Lo que me gusta de La librería es lo que me gusta de Isabel Coixet. Bill Nighy leyendo emocionado a Ray Bradbury y hablando a cámara con su elegante acento. Emily Mortimer dudando con su vestido rojo -perdón, granate oscuro. La frescura de la niña, Christine, Honor Kneafsey. Me gusta el cariño casi fetichista por la ambientación, por esa Inglaterra rural de época, que no es tanto la original sino la que conocemos por el cine. Por eso ha cambiado su forma de rodar, frenándola, volviéndola mucho más novelesca y tradicional de lo que acostumbra. Con alguno de sus caprichos, claro está, como cuando la protagonista sale alegre lanzando papeles rotos al aire. Por lo demás, rueda con la caligrafía de la época. Filma a los dos protagonistas en un cuadro tradicional, mirándose junto al agua, en un entorno y actitud que aprobaría James Ivory, pero no deja de tener su gusto propio por el color y las texturas.
Me gusta la relación entre los dos protagonistas, con ese amor cortés epistolar que es un puente entre los siglos pasados y la era digital que lo ha vuelto a poner de moda. Esa relación a partir de la afinidad. Me gusta la defensa de la librera. No tanto del papel, aunque sí haya bien cuidadas ediciones, como de la figura del ser humano que recomienda de forma personalizada. La película trata más sobre una librera que sobre una librería. El trato personal del pequeño comercio frente a las grandes superficies actuales. Cabría aquí plantearse si el humano es mejor recomendador que el cerebro de Amazon, pero lo que vemos en la película son las emociones asociadas a una recomendación personal, lo que es más difícil de sentir con un algoritmo –Her aparte.
Me gusta cómo Coixet pervierte los géneros para llevarlos a su terreno. Voy a poner un ejemplo de terror, el castillo de Drácula. Cuando la protagonista se acerca por primera vez a la guarida del temido ermitaño del que los aldeanos ya han dado testimonios perversos, vemos una mansión siniestra por fuera, que no invita a entrar, con el portón devorado por la hiedra, y con una puerta de la casa que chirría como manda la convención. Solo falta alguien advirtiendo “Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae”. Y si no lo pone, nos lo imaginamos. Y si no lo imaginamos, Coixet insiste juguetona con un sonido imposible de viento aullando como fondo de toda la escena en el interior. Él, arriba, con un traje perfecto que contrasta -casi de forma fantástica- con una casa descuidada. Ella, adentrándose valiente hacia donde otros no se atreven a entrar, como Binoche en Nadie quiere la noche. Y es que Coixet, como el personaje de Nighy, admira a las mujeres con coraje. Toda esta ambientación de terror, como la de Nadie quiere la noche era de aventura, o la de Mi otro yo era de teen-horror, sirve en definitiva para su forma poco convencional de contar historias de personas.
Me gustan los apuntes feministas, en concreto en los detalles, más que en el propio conjunto que habla de una mujer valiente. La crítica del mansplaining con un montón de hombres explicándole la vida a la protagonista. La defensa de la sororidad, con esa mujer, la amante del escritor, que necesita el espacio sin él, con la otra mujer con la que ha conectado fuera de su relación tóxica. La forma en la que se le recuerda a ella que no tiene pareja y mucho menos hijos. Me gusta que se muestre la ley como lo que suele ser: un arma en manos de los poderosos. “No puedo hacer nada, es la ley”, sí, la que tú misma has creado ad hoc. ¿Nos suena actual?
No me gusta que haya una trama. Que Patricia Clarkson sea una especie de Angela Channing empeñada en derrumbar la librería. Las luchas legales, la extrema fataliadad del negocio. Todo eso me interesa menos e intuyo que a Coixet también, y creo que precisamente por eso también, a mí, como espectador, me llega menos. Me da la impresión -cierta o no, es la impresión que me llevo como espectador- que le interesa más tener a Nighy adorando a Bradbury que resolver una trama. Por mí se la podría haber ahorrado, creo que es el punto más débil. También creo que es, en parte, la razón por la que ha funcionado bien en taquilla y por la que algunos la han calificado como una de las mejores Coixet. A mí no me ha interesado tanto como otras, la veo menos redonda, pero como he dicho, tiene muchas cosas que me gustan.