Ricardo FernándezReseña de Tierra firme
El debut de Carlos Marquet-Marcet en el largometraje fue la notable 10.000 Km., una película que giraba en torno a una pareja que, por motivos laborales, mantiene una relación a distancia. Decisiones vitales y preferencias que marcaban el devenir de la relación. En su segunda película para cine -entre medias un telefilm sobre Companys- el director catalán parte de otra situación bien distinta pero que, en el fondo, guarda muchas similitudes. Si entonces la distancia era enorme, ahora la coexistencia es en el estrecho interior de un barco que sirve de hogar para la pareja protagonista. Dos lesbianas, Kat (Natalia Tena) y Eva (Oona Chaplin), que encuentran en su amigo Roger (David Verdaguer) el donante de esperma que puede satisfacer los deseos de maternidad de Eva.
Tierra firme muestra a tres jóvenes que no viven de acuerdo a las reglas convencionales. Tienen como morada un barco en continuo movimiento por los canales de Londres, muestran una actitud despreocupada y desprejuiciada hacia las relaciones sexuales y, en general, parecen felices con su estilo de vida alternativo. Pero las relaciones personales, sobre todo las sentimentales, se parecen mucho entre si, vivas de la manera en que vivas. Al final todo se reduce a expectativas, proyectos comunes y sacrificios. De eso habla Tierra Firme, como de eso hablaba 10.000 Km.
Ese barco en el que viven que funciona como una metáfora de la inestabilidad en la que viven su día a día. Si echasen el ancla y bajasen a tierra firme las paredes serían más firmes, pero lo cierto es que tampoco les garantizaría una gran estabilidad, por más que el pub donde trabaja Kat se llame Anchor & Hope (Ancla y esperanza) que, por cierto, es el título internacional de la película. Sobre eso mantienen un encendido debate Kat y la madre de Eva, interpretada por Geraldine Chaplin quien, casualmente, es la madre de Oona Chaplin también en la vida real. Esa conversación es uno de los puntos más interesantes de una película que brilla más cuando plantea este tipo de cuestiones, cuando reflexiona sobre el egoísmo, sobre el chantaje emocional o sobre la responsabilidad de la maternidad que cuando abusa de la comedia, sobre todo cuando recurre al humor grueso.
Resulta curioso que la película, como sus personajes, luche por mantener su formas y su propuesta en un terreno alternativo, tratando de alejarse de las fórmulas más convencionales de la comedia romántica pero que haya momentos en que personajes y película se vean presos por esas decisiones y otros en el que no puedan evitar ser más convencionales y previsibles de lo que querrían. Hay momentos de silencio, de complicidad y de química de una naturalidad realmente brillante, resaltados por una gran fotografía y una puesta en escena notables que refuerzan tanto la atmósfera del momento como los contrastes y contradicciones de sus vidas y el mundo en constante cambio en el que viven. Sin embargo hay otros diálogos forzados, algunas escenas alargadas y transiciones que cortan el ritmo, además de un uso del sonido cuyo propósito no acabo de entender y que a veces resta naturalidad a las escenas.
Así, el trío de actores protagonistas por momentos está brillante. Natalia Tena desplegando muchos matices en su interpretación, Oona Chaplin luciendo su elegancia innata en contraste con el ambiente destartalado del barco y protagonizando alguna de las escenas más emotivas de la película y David Verdaguer, otra vez, desplegando su naturalidad y encanto cercano. Sin embargo los tres no pueden evitar caer en algunos momentos en cierto exceso, en cierto punto de naturalidad forzada que puede sacar al espectador de la escena.
Al final Tierra firme es una película con sus aciertos y sus fallos, con momentos que me hacen disfrutar y otros que me hacen torcer el gesto. Un poco como ocurre como les ocurre a Kat y Eva, en su relación, un poco como ocurre con casi todas las relaciones. Así que, pensando en sus pros y sus contras, me he dado cuenta de que quiero a esta película. Podría gustarme más si cambiase algunas cosas, pero es como es y la acepto así. No me voy a casar con ella, no será la película de mi vida. No me he enamorado de ella, pero disfrute de su compañía lo suficiente como para recomendarla y esperar con interés el siguiente trabajo de Carlos Marquet-Marcet.
