El cine está perdiendo su dimensión social. Desde que llegaron los multicines, las salas en centros comerciales, las pantallas pequeñas. Todo se volvió mucho más funcional y cada vez menos necesario en la medida que proliferaban los home cinema y ahora el cine online. Pero el público sigue buscando ese ritual, ese acto colectivo. The Room es el ejemplo ideal. The Room es la peor película de la historia. Eso se dice. Y si no la habéis visto, creedme, es verdad. Una película que no funciona en la soledad de tu salón pero que la complicidad del público hace de ella una experiencia divertidísima. De esto habla The Disaster Artist.

Decía James Franco en la rueda de prensa que no querían reírse de la película ni de su director, que no es una parodia. Pero un poco sí lo es. La réplica exacta que consigue de las escenas y su impecable imitación del personaje. Tommy Wiseau, uno de los seres más excéntricos que hemos visto en pantalla y que es totalmente real. Al mismo tiempo, también es una invención de sí mismo. Es todo un caramelito para una comedia. El caso es que Franco lo clava y la única razón por la que no podemos considerarlo parodia es porque no exagera ni un poquito. No hace falta. Además es imposible. Pero como el público que llena las salas en las sesiones nocturnas, Franco también se ríe. Y nosotros con él, la película es muy divertida.

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Lo que sí que es verdad es que esto es algo más que un gag de SNL. Detrás de la comedia hay un intento de comprender a los personajes. La soledad de Wiseau y su incapacidad para tener una relación razonable -cuestión que se refleja por completo en The Room. Franco se ríe, sí, pero también hay ternura en su sonrisa. Aunque esa ternura no le impide ser honesto con el personaje y retratarlo como un autor vanidoso y caprichoso. Esto entronca con Madre! de Aronofsky.

Franco no quiere tanto a Wiseau como Burton quería a Ed Wood. Es normal. Aquel se hacía querer, peleaba contra los elementos y quería contar historias asombrosos. Wiseau tiene una fortuna -no sabemos de dónde- que malgasta con el objetivo de triunfar y ser adorado. Como decía antes, vanidoso y caprichoso. Tampoco tiene un universo como Ed Wood, que tanto fascinaba a Burton. Por eso esta película no tiene esa capa de homenaje a un tipo de cine. Franco no tiene su homenaje centrado en la pantalla, lo dirige al patio de butacas. Es el público el que ha creado el fenómeno de The Room, el que le ha dado un nuevo significado. Quizá el público de salas no está en extinción, solo está cambiando.