Cronica del concierto de Mark Olson e Ingunn Ringvold
Apenas cincuenta personas se reunieron el pasado jueves 29 de octubre para ver a Mark Olson e Ingunn Ringvold en la sala Kutxa Kultur Kluba de Tabakalera. Cifra sorprendentemente baja si tenemos en cuenta que Mark Olson es uno de los fundadores de los Jayhawks y el compositor de algunas de las canciones que convirtieron a la banda en un referente del sonido americana. Quizá la coincidencia de día con otros conciertos apetecibles -en Dabadaba- influyó. El caso es que el aspecto al comenzar el concierto era un poco desangelado y, aunque mejoró un poco, nunca se creó la sensación de estar arropando a los músicos. La distancia de seguridad donostiarra, esos metros entre primera fila y el escenario que muchos acostumbran a dejar en los conciertos de la ciudad, tampoco contribuyó a revertir la situación.
En su nueva aventra musical Mark Olson está acompañado por su pareja sentimental, la noruega Ingunn Ringvold. Aparcados, esta vez parece que definitivamente, sus colaboraciones con Gary Louris y los Jayhawks su propuesta es mucho más sencilla ahora, aunque mantiene la esencia de sus melodías con toque folk y letras evocadoras. Eso si, el folk de ahora no es solo americano y se pueden apreciar influencias del folclore de todos los sitios a los que han viajado y en los que ha vivido la pareja (han llevado una vida bastante nómada los últimos años). En directo son solo ellos dos. Él guitarra y voz -un par de temas cambia la guitarra por un timbal-, ella teclado, percusión o qanun y coros. ¿Y qué es el qanun? Pues un instrumento de cuerda, una especie de cítara de origen árabe que ella toca con maestría y genera una atmósfera muy especial, una curiosa mezcla oriental para la música americana de Olson.
Las voces de los dos empastan bien y su actitud en el escenario transmite cierta tranquilidad y cercanía. El adjetivo que mejor define este concierto, para quien esto escribe, es agradable, pero sin llegar a los niveles de emoción que se esperan de alguien que ha compuesto canciones como Over My Shoulder o Blue. Es difícil saber si la frialdad provocada por el escaso público influyó en su actuación, o si fue su actuación fue la que no consiguió calentar al escasísimo público; pero se me antoja complicado desenlazar ambas circunstancias. O quizá fue un problema de expectativas porque en cualquier caso no fue un mal concierto.
Eso sí, los mejores momentos, los que hicieron circular una corriente eléctrica entre el público, un murmullo de excitación al reconocerse las primeras notas, fueron las canciones de los Jayhawks. Pronto recuperó Two Angels y más tarde sonaron también Clouds, Over My Shoulder y Blue. Esos dos últimos temas, sobre todo, fueron los momentos álgidos de la noche, los dos momentos por los que ya merecía la pena pagar la entrada. El sentimiento y la dulzura de los coros de Over My Shoulder y la muy especial y personal versión, algo exótica, de Blue.
La sombra de Jayhawks fue alargada esa noche. Para lo bueno y para lo malo. Para elevar el concierto y el listón de exigencia.