Reseña de Quién te cantará
Quién te cantará comienza con Lila (Najwa Nimri), una famosa estrella del pop retirada de los escenario, desmayada en una playa. Cuando se despierta en un hospital no recuerda quién es, sufre de amnesia. Blanca (Carme Elias), su asistente personal le explica que pronto está programada una gira de regreso porque necesita el dinero. Así que Lila necesita aprender a cantar, bailar y moverse como la persona que ya no es. Por eso pide ayuda a Violeta (Eva Llorach), una gran fan que trabaja imitando a la estrella en un karaoke y que tiene una tormentosa relación con su hija (Natalia Molina).
Con este punto de partida Carlos Vermut construye su tercera película y realiza un viaje por la autoestima, el amor maternofilial, la generosidad, la creación artística y la autoconsciencia. Hay una metáfora excesivamente evidente al comienzo de la película cuando Lila ve un barco de papel y Blanca, cariñosa, lo deshace y le dice que para volver a hacerlo sólo hay que seguir los surcos. De eso trata la película, del intento de recomponer a una mujer deshecha siguiendo los surcos que ha dejado en otra. No parece casual que la película está ambientada en Rota como tampoco que las mujeres se llamen Violeta y Lila. En ese proceso de deconstrucción, claro, las dos mujeres se conocerán la una a la otra y, lo que es más importante, a si mismas.
Del mismo modo que Violeta imita a Lili, y luego Lili imita a Violeta para acabar construyendo un personaje y una obra propia -ese tema será desarrollado ampliamente en el último tercio de la película-, a Carlos Vermut también se notan los referentes que ha seguido para construir su película, su carrera. Su figura se forma siguiendo surcos propios y ajenos. Su trabajo como ilustrador es clave en su forma de componer las escenas y la influencia de Bergman y Almodovar es evidente una vez más; pero si hay una película en la que no tiene sentido quejarse de esto es en Quién te cantará, que la apropiación y absorción artística forma parte del núcleo narrativo. Casi se podría argumentar que es algo meta argumental. Entre otras cosas la película habla de los fans y está claro que Vermut tiene algo de eso.
Sin embargo hay que decir que Vermut no imita. Vermut se apropia, hace suyos el estilo y el argumento. Lo perverso del desarrollo de la trama, lo oscuro, la manera de resolverlo e incluso la manera de girar el rumbo para hablar de una cosa cuando parecía que lo importante era otra, es propia. Si podemos ver los evidentes surcos de Almodóvar, pero Vermut los dobla de otra forma y la figura resultante es distinta. En Quién te cantará vemos como el director madrileño va evolucionando su estilo. Ya no se tira al vacío sin red, tampoco tienen la necesidad de epatar en cada escena. Ahora no le importa insertar momentos que pueden parecer más anodinos pero que a nivel de escritura definen muy bien los matices del personaje y eso provoca que las escenas clave sean mucho más impactantes. Es ahí cuando el trasfondo de esos momentos aflora y todo cobra mayor sentido. Quizá sorprende menos, pero deja más poso.
Luego está el trabajo de las actrices, todas estupendas. Najwa Nimri aporta su enigmática presencia, su misteriosa voz y su carisma para realizar un papel que le sirve para volver a la pantalla grande por la puerta grande tras unos años centrada en televisión. Natalia Molina está espectacular en una de las escenas claves de la película, aportando interpretación y trasfondo en una escena que con una mala actriz se hubiera quedado en histerismo. Eva Llorach será merecedora de ganar cualquier premio al que le nominen este año. Lo suyo en esta película es, sencillamente, perfecto (por cierto, cuando canta la voz es de Eva Amaral). El Goya de actriz revelación que seguramente gane dentro de unos meses se queda pequeño.
En Quién te cantará la música, como no podía ser de otra forma, juega un papel fundamental. Desde el título sacado de una canción de Mocedades, a la banda sonora de Alberto Iglesias pasando por las composiciones originales para las canciones de la película. Y luego está la canción final, esa versión de Procuro olvidarte de Manuel Alejandro que popularizó Hernaldo Zúñiga y que sirve de detonante de una de las escenas más bellas y emotivas de la película. Una escena que no es pero hubiese sido el final perfecto para una de las películas de la temporada.