Brady Corbet vuelve a armarla con Vox Lux en compañía de una soberbia Natalie Portman. At Eternity’s Gate, la crónica de los últimos días de Vincent Van Gogh firmada por Julian Schnabel sabe a poco y Florian Henckel Von Donnersmarck confirma con Obra sin autor que lo de La vida de los otros debió de ser una inspiración pasajera.

Vox Lux, de Brady Corbet

En la Mostra de 2015, el actor metido a director Brady Corbet, sorprendió a todo el mundo con La infancia de un líder, con la que se llevó el galardón a la mejor ópera prima de la edición y el premio al mejor director de la sección Orizzonti. Con Vox Lux, protagonizada por Natalie Portman, Raffey Cassidy en un doble papel y Jude Law, da el salto a la competición por el León de Oro.

Y si en aquella se centraba en el inicio del siglo XX en Europa, en Vox Lux nos lleva a los Estados Unidos y a algunos de los eventos y patrones culturales que definen el siglo XXI, de la mano de Celeste, una divísima estrella del pop, que toma prestadas canciones de Sia para la película.

Como ya ocurría en la anterior película de Corbet, Vox Lux es tremendamente ambiciosa. En la fondo y en la forma. Una metáfora de la violencia, el culto al famoseo, el atentado contra las Torres Gemelas, la superficialidad de los medios de comunicación en la era del news cicle y la frivolización de todo lo pop, sintetizado en dos intensas horas de biopic de una estrella del pop tan falsa, como posible. Contado con rabia, con un pulso arrollador, con un soberbio trabajo de cámara y de montaje que atrapa, agobia y no da respiro al espectador y nuevamente con una utilización de la banda sonora original y sorprendente.

Aunque tengamos que esperar a la segunda mitad de la película para verla, en cuanto aparece, Natalie Portman toma el control de la película. Su Celeste, diva y divina estrella del pop, es un torbellino, egocéntrica, insoportable, víctima de los tiempos y sobre todo, víctima de ella misma. Su interpretación, una vez más, sobresaliente.
Vox Lux es una película de personalidad furiosa e implacable, llena de ideas de puesta en escena sorprendentes y frescas, que aunque a veces no acaben de funcionar al 100% (como algunos momentos demasiado explicativos de esa voz en off de Willem Dafoe), resulta provocadora y estimulante en el mejor sentido de la palabra.

At Eternity’s Gate, de Julian Schnabel

Y por si tener a Willem Dafoe sólo como voz en off parece insuficiente, también compite por el León de Oro con una película de la que es el absoluto y magnífico protagonista. Se trata de At Eternity’s Gate, una especie de boceto de las últimas semanas de vida de Vincent Van Gogh, con la que el pintor y director de cine estadounidense Julian Schnabel vuelve a la competición del Festival de Venecia, 18 años después de que triunfara con ‘Antes que anochezca’, por la que se llevó el Gran Premio Especial del Jurado, la Copa Volpi para Javier Bardem y el premio a la mejor banda sonora para Carter Burwell.

A la vez crónica de la estancia de Vincent Van Gogh en la Provenza y reflexión sobre la creación artística, At Eternity’s Gate se queda corta en ambos aspectos. Sobran lugares comunes. A pesar de su estilo nada académico y su narrativa poco convencional, parece un producto calculado buscando la complicidad de los espectadores a base de recrear de forma impresionista hechos, personajes y paisajes conocidos por los cuadros del artista holandés o por una lectura rápida de su biografía en la Wikipedia.

Y algo parecido se podría decir sobre sus reflexiones acerca del proceso artístico y la pulsión artística. De Van Gogh y por extensión del propio Schnabel. Dada su doble faceta de pintor y director de cine, podría parecer la persona indicada para ponerlos en imágenes. Pero lo que At Eternity’s Gate ofrece resulta demasiado plano, trillado y generalista y poco se adivina de lo que acabó convirtiendo a Vincent Van Gogh en uno de los pintores más admirados de la historia.

A pesar de la gran diferencia de edad, Willem Dafoe tiene en la actualidad 26 años más que el pintor holandés cuando falleció, el actor estadounidense se transforma en Van Gogh y logra una de las mejores interpretaciones de su carrera, bien secundado por Rupert Friend en el papel de su hermano Theo; Oscar Isaac, en el de Gauguin y Emmanuelle Seigner, Mads Mikkelsen, Niels Arestrup y Mathieu Amalric en personajes episódicos o poco más que cameos.

Never Look Way (Obra sin autor), de Florian Henckel Von Donnersmarck

Y también habla de arte, aunque de forma más aséptica y convencional Never Look Way (Obra sin autor), el regreso a Alemania de Florian Henckel Von Donnersmarck tras su desastrosa inclusión en el cine de Hollywood con ‘The Tourist’, intentando recuperar el éxito de su ópera prima, ‘La vida de los otros’.

La película propone un recorrido de más de 30 años y de más de tres horas de duración por la historia de Alemania, desde la llegada al poder de los nazis hasta los años 60, incluidos los años de régimen comunista en la RDA, a través de la vida de un pintor, desde que es un niño con una sensibilidad desarrollada para el arte y una relación especial con su tía, sus líos amorosos y su lucha por dedicarse a la pintura.
Un proyecto temáticamente ambicioso, lastrado por su narrativa convencional que prefiere quedarse con los aspectos de folletín romántico, en lugar del conflicto interior de su protagonista, su tendencia a sobrexplicarlo todo, bien sea mediante los diálogos o la utilización de la banda sonora y en la que prima la sucesión incesante de hechos y eventos, de forma ágil y efectiva, pero también muy superficial.

La película es la candidata de Alemania para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa y no sería de extrañar que a pesar de su larga duración, se convirtiera en un éxito de taquilla, en especial en esas sesiones vespertinas a las que acude un público maduro y mayoritariamente femenino.

Acusada, de Gonzalo Tobal

La película peor recibida por la crítica y el público del concurso veneciano ha sido la argentina Acusada, segundo film de Gonzalo Tobal, protagonizado por Lali Espósito, Leonardo Sbaraglia y Daniel Fanego y la aparición estelar de Gael García Bernal.
La película arranca con una advertencia de que ni las situaciones, ni lo personajes mostrados son reales. Tampoco hacía falta. No vamos a negar de que algo similar a lo que cuenta Acusada puede llegar a ocurrir. Pero está bastante claro, que tal y como lo cuenta, sería difícil que alguien creyera que lo que cuenta Acusada ocurrió en la realidad.

La película arranca cuando Dolores, una joven estudiante de clase acomodada, se enfrenta al juicio por haber asesinado a su mejor amiga en una fiesta en la que hubo alcohol, drogas y ningún móvil por órdenes estrictas de sus organizadores.
Acusada plantea la sobada dicotomía entre verdad y justicia, la prioridad de las estrategias para ganar el juicio frente al esclarecimiento de la verdad, los juicios paralelos, el papel de los medios de comunicación y la necesidad de ganar no sólo el juicio, sino también a la opinión público. Todo ello rodado con medios y buen pulso, pero de forma demasiado forzada y falsa, por culpa de un guión el que prima la facilidad/posibilidad de plantear ‘los temas’ de la película, frente a la verosimilitud.