Isabelle Huppert, una grande del cine, imagen del Zinemaldia
Si tuviera que hacer un Top 5 con las mejores actrices vivas indudablemente incluiría a Isabelle Huppert entre ellas. A lo largo de más de casi cinco décadas su mirada ha llenado la pantalla en más de cien películas, algunas de ellas fundamentales para entender el cine de hoy en día. Una actriz que ha trabajado a las órdenes de Jean Luc Goddard, Claude Chabrol, Michael Haneke, Paul Verhoeven, Olivier Assayas, los hermanos Taviani, Hong Sang-soo, Rithy Panh… Respetada y admirada por prácticamente todo el mundo en la profesión y poseedora, además, de un Premio Donostia. No se me ocurre ninguna candidata mejor que esta gran parisina para encabezar el cartel de una edición del Zinemaldia que se puso como reto cambiar y potenciar su imagen.
En cualquier película la mera presencia de esta actriz, capaz de seducirnos, asustarnos, estremecernos o hacernos reír, es un reclamo para ir a verla. Esperamos que su presencia en el cartel diseñado por TGA sea también el presagio de que esta edición va a ser tan interesante como promete. Isabelle Huppert es, además, una actriz muy relacionada con el Festival desde que en 2002 presentase en la Sección Oficial La vie promise (La vida prometida), de Olivier Dahan. Fue en 2003 cuando Claude Chabrol, director clave en su carrera, le entregó el Premio Donostia en reconocimiento a su inmensa contribución al mundo del cine
Aunque Isabelle Huppert estudió Filosofía y Letras en la Universidad de la Sorbona, pronto empezó a destacar en el campo de la interpretación. Debutó en 1971 en un telefilme titulado Los prusianos y tras varias apariciones en otros productos televisivos, un pequeño papel en la película Ella, yo y el otro (César y Rosalie) (1972) y una impactante aparición en la polémica Los rompepelotas (1974) de Bertrand Blier en una escena en la que perdía la virginidad con Gérard Depardieu y Patrick Dewaere, en 1975 rueda Aloïse, la primera película que le hace destacar. Con ella acudió por primera vez a Cannes, festival en el que se ha alzado dos veces con el premio a mejor actriz y del que se haría tan habitual que hoy en día es la actriz con mayor número de películas seleccionadas para la lucha por la Palma de Oro. Con Aloïse también logró la primera de sus 17 nominaciones al Cesar, premio que se llevará en dos ocasiones.
Ascenso, tropezón y consolidación
A partir de ahí comienza una época de ascenso que estuvo a punto de acabar bruscamente. En 1977 rueda La encajera con la que gana un Bafta a mejor actriz promesa y un David de Donatello a mejor actriz extranjera además su segunda nominación a los Cesar. Nominación que repite al año siguiente con Prostituta de día, señorita de noche, su primera colaboración con Claude Chabrol, director clave en su carrera, y que le vale su primer premio a mejor actriz en Cannes. En esos años rueda, entre otras, Salve quien pueda, la vida (1980) de Jean Luc-Goddard (que por supuesto fue a Cannes), y Las hermanas Bronte (1979) de André Techiné junto con Isabele Adjani. En ese momento dulce cruza el charco para participar en La puerta del cielo (1980), de Michael Cimino. A cargo del director que venía de rodar El cazador (1978), La puerta del cielo era la gran apuesta de los estudios Universal para ese año; pero este western -ahora tratado por muchos como una incomprendida obra de culto- fue un fracaso absoluto que apenas recaudó la décima parte de su coste. Fue tal el fracaso que United Artist se hundió y fue absorbida por la Metro-Goldwyn-Mayer. Isabelle Huppert y su pronunciación del inglés no se libraron de las críticas.
Quizá para otra actriz esto podría haber significado el final de su carrera, pero no para Isabelle Huppert quien, centrando su carrera en Europa, continúa trabajando y demostrando que es una de esas actrices que es capaz de llevar a sus personajes más allá de lo que indica el guión. Durante dos décadas sigue cosechando nominaciones, premios y trabajos destacables. Rueda 1280 almas (1981) con Bertrand Tavernier, La trucha (1982) con Joseph Losey, Entre nosotras (1983) con Diane Kurys, Los poseídos (1988) con Andrzej Wajda, La separación con Christian Vincent, La escuela de la carne (1998) de Benoît Jacquot, Los destinos sentimentales (2000) con Olivier Assayas. Aunque si hay un director que marca su carrera esos años es Claude Chabrol. Junto a él rueda en esos años Un asunto de mujeres (1988), Madame Bovary (1991), La ceremonia (1995), No va más (1997) y Gracias por el chocolate (2000), pasando de las mujeres frágiles que marcaron sus inicios a explorar su lado más oscuro. El ejemplo más claro de eso es Celebración que le sirvió para ganar su primer Cesar (en su 8ª nominación) y La Copa Volpi en el Festival de Venecia.
El encuentro con Haneke y la conquista de america
En 2001 se produce un hecho importantísimo en la carrera de Isabelle Huppert y se podría decir del cine europeo: Isabelle Huppert rueda La pianista con Michael Haneke. Si un parrafo más arriba decía que junto a Chabrol había explorado su lado más oscuro, Haneke en esta película lo lleva un paso más allá e Isabelle Huppert realiza una interpretación que vale una carrera. Un papel difícil, duro, retorcido, doloroso, que la actriz aceptó porque, según sus palabras, “en mi oficio hay que atreverse a todo”. Además, se sentía rabiosa consigo misma porque no había aceptado unos años antes un papel en Funny Games (1997) del propio Haneke porque le pareció una película demasiado oscura. Al ver la película se arrepintió. Por suerte enmendó su error y es difícil imaginar La pianista con ninguna otra actriz y no estamos hablando de cualquier película sino de uno de los títulos clave de uno de los directores más respetados e influyentes de las últimas tres décadas.
Desde entonces la carrera de Isabelle Huppert sigue por los mismos derroteros. Tran pronto actúa en la comedia 8 mujeres (2002) de François Ozon, como en el drama distópico El tiempo de Lobo (2003)de Haneke, repite con Chabrol o trabaja con Brillante Mendoza y su peculiar estilo (sin guión). Isabelle Huppert afirma que “si no hay un poco de transgresión, no sé si merece la pena ejercer este oficio” y lo demuestra. Eso le llevó a los 63 años, a atreverse a coger un papel que otras actrices, como Nicole Kidman o Julianne Moore, no se atrevieron a coger: el de protagonista de Elle (2016), de Paul Verhoeven. Esta valentía le sirvió para estar nominada al Oscar. Un nuevo hito en su carrera. No tanto porque esa nominación reafirme nada de su carrera (es un Oscar, no un Flipesci), sino porque la mera nominación, el ganar el Globo de Oro y la cosecha de halagos que recibió de todos los profesionales, hizo que dejase de ser una desconocida para el gran público americano y le permitió conquistar Hollywood, el mismo que le dio la espalda en 1980 tras el fracaso de Las puertas del cielo.
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