Reseña de Angelo
Angelo comienza con un grupo de africanos llegando en barcas a una playas europeas. Pronto descubriremos que no es el S.XXI y no han llegado aquí escapando de la miseria y la guerra. Es el S.XVIII y han sido raptados de su tierra para ser vendidos como esclavos. También descubriremos que aunque muchas cosas han cambiado también hay bastantes que, en esencia, siguen igual.
Lo que nos cuenta el director austríaco Markus Schleinzer en su segunda película como director (antes fue director de casting de Michael Hanekke) es la historia de Angelo Soliman, quien fue raptado de África, probáblemente Nigeria, y vendido como esclavo a los 11 años a una condesa que le bautizó y le dio educación para civilizarlo y “convertirlo en humano”. Su anterior película, Michael, giraba en torno al cautiverio de un niño de 10 años por un pedófilo. Otra vez un niño secuestrado, aunque con un contexto y un desarrollo muy diferente.
Dividida en tres capítulos que corresponden a la infancia, madurez y vejez de Angelo, la película está narrada de manera muy episódica, con bruscos cortes y elipsis que nos muestran el progreso de Angelo en la sociedad. Vemos como pasa de ser un niño asustado, a convertirse en la sensación de moda en la aristocracia por sus progresos culturales. En un bufón, en una atracción para las fiestas, en la representación tópica del imaginario europeo sobre África, en un rebelde por querer ser como los demás… El final, poderosísimo debería provocarnos el sonrojo, no sólo porque es real sino porque hasta hace cuatro días también lo vivimos muy cerca. El fantástico trabajo de fotografía a cargo de Gerald Kerkletz y un cuidado vestuario que ensalza el papel de cada personaje en la escena (aunque según confesaba Schleinzer en la rueda de prensa, no tenga rigor histórico) contribuyen a crear una atmósfera desasosegante e incómoda. La luz y la textura de la imagen no parecen las habituales en las películas ambientadas en esa época, parecen mucho más contemporáneas, lo que acerca aún más la historia a nuestros días.
Angelo Soliman es un ejemplo de como se entendía la integración cultural en el S.XVII y resulta inevitable plantear un paralelismo con la actualidad. En la historia de Angelo vemos una Europa que presume de refinada y culta y parece buscar en el diferente una confirmación de su superioridad, aunque su generosidad les lleva a aceptarlos si se convierten en Europeos. Lástima que no puedan dejar de ser negros -como pide una vez Angelo- y eso siempre recuerde su origen. La condescendencia convertida en misericordia. Nada que ver con la actitud actual en nuestra moderna, culta y unida Europa, donde la tolerancia hacia las culturas diferentes es absoluta y no existe un sentimiento de superioridad hacia los inmigrantes. ¿Verdad?