Alanis es una película turbia sin necesidad de cargar las tintas.

Alanis es un retrato de la prostitución. La historia de una prostituta. No es una mujer obligada a prostituirse. No es una mujer controlada por las mafias. Es una mujer con una vida difícil que prefiere prostituirse a limpiar letrinas. Una historia contada de manera sencilla y sin potenciar el drama con grandes tragedias. A Alanis no le viola nadie, pero eso no evita que el espectador sienta la vulnerabilidad ante cada hombre que se le acerca. El cliente que insiste en darle por el culo finalmente cede sin agresividad, pero la escena es tan turbia como si le hubiera forzado. A Alanis no le privan de su hijo, pero su relación con los servicios sociales es heladora y siempre con la sensación de que con sus intervenciones no solucionan nada. Más bien al revés. Pero no son crueles e inhumanos, son trabajadores bienintencionados. A Alanis le dan una pequeña paliza por robar el terreno a otras mujeres, pero no es ni mucho menos la tunda que esperamos. Un par de golpes son suficientes para demostrar lo vulnerable que es su situación en la calle.

Anahí Berneri, la autora, no necesita golpes fáciles de guión porque lo que nos quiere contar es que la esencia misma de la prostitución. Puede haber casos mucho más desgraciados, pero no hace falta, el hecho de prostituirse es ya terrible. Es humillante incluso cuando el cliente es amable, no hace falta buscar situaciones extremas. El problema no está en el caso extremo, está en la norma. Y ese es el mayor valor de la película. Y su mayor virtud es ser capaz de transmitirlo, de desagradarnos, de revolvernos sin tener que usar el martillo de la fatalidad. Alanis es una puta más. Es una persona sin protección familiar que no ha acabado sus estudios y que no tiene una salida fácil.

La primera parte de la película empieza con fuerza. Su historia se cuela en el espectador como esos policías de paisano entran en el piso. A la fuerza pero sin excesiva violencia. Sin parar el ritmo, tenemos un retrato realista de la situación, con todos los agentes implicados. La policía, los servicios sociales. Sin buenos ni malos. Es una película que avanza rápido sin recrearse en la tragedia. Solo unos pocos planos le sirven a Berneri para dibujar la situación de la protagonista y para enturbiar el ambiente. La honestidad de la película hace que su realidad sea difícil de descartar. Quizá la segunda mitad baja un poco el ritmo pero la larga escena de sexo, fría y sucia, patética, revaloriza la recta final.

Mención aparte para su protagonista, Sofía Gala Castiglione, que, como la película, sin ejercicios de exceso, transmite perfectamente su amargura, su desesperación, su impotencia, su resignación. Su amor por el hijo mientras le da la teta que ha chupado un viejo en un coche. Alanis es una película sucia como la vida misma.