empezó otro de los platos fuertes, los americanos Hercules & Love Affair. Música disco, un poco de housito como dirían los Pantomima Full, para seguir bailando a las tres de la mañana. Entró muy bien. Acabaron con el hit de hits, una de las mejores canciones del milenio: Blind. Que sí, que ya sabemos que está hecha para que la cante Antony -ahora Anohni, pero entonces era Antony- pero a falta de Antony, sonó muy bien con Rouge Mary -que parecía vestida de espantapájaros. La tocaron algo diferente, pero funcionó muy bien. Es un grupo que ha ido cambiando mucho. Tanto Rouge Mary como Gustaph fueron buenas voces, aunque el alma del grupo estaba detrás, Andy Butler. Echamos de menos Omnion, el single del nuevo disco.
Parecía que ya estaba todo el pescado vendido cuando, quienes no nos fuimos a casa aún, nos reunimos en el Paddock para escuchar a Erol Alkan, a eso de las 3:30. Ya estaba empezado y tenía un volumen inusitadamente ensordecedor. Quienes accedían a las primeras filas salían escaldados. Escapamos ya con la intención de (rend)irnos a casa y resulta que en el escenario Kutxa Kultur estaba empezando Kaixo, un concierto que estaba programado para dos horas antes y aunque interesado, lo había descartado porque coincidía con Kokoshca. Desconozco la razón del cambio, pero personalmente me vino bien. Así que a por él, a quemar el último cartucho.
Contra lo que pudiera pensar quien no le conoce, Kaixo no es vasco, es gallego. Hace trap puro y tiene letras tan sugerentes como “Soy la droga de Gaspar Noé”. El público era escaso y no demasiado entregado salvo tres o cuatro -entre los que me cuento. Supongo que no ayudó el hecho de que no supiéramos que tocaba a esta hora. El caso es que fue un concierto con una energía brutal, el cantante se descamisó sin complejos de barriga, y lo dio todo. Tenía el aspecto de un segurata de polígono industrial entrado en años y el alma de un chaval que lo peta en el trap. Sorpresas te da la vida y un concierto que no iba a ser a esa hora terminó siendo quizá lo mejor de un día que nos había dejado varios buenos momentos y música de calidad.
Esperando la edición del año que viene, que sea otra vez en el hipódromo, y que se solucionen los problemas de transporte y de conciertos simultáneos. Y que se cuide un poco más algunas zonas, ahora ya con esta primera experiencia. Veremos.