Ciro Guerra ya era un nombre a tener en cuenta después de su anterior película, El abrazo de la serpiente, si no antes. Su cine nos lleva a conocer pueblos y culturas de sudamérica que normalmente no suelen aparecer en el cine o, si lo hacen, terminan en un segundo plano pintoresco. Pájaros de verano comienza contándonos las costumbres de un pueblo de la Guajira, con su propio idioma y sus propios ritos. Lo hace desde el respeto, sin crítica ni justificación. Vemos como se pasa de niña a mujer con un largo encierro como imposición. Vemos cuál es el sistema de emparejamiento. Y vemos algo más interesante y universal: las relaciones de poder.
La ventaja de esta película con otras que también tienen ciertas aspiraciones antropológicas es que aquí, poco a poco, se va dando una historia de género que hace que sea mucho más ameno seguir la acción. La clásica historia de ascenso en el narcotráfico, el consecuente crimen, traición, estrategia, honor. Lo que tanto nos gusta y que además está llevado con buen pulso y con energía.
La clave, en esta mixtura, es que los sabores de ambos ingredientes combinan e incluso se potencian. Ninguno es una excusa para tratar el otro. Las mismas luchas de poder dentro de la familia que vemos en los inicios, se reproducen en los negocios. Las mismas cuestiones de honor, costumbre y respeto que servían para controlar cuestiones de dotes, se emplean ahora para abordar decisiones que mueven billetes tasados al kilo. De la misma manera que vemos en El Padrino cómo las normas propias de la familia siciliana rigen para controlar el crimen organizado; aquí vemos cómo es igual de importante las costumbres de esta pequeña población indígena.
Como en su anterior película, Guerra plantea los problemas del choque cultural y de cómo el capitalismo global trastorna la vida de un pueblo que no está preparado para ello. En El abrazo de la serpiente, la lucha por el caucho para consumo mundial requería una explotación muy superior a lo que podría ser normal entre los pueblos del lugar. Aquí es la necesidad de marihuana, cuya demanda aumenta de una manera voraz y las consecuencias son tan grotescas como una mansión en mitad de tierras baldías. La referencia al capitalismo es explícita, pues todo se inicia con unos gringos que quieren comprar marihuana y que, precisamente, están viajando para extender la idea del capitalismo y el rechazo al comunismo. En definitiva, Guerra vuelve a enfrentarse a explotación desmesurada, que tanto daño ha hecho a Sudamérica, a través de una historia con trasfondo ecológico. Mucho menos marcada a nivel estético que El abrazo de la serpiente que tenía un regusto new age. Aquí la forma es el cine de narcos, pero el fondo sigue teniendo una base muy parecida.