Antes de comenzar el festival ya hicimos un repaso previo a las películas que se verían, algunas de ellas vistas en otros festivales por nuestro colaborador habitual Carlos Elorza. Ahora, Ricardo Fernández y yo hemos visto algunas de las que nos parecían más interesantes y pasamos a comentarlas a continuación. Empiezo yo comentando.

Recomendaciones para el 17 Festival de Cine y Derechos Humanos

29/03/2019 - Ricardo Fernández

Seleccionamos las películas más interesantes de la próxima edición del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián. Leer más

Funan

Funan es una película de animación que habla del golpe de estado de los Jemeres Rojos en Camboya. El director, Denis Do, es nacido en Francia pero sus padres son camboyanos y vivieron en primera persona los trágicos sucesos. Aunque esta es una película de ficción tiene mucho del relato de la madre del director, que es la protagonista de la película al situarse como una persona que lucha por la dignidad dentro de una situación en la que es fácil perderla.

La trama se reduce bastante a una serie de calamidades, una detrás de otra, sin mucho más alcance. Los guardias son malos, malísimos que siempre están con la cara enfadada, incluso cuando charlan entre ellos. Lo cierto es que es bastante simplista. La animación no ayuda mucho, pues la elección de rasgos sencillos simplifica aún más el carácter de los personajes. Lo que sí funciona bastante bien son los paisajes, especialmente en la recta final a través de la jungla, aunque también las vistas de los arrozales y otros paisajes rurales. Todo muy evocador. Una película demasiado cómoda para lo que está contando.

Skin

Antes de la película pudimos ver el corto ganador del Oscar, Skin. Es una historia con giro resultón y que ahonda en las miserias de una familia que representa la América de Trump. Racismo, pasión por las armas, y sobre todo, una pésima educación para las nuevas generaciones, que es de lo que va en último término. Bastante subrayada y con algunas concesiones excesivas para transmitir su mensaje, pero tiene fuerza en sus imágenes. Y sabor. Es un corto algo forzado pero mucho sabor americano.

En guerre

Stéphane Brizé vuelve por los derroteros de La ley del mercado, al contar otra historia en la que, una vez más, los de arriba se escudan en ese mercado intangible que es el responsable de todo. Solo que esta vez es una historia más chillona, cuestión que pareció molestar a la crítica en Cannes. Lo cierto es que difícilmente puede ser de otra manera cuando se cuenta la historia de un sindicalista y el resto de los trabajadores de una empresa francesa que está a punto de ser deslocalizada para aumentar beneficios. La película es muy realista y eso incluye muchos gritos, interrupciones, comunicación no siempre constructiva. En las acciones de la huelga, en las asambleas, en las discrepancias, en los errores, en la impaciencia. Gritos y desesperación ante un poder intangible y un opresor cada vez menos personificable.

Una película sincera y realista, que nos alerta de los problemas laborales más complejos que amenazan Europa. La deslocalización de las fábricas y la toma de decisiones desde grupos ajenos al propio poder del estado.

 

Jauzi Handia

36 alumnas y alumnos de la UPV se reunieron para hablar de cultura política. A partir de las grabaciones de estas conversaciones, María Elorza ha realizado este cortometraje. Resulta interesante ver cómo afrontan la política los jóvenes, cómo hay algunos que ya han reflexionado algunas cuestiones y otros aún no se las han planteado. El montaje atrevido de Elorza, a partir de pantallas partida y jugando mucho con el fuera de campo, consigue darle bastante ritmo al corto. Además le da algo de personalidad a lo que solo son unas entrevistas a chavales. En ese sentido recuerda un poco al último trabajo de Jonás Trueba.

 

Estos son los comentarios de Ricardo:

 

El estado contra Mandela y los otros

Una película centrada en el juicio de Rivonia, que tuvo lugar entre 1963 y 1964, y en el que Nelson Mandela y ocho compañeros del CNA se enfrentaron a la pena de muerte. Recientemente se han desclasificado las 256 horas de grabaciones de audio de juicio (no había imágenes) y en base a ellas los directores Nicolas Champeaux y Gilles Porte han construido este documental.

Esta película tiene dos vertientes muy marcadas. Por un lado el exquisito trabajo periodístico de Champeaux y Porte, que han conseguido resumir y captar la esencia de los argumentos y estrategias judiciales de ambas partes. Por el otro, las animaciones hechas a mano por parte del artista holandés Oerd van Cuijlenborg, en blanco y negro y muy sugerentes, con las que cubren la ausencia de imágenes del juicio. La tercera pata del banco sería el factor humano que aportan los supervivientes y descendientes de los protagonistas del juicio. Es, quizá, a este tercer elemento al que no le saben sacar partido los responsables de la película.

El documental se convierte, demasiado tiempo, en algo excesivamente judicial, técnico incluso. Por interesante que sea el motivo juzgado una sesión judicial puede acabar siendo tediosa (no hay más que poner la televisión estos días para darse cuenta) y por momentos la película cojea en ese apartado. Si no tropieza del todo es porque las poderosas imágenes de animación y algún testimonio actual consiguen darle el toque humano al relato. Luego está la figura de Mandela y sus palabras que como muestra el documental, dejaron una huella que dura hasta hoy en día en Sudáfrica.

Excess Will Save Us

El corto Excess Will Save Us que acompañaba la película es un curioso documental que parece rodado en los mundos del Bruno Dumont más alocado. Cuenta como en un pequeño pueblo al norte de Francia se dispara una alerta de ataque terrorista debido a la suma de dos hechos independientes como son el comienzo de la temporada de caza y una pelea entre dos trabajadores polacos borrachos por un lado y los miedos y prejuicios de los habitantes por el otro. Un claro ejemplo de lo absurdo de algunos miedos, fobias y alarmas que circulan hoy en día por el mundo.

La (des)educación de Cameron Post

No sorprende que esta película, que adapta una novela de Emily Danfort, ganase el Gran Premio del Jurado del Festival de Sundance porque su estilo es claramente el que ha popularizado con la etiqueta de indie el festival promovido por Robert Redford. La película, ambientada en 1993, gira en torno a una joven lesbiana que es obligada a seguir una terapia de reorientación sexual.

No es una película demasiado original, ni en sus formas ni en su contenido, y tampoco tiene ningún momento potente que vaya a dejar huella; pero su directora, Desirée Akhavan, evita caer en la tentación del melodrama o el tremendismo y prefiere apoyarse en pequeños matices para narrar la historia con la suficiente sensibilidad y delicadeza como para lograr que empaticemos con los “discípulos” que están siguiendo la terapia. El grandísimo trabajo de Chloë Grace Moretz también ayuda mucho a que esto sea así.

A tenor de lo visto estos días en los periódicos, con párrocos ofreciendo terapias de este estilo, esta es una película que mucha gente debería ver más allá de motivos cinematográficos.