La Mojo Workin’ Houseband
Una de las cosas que hacen especial al Mojo es su banda. No es normal ver conciertos con una sección de vientos – incluyendo saxo barítono-, sección rítmica -con un hammond- y las coristas -las extraordinarias Phunkettes-. Está claro que el Mojo bebe de Motown y de Stax, pues unos tenían a los Funk Brothers y los otros a Booker T & the MG’s. Grandes bandas que acompañaban a sus grupos. Pues el Mojo ha seguido la misma fórmula y con mucho trabajo, talento y amor por la música han conseguido que la Mojo Workin’ Houseband tenga un directo sencillamente brutal. Puro soul.
Claro que la banda está formada por músicos de aquí y las estrellas vienen del otro lado del charco. Apenas tienen unos días para ensayar juntos, conocerse, y concretar los matices. Así que hay mucho, muchísimo trabajo previo antes si quiera de conocer a los cantantes.
Ibon Irijoa y Ramontxo Vega llevan tocando en el Mojo desde su cuarta edición, la del 2013, la primera que trajo músicos americanos. Aquel año acompañaron Melvin Davies. Punko contactó con el hermano de Ibón a mediado de verano y acabaron enredándolo. Ibon, que entonces estudiaba en Musikene, contactó con Ramontxo, Mikel Valcarlos, Josu Salegi y acabó enredándolos a ellos también. Después del festival, Xabi Barrenetxea, un compañero de musikene que toca el bajo, se ofreció «por si os hace falta» porque tocaba en un grupo que hacia ese estilo de música. Les hizo falta. «La sección rítmica del primer año no eran profesionales, ni con formación académica y algunas cosas les pillaron por sorpresa. Salió un gran concierto, además muy rockero porque era su rollo, pero para el siguiente año decidieron que no les compensaba».
La difícil elección del repertorio
El proceso de trabajo comienza por cerrar el setlist. Primer problema. Sin irnos muy lejos, este año Spencer Wiggins y Lala Brooks no han puesto las cosas fáciles. Spencer se retiró y se hizo diácono. Prometió cantar únicamente música religiosa. Poco a poco, con el paso del tiempo, ha ido dejando atrás ese compromiso pero aunque haya roto su promesa con Dios, no quiere romperla del todo. Hay canciones que considera demasiado orientadas a la fiesta o cuyas letras no le resultan de todo limpias y se niega a cantarlas, aunque sean hits. Como dice Punko «fue muy claro con nosotros, es lo que hay o lo tomas o lo dejas. Hay que respetarle. Pero que nadie se asuste, es un buen reportorio, aunque más orientado a escuchar y estar atento que a bailar». Lala Brooks, por su parte, tiene la espinita clavada de que temas de las Crystals como He’s a Rebel los cantó Darlene Love. No quería cantarlos, pero al final desde el Mojo han conseguido convencerle.
Lo de este año no es una rareza. Otras veces ocurre que los cantantes han continuado con sus carreras y no les apetece tocar sus temas clásicos. Incluso algunos piensan que la gente ya no quiere oír esos temas. «En 2015 Dee Dee Sharp estaba convencida de que su mejor etapa era la de los años 70, el soul de Philadelphia. Tenía miedo de interpretar el repertorio clásico porque pensaba que nadie iba a querer venir a escuchar eso. Luego salió, vio a toda la gente y al bajar del escenario me dijo «tenías razón». Estaba tan contenta que quería volver e incluso organizar un curso porque ella es profesora».
Cosas de cantantes
Una vez cerrado el repertorio, Punko les pasa los audios los músicos, miran actuaciones en directo en youtube y tratan de conseguir partituras. Esto último no suele ser fácil. Así que las sacan, nota a nota, en base a lo que oyen. Luego el trabajo en casa: «Funcionamos como músicos de estudio. Te dan el papel y para adelante. No son cosas complicadas porque a estas alturas todos conocemos el estilo. Con los audios ensayamos en casa, nos juntamos, la sección rítmica por su lado y los vientos por el nuestro, para ponernos de acuerdo en detalles de comienzos, finales y tonos». Cuando lo dicen parece fácil, pero a mi me sigue pareciendo una barbaridad que suenen tan bien ensayando todos juntos sólo la última semana.
Tratan de ser lo más fieles posibles a la grabación original, pero los cantantes ya no son los de entonces. Ibon y Ramontxo se ríen. «Bueno, los cantantes tienen sus cosas. Igual, según el día que tengan, llegan y te piden cambiar el tono en que habías ensayado. Es algo muy típico en el mundo profesional, muy de cantantes». No es precisamente música negra, pero cuentan una anécdota muy divertida de Lola Flores. Una vez que la cantaora actuó en la Perla con Mujika, un profesor del conservatorio. Dijo la cantaora «Maestro, ese tono me queda un poco alto». Mujika pasó por varios acordes, para llegar al mismo tono en que había empezado y «¿te queda bien así?», «Perfecto». Ramontxo, con una sonrisa picara apostilla, «son cantantes, pero no siempre son músicos». Un cambio de tono, cuentan, puede complicar el trabajo a los músicos y hacer que se pierdan muchos matices. «Hay que saber tratarlos. Por ejemplo Paul sabe hacer un riff con el piano, echar una sonrisa y ganarse al artista que había llegado con el día cruzado».
De todas formas, remarcan que en general el trato con los artistas suele ser muy bueno y asumen estas cosas con buen humor y naturalidad. Aunque los tres, Ibon, Ramontxo y Punko, tienen la sensación de que todos, a su manera, marcan territorio. «A veces parece como si crearan pequeños problemas, pruebas, para ver como las solucionamos, para probar nuestra actitud». De momento han superado todas las pruebas.
Ramontxo comenta que es normal que tengan dudas y se muestren recelosos de que se van a encontrar. «A veces ves vídeos de actuaciones que están dando y actúan en sitios que parecen conciertos de karaoke». El temor se les suele pasar cuando llegan. «Flipan con los vientos. Cuando teníamos cinco vientos alguno nos dijo que nunca había tocado con tantos vientos. Nos hemos planteado cuerdas y timbales… pero no es viable».
¿Ves cómo si que lo tenían?
Especialmente difíciles fueron los conciertos de Dee Dee Sharp y de Betty Harris. «Con Dee Dee salió bien, pero hubo tensión. No nos lo puso fácil. Cambiaba los tempos, los tonos e, incluso, media hora antes de subir cambió el setlist que volvió a cambiar en el escenario». Punko asiente con la cabeza mientras afirma, «Si, pero yo sigo pensando que ha sido la mejor voz que ha pasado por el Mojo».
«Betty Harris nos lo hizo pasar así, así, pero luego bajó encantada, o eso creo», dice Ramontxo. Punko cuenta la parte de la historia que los músicos no sabían «Ella quería sacaros algo que sabia que teníais pero que a su entender no estabais sacando. Pensó, si no lo hacéis por la buenas, será por la malas. Cuando bajó del escenario me dijo «¿ves cómo si lo tenían?». Os desquició de tal manera par sacar la rabia, el groove. Me decía son buenos músicos, Motown lo clavan, pero yo no hago Motown».
En el otro lado los conciertos con Kim Weston, Billy Prince o Mable Johnes, todo facilidades y muy buen ambiente. «El de Mable fue súper emotivo. nos costó mucho sacar los arreglos, pero quedó muy bien y fue algo muy bonito, con muy buen rollo. Ella tiene un caracter muy abierto, muy cariñoso y cercano». Cuentan que vino el hijo, bajista, por si acaso hacía falta que tocara. Al final se dieron cuenta de que no hacía falta y el hijo les decía «sonáis como los vientos de Ray Charles». «Algunos cuando ven la banda funcionando, la sala hasta arriba de gente y el ambiente que se genera, se vienen arriba y entonces te das cuenta de que han llegado ahí arriba por algo».
Adictos a la música
Los músicos suelen repetir de un año a otro, a veces hay alguna variación, pero suele ser obligada. «El que prueba repite, y hay algunos que han venido desde Tenerife, Alicante o Valladolid. Pero es que tocar en una sala llena con estos artistas es una pasada. Por lo que sientes, por lo que aprender y también porque queda muy bien en el curriículo. Si eres músico de vocación quieres aprender y con estos artistas siempre aprendes».
Que se lo pasen bien no implica que no haya un esfuerzo brutal y muchísimas horas de trabajo. «Es el masoquismo del músico. No se nos paga bien porque tenemos necesidad de hacerlo. El curro previo, el estrés, sacar las partituras, sentir que no llegamos… te mina la salud. A veces piensas en mandarlo al carajo; pero luego nos da vida. Venimos porque tenemos que hacerlo, tenemos esa necesidad». Cualquiera que tenga una pasión es capaz de entender estas palabras ¿verdad?.
Ibon explica que «sacar nota por nota cada voz de cada instrumento a partir de lo que escuchamos no es nada fácil. Tenemos conocimientos técnicos para, más o menos, reconstruir lo que no se distingue; pero conseguir eso es un trabajo casi de artesanía. Un trabajo que se suele pagar a precio de oro; pero al final Arkaitz es colega y lo que ha montado nos gusta mucho. Ademas luego escuchas la música, como suena y flipas». La satisfacción del trabajo bien hecho, de hacer lo que te apasiona, de compartirlo con gente que lo valora, lo disfruta y lo agradece, eso es el Mojo y eso es lo que transmite. Ese espíritu es el auténtico motor de un festival pequeño en medios pero rico en talento, trabajo, generosidad e imaginación. Y la Mojo Workin’ Houseband es una parte muy importante de ello.
«El Mojo Workin’ es una perita en dulce para la ciudad, un lujo. No hay mucha gente como ellos (señalando a Jokin) dispuesta a trabajar y a tirar del carro y trabajar como trabajan ellos para sacarlo adelante». No puedo estar más de acuerdo con ellos.
- Ibon Irijoa – Saxo Tenor y flauta
- Ramontxo Vega – Trombón
- Josu Salegi – Saxo Baritono y flauta
- Jon Viejo – Trompeta
- Xabier Oruesagasti – Saxo Tenor
- Adrian Martínez – Trombón
- Xabier Barrenetxea – Bajo
- Carlos Sagi – Bateria
- Paul San Martin – Teclado
- Victor Antón – Guitarra
- Jorge Torres – Guitarra
- Kassandra Charalampi- Coros
- Lara Vizuete – Coros
- Carla Sevilla – Coros