Si has disfrutado La llegada y no conoces a Ted Chiang, probablemente quieras descubrirlo. Chiang es el autor de La historia de tu vida, el relato corto en el que está basada la película. Con unas cuantas libertades, todo hay que decirlo, pero la esencia es la misma. Chiang es uno de los autores de ciencia ficción más prestigiosos del momento, con muchos de los habituales premios del género (Hugo, Locus, etc.) en varias de sus obras y sin embargo, hasta hoy solo ha escrito novela corta. No parece tener interés en escribir una novela larga, y se nota en muchos de sus trabajos donde fácilmente se adivina donde podría haber “relleno” para estirarla, pero él decide ser sintético, muchas veces ágil y con elipsis para ir directamente al grano. Quizá eso haga que sus trabajos tengan potencial para adaptaciones cinematográficas, en las que el guionista puede quedarse con la idea y rellenar los huecos en claves de cine. Su estilo literario es bastante funcional, sin demasiados adornos estilísticos. En ocasiones juega con la narración en paralelo, y en uno de los relatos llega a utilizar el tiempo verbal de una manera inusual, pero siempre para ser fiel a su idea.

Chiang se dedica a escribir textos técnicos de software. Su formación es ciencias de la computación, lo que se nota cuando habla de ciencia en general, matemáticas en particular y claro está, software. A día de hoy tiene doce relatos. Al calor de la película, acabo de leer los ocho que se publicaron bajo la edición La historia de tu vida, que es el relato adaptado en La llegada y que da nombre a la compilación, aunque el resto de las historias no tengan relación de ningún tipo. Hace un par de años pude leer el que a día de hoy sigue siendo el último, y del que en su momento escribí unas palabras en mi descuidada página personal: El ciclo de vida de los objetos del software. Esta última, por cierto, la más larga de todas, con 150 páginas. Entonces ya me cautivó. Escribí que era “el texto de ficción más complejo y creíble que he leído jamás sobre inteligencia artificial”. Ahora, gracias a esta excelente película, he vuelto a reencontrarme con él.

Rigor escrupuloso

Una de las características que llama la atención en sus relatos es el profundo rigor. Sus premisas son bastante atrevidas y, en ocasiones, abiertamente fantásticas, pero el desarrollo es detallado y minucioso. Se nota un trabajo de estudio de las materias que trata, ya sea la lingüística, las matemáticas, la inteligencia artificial o la albañilería de la antigua Babilonia. Puede partir de premisas descabelladas que impliquen exhibiciones milagrosas de ángeles, como en El infierno es la ausencia de Dios, pero se toma en serio el desarrollo como si estuviera hablando de la actual carrera espacial. En su formación rigurosa y precisión podríamos hablar del nuevo Arthur C. Clarke, pero al contrario que aquel, sus premisas son mucho más atrevidas. En otras ocasiones, como en El ciclo de los objetos del Software o en Comprende, dos relatos excelentes a mi entender, parte de premisas más o menos cercanas pero llega a extremos muy arriesgados, rozando lo inverosímil, que se sostienen por una inmaculada progresión lógica.

Este estudio y formación por su parte, lleva asociada también una alta exigencia para el lector, con un material que no es nada simple y para el que no viene mal cierta base previa. Por ejemplo, en La historia de tu vida, hay una metáfora, central en el mensaje, que implica la comprensión del concepto de “principios variacionales”, explicados con sencilla brillantez en el texto, pero aún así, complejos. Diría que con acierto, Villeneuve lo deja fuera de la película, pues habría sido difícil de seguir. En Comprende, hay una frase tal que así: “Entiendo el mecanismo de mi propio pensamiento. Sé con precisión cómo sé, y mi comprensión es recursiva”. Dentro del relato tiene todo el sentido del mundo y resulta fascinante, porque utiliza la idea de la metaprogramación para reflexionar sobre la esencia de la consciencia, pero insisto en que, una vez más, es una idea bastante compleja. Dividido entre cero es una desesperada lección de matemáticas.

Revelación

Uno de los temas más recurrentes en sus relatos es la revelación. A veces la tiene el lector ante un giro brillante, pero sobre todo son los personajes los que alcanzan de una manera buscada o casual una revelación. El eureka científico, la evolución de la consciencia, la compresión a un nivel superior. Desde la racionalidad, Chiang parece darle un valor casi místico. Sabe acompañarlo de un componente emocional que lo lleva más allá de lo puramente cerebral. En algunos de los relatos, el aprendizaje de los personajes es un fin en sí mismo, que no lleva a otro objetivo que al conocimiento. Esta idea define muy bien el punto de vista del autor. A veces no es un simple giro si no una comprensión más profunda de algo esencial. Como si el capítulo final de 2001, odisea en el espacio, en el que el personaje evoluciona -como los homínidos ante el monolito- y transciende, fuera una historia entera contada con detalle.

lifecycle-of-software-objects-abc-art

Ucronías

Algunos de los relatos están planteados en tiempos pasados o presentes que son realidades alternativas. Esto es relativamente usual. Lo curioso es que escribe la ciencia ficción desde el punto de vista del conocimiento de la época. No solo el argumento se desarrolla en esa época y realidad alternativa, es como si la historia estuviera narrada por un extremadamente precoz escritor de ciencia ficción de la época en cuestión. Un ejemplo claro es La torre de Babel, donde idea con el ahínco de Julio Verne cómo sería la construcción de la torre, pero desde las creencias de la época, que la tierra es plana y que los astros orbitan alrededor de ella bajo la bóveda celeste. Y por supuesto, con los materiales y la forma de trabajo de entonces. Chiang se pone estas limitaciones y después deja volar su imaginación desde ese punto de vista. También emplea esta idea en Setenta y dos letras, en la que habla del preformacionismo, una teoría biológica que hoy sabemos que no es cierta, pero que en el siglo XIX podría haber sido objeto de un relato de ciencia ficción. Ya que nadie lo hizo, lo aprovecha él, creando una realidad alternativa.

Cabría preguntarse si tiene sentido partir de una teoría científica o de un conocimiento del mundo, que ya sabemos erróneo, para escribir ciencia ficción. Muchas veces se es crítico con las especulaciones científicas que con el tiempo se demuestran falsas (vaya, pasó el 2001 hace tiempo y aún no tenemos bases en la luna ni llegamos a Júpiter). Chiang evita eso partiendo de lo que ya se comprobado como falso o incluso resulta un disparate. Esto expresa muy claramente que la esencia de la ciencia ficción poco tiene que ver con el acierto y mucho con las ideas subyacentes.

Reflexión

El gran motor de los relatos de Chiang es la reflexión, por encima de cualquier otra consideración. Todos parten de alguna idea sobre la que quiere profundizar. Es interesante que al final de la compilación de relatos de La historia de tu vida, hay unas pocas líneas que explican la motivación de cada uno de ellos. La clave suele estar en algún concepto en el que quiere profundizar. En muchos de ellos se adentra en nuestra manera de entender y percibir el mundo.

La esencia de la conciencia y la inteligencia en Comprende y en El ciclo de los objetos del software; la percepción de la belleza y de la esencia de la misma en ¿Te gusta lo que ves? donde también tiene en cuenta la repercusión social; el lenguaje y nuestra percepción del tiempo en La historia de nuestra vida; la ilusión de la certeza en Dividido entre cero donde es capaz de comparar la inconsistencia del álgebra con desenamorarse. Obviamente, no hago más que enunciar los temas, pero las preguntas y la reflexión profunda a la que te inducen estos relatos hace que Ted Chiang sea, sin duda y a pesar de la corta extensión de su obra, uno de los autores de ciencia ficción más sugerentes del momento.

 

Tu padre está a punto de hacerme la pregunta. Éste es el momento más importante de nuestras vidas, y quiero prestar atención, captar cada detalle. Tu padre y yo acabamos de volver de una noche en la ciudad, con cena y espectáculo; es más de medianoche. Salimos al patio para mirar la luna llena. Luego le dije a tu padre que quería bailar, así que me sigue la corriente y ahora estamos bailando lentamente, un par de treintañeros oscilando de un lado a otro bajo la luz de la luna como niños. No siento el fresco de la noche en absoluto. Y entonces tu padre dice:
– ¿Quieres tener un hijo?

La historia de tu vida.