Ricardo FernándezReseña de Der Hauptmann
El alemán Robert Schwentke vuelve a su tierra natal tras haber rodado en Hollywood varias películas como las dos últimas entregasde la serie Divergente, R.I.P.D. Departamento de Policía Mortal o RED. Lo hace con El capitán una película en blanco y negro ambientada en las últimas semanas del Tercer Reich, momento en que un desertor alemán encuentra una maleta conla ropa de un oficial y decide asumir su identidad para sobrevivir. Es el título que cierra la Sección Oficial a concurso del 65 Zinemaldia.
Filmada en un potente blanco y negro la película de Schwntke tiene un punto de partida muy interesante. Una especie de Experimento de Stanford que muestra como el fascismo, el poder y la corrupción son capaces de corromper al ser humano. Una corrupción que comienza arriba, pero que termina por inocularse en todos los estratos de la sociedad. Nada nuevo, es cierto, pero algo interesante en estos tiempos que corren
Para eso El capitán cuenta la historia del soldado alemán Willi Herold (Max Hubacher) al que veremos escapar de unos soldados compatriotas suyos que tratan de matarlo. Cuando consigue escapar veremos como intenta robar unos huevos y no le importa matar para ello, del mismo modo que a los dueños de las gallinas no les importa matar para impedirlo. Ese es el primer paso de su degradación humana. Los siguiente vienen cuando, tras encontrar el uniforme de oficial, se hace pasar por un capitán con una misión encargada por el mismo Fürher. Los soldados desertores que se encuentra en su camino -el final del Reich se ve venir- aceptan su engaño, incluso cuando sospechan de su identidad. Están acostumbrados a obedecer órdenes y las órdenes que da este capitán Herold les vienen bien. La vida es más fácil cuando uno no tiene que tomar decisiones.
A partir de aquí veremos al falso capitán cada vez más cómodo con su poder, olvidado de dónde viene, cualquier empatía para los que hace poco estaban como él e, incluso, su objetivo inicial de salvar el pellejo. Estos son los mejores momentos de la película.
Lástima que la premisa se torne en un recorrido en círculos. Es fácil adivinar cuál es la deriva que va a tomar el protagonista y los hechos comienzan a volverse repetitivos y, a cada repetición, más exagerados. Por momentos incluso absurdos, se detecta un cierto cambio de tono ridiculizando la maldad que no termina de encajar con el tono que tenía la película hasta entonces. La premisa de que cualquiera puede corromperse sepulta a todos los personajes eliminando matices o profundidad.
Entonces llega lo que parece el final, con un bombardeo en el que el cuidado estilo visual desaparece y la explosión de un cuerpo parece hecha con la app de un móvil. El resto del bombardeo no es mucho mejor. Hay un inserto de una imagen en color mostrando como está el lugar de los hechos hoy en día y la acción vuelve a la II Guerra mundial para mostrarnos que no, que ni la película ha acabado, ni la degeneración del falso oficial y sus compinches a tocado fondo. A partir de aquí Schwenke pierde el control de la película y la exageración se torna en parodia y absurdo. El campo de batalla se convierte en sodoma y gomorra y, visualmente, lo que al principio encontraba poderoso, ahora me resulta recargado y pomposo. Sólo los créditos finales, con una especie de performance en la actualidad, consiguen volver a interesarme, acrecentado la sensación de que había mimbres para más.
