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Hay películas que tienen una trama principal con una segunda lectura en forma de alegoría. Darren Aronofsky ha optado por una narrativa donde el desarrollo está principalmente en la alegoría y no en la trama principal. De hecho, llega un momento en el que sería difícil seguir una coherencia mínima de la trama sin apoyarse en aquello que quiere significar. La trama «superficial» quedaría reducida a una pesadilla surrealista en la que puede suceder casi cualquier cosa. Y no sería poco, dada la brillantez estética de la película -de la que hablaré más tarde- pero sería cuando menos desconcertante.

La alegoría es una clase de religión

La alegoría hace un recorrido completo de la biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.  Y lo hace de una manera bastante explícita. Me atrevería a decir que esta adaptación bíblica es más fiel que su anterior incursión con Noé. Desde el principio, la protagonista se refiere a la casa como “su paraíso”. Tenemos a Adán, la costilla, Eva, la tentación, Caín con su maldito golpe de quijada, la barra libre de Sodoma y Gomorra, la palabra de Dios entregada a los hombres… Todo, incluido el nacimiento del hijo de Dios y su sacrificio. Todas las escrituras y, paralelamente, la reacción de los hombre ante la religión.

Aronofsky se interesa de nuevo por ese universo que combina la mitología con la ciencia ficción, como ya hacía en Noé, donde recreaba un universo apocalíptico típico de la ciencia ficción futurista -eso en primera parte, lo único salvable de esa película. Aquí mezcla la historia del mundo -la de verdad, quiero decir- con un universo fantástico en el que existe un Dios y sus milagros. Estas ideas recuerdan un poco al relato de La torre de Babel de Ted Chiang.  Mezcla la mitología cristiana con el fanatismo religioso, la agitación política del siglo XX, con sus guerras, la superpoblación, la protesta -por cierto, por si no la habéis visto en versión original, lo hace en español, con el grito chileno “El pueblo unido jamás será vencido” de Quilapayún. Mezcla la arrogancia del hombre que no acepta prohibición en el paraíso, con un alegato ecologista en el que el irrespetuoso humano no cesa hasta que no lo rompe todo. Seguramente, este universo mitad racional, mitad mitológico, funciona mejor que en Noé porque se mueve en el terreno de la alegoría y no se muestra de forma directa.

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Una de las claves de la religión -no solo la cristiana- es personificar conceptos abstractos en personalidades humanas. Aronofsky va más allá, asignado esas ideas a personajes que tienen una construcción independiente de su concepto religioso. Me explico: son personas normales, no representan directamente el concepto sino que lo evocan a través de la metáfora, por más que esta sea muy explícita. En realidad es una pareja, con unos problemas muy cotidianos. Problemas en el paraíso. Una mujer recluida en su casa, sumisa, ante un marido que toma decisiones para ambos sin consultarla. Una mujer que intenta encontrar la felicidad para ambos. Una pareja que tiene un conflicto con tener hijos. Una entrega asimétrica en la que ella está mucho más involucrada, dará su corazón si es necesario, y absorbida mientras que él tiene otros intereses, fuera de la pareja. Es verdad que hay elementos fantásticos desde el principio y que el desmadre argumental hace imposible seguir sin tener en cuenta el trasfondo, pero hay una historia de personajes no mitológicos. Aronofsky refleja así conceptos ambiciosos (Dios, Madre tierra…) en las pequeñas particularidades cotidianas de unas personas actuales. También es un buen trabajo de interpretación de su excelente reparto, especialmente de los protagonistas, Jennifer Lawrence y Javier Bardem, que consiguen la ambigüedad de ser un personaje cotidiano y un concepto, al mismo tiempo, con todo lo que eso conlleva.

La estética es asfixiante

Más allá de consideraciones argumentales, Mother! es una pesadilla asfixiante y claustrofóbica. La protagonista no puede salir de la casa, su universo. Tal y como ha comentado Aronofsky, con inspiración de El ángel exterminador de Buñuel. Esta casa tiene una decoración, por dentro y por fuera, que nos puede hacer pensar en ciertas comunidades rústicas religiosas. Pero la protagonista no solo está encerrada en su casa, está también asediada con la cámara que la sigue a donde vaya, siempre encima de ella -no tan literalmente como en Pi, o en Requiem por un Sueño. Está más en la línea de la cámara de Cisne negro, que perseguía a la bailarina por el escenario. Recuerda un poco al estilo claustrofóbico de El hijo de Saul, aunque sin forzar la profundidad de campo, jugando solo con el encuadre para centrar el universo de la película en ella. También hay continuamente unos saltos bruscos de eje, pasando de filmarla de espaldas a grabarla de frente, con el consiguiente impacto. El montaje va volviéndose más brusco y frenético en la medida que la locura va aumentando.

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Volviendo a Cisne negro, aquí también vuelve a haber un trabajo de sonido intenso. Los pasos, los materiales, el fuego. Es toda una experiencia sensorial que ayuda al tono de delirio de terror pesadillesco. Tiene también mucho parecido aquí La fuente de la vida, seguramente la única otra película del director que llega a esta ambición temática. Como en aquella, es muy importante la imaginería de la vida, la naturaleza. Algunas imágenes aéreas en las que el verde de la vida va variando. Si en aquella se utilizaba una iconografía new age, en esta, como no podía ser de otra manera, son las imágenes religiosas. La luz “divina” en la cristalera del techo, la sangre, el fuego, el corazón. Imágenes violentas, tan propias del gore católico, como el bebé destrozado.

La semilla de Aronofsky

Una película tan extraña como esta tiene difícil clasificación pero está claro que juega con el género de terror. Demasiado así la están vendiendo en los tráilers lo que puede llevar a la decepción a más de un espectador. En cualquier caso, las claves están ahí. La sombra de La semilla del diablo sobrevuela toda la película. La mujer encerrada en casa y los visitantes, el embarazo. Tanto es así que hasta ha habido un cartel homenaje a aquella.

Después, el terror toma raíces más fantásticas. La sangre brotando por todas partes, el secreto del sótano, los visitantes imposibles. Falla en algunos sustos sorprendentemente previsibles, como los clásicos momentos de cerrar la puerta del frigorífico, pero consigue una atmósfera turbia y densa. A medida que avanza la película se va apoyando más en la estética fantástica del terror y menos en el suspense social de la primera parte, más cercano al de Polanski.

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Más allá del terror y la visible pasión de Polanski por la religión -ya en su primera película, Pi, había una subtrama relacionada con la cábala judía- aquí hay una importante mirada ecologista, bastante pesimista. La visión de Aronofsky es la de una humanidad decadente que cada vez va a peor, como la situación en la película. Por otra parte, este es el concepto clave en las religiones que parten de la idea de un paraíso en tiempos remotos. Un desprecio por sus semejantes que ya aparecía en Noé.

Hay cineastas de todo tipo. Los que hacen las películas de palomitas, los autores minoritarios, los convencionales, los innovadores… Pero lo más interesante de Aronofsky es que por su talento y por su estatus, es capaz de ejecutar los proyectos más atrevidos sin exiliarse al circuito independiente. Reparto de primera fila, efectos especiales y una promoción que pretende vender un producto para todos, con una película extraña, ambientada en una casa y referenciando a la biblia. Que siga jugando.

 

Madre!

Media Flipesci:
7.6
Título original:
Mother!
Director:
Darren Aronofsky
Actores:
Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer, Domhnall Gleeson, Brian Gleeson
Fecha de estreno:
29/09/2017