Reseña de The Old Man & The Gun
- Me encanta jugar al mus y perder
- ¿Perder? Será Ganar
- Jo, eso ya tiene que se la leche
Este sencillo chiste es uno de mis favoritos. No sólo porque me hace gracia sino porque tiene un punto de ternura y porque, en el fondo, conozco perfectamente esa sensación de perder pero disfrutar con el juego. No necesariamente el mus -que en concreto sería un buen ejemplo dadas mis últimas experiencias- sino con otras aficiones que me gustan más. Competitivo como soy, me gusta el reto, me gusta la preparación, me gusta la disputa y si además gano pues miel sobre hojuelas. Vamos a ver, que lo que más me gusta es ganar -sin duda- pero disfruto mucho del reto y si no lo logro ya estoy pidiendo la revancha.
¿Y por qué cuento esto? Pues porque no pude evitar pensar en ese chiste, en esa sensación, viendo The Old Man & The Gun, la última película de Robert Redford. En este caso la última no quiere decir “la última de momento”, la última quiere decir que no habrá más películas protagonizadas por esta estrella de sonrisa cautivadora y luminosos ojos azules que para su despedida se ha puesto a las órdenes de David Lowery, director de En un lugar sin ley y A Ghost Story. No ha sido mala elección, no. David Lowery ha sabido impregnar el cariño que necesitaba un proyecto como este que, además de una película, es un homenaje a una de las más grandes leyendas vivas del cine. Con una carrera que ha brillado tanto delante de las cámaras –El golpe, Dos hombre y un destino, Todos los hombres del presidente, El mejor-, como detrás de ellas –Ordinary People, El río de la vida, Quiz show– e incluso como catalizador de nuevos talentos y tendencias con su instituto y el Festival de Sundance. Una leyenda.

Pero volvamos a The Old Man & The Gun y al chiste del mus. ¿Qué tienen qué ver? La película de Lowery está inspirada en la historia real de Forrest Tucker, un ladrón de bancos que fue arrestado por última vez con 78 años tras haberse fugado 16 veces de la cárcel. A partir de esa historia, caso una anécdota, Lowery construye su película y dibuja un personaje encantador, de magnetismo desbordante y con una irresistible pasión por lo que hace: robar bancos y fugarse cuando le atrapan. Si es arrestado se lo toma con humor. Son gajes del oficio, pero que me quiten lo bailado. Jugar al mus y perder. Este Forrest Tucker de la película de Lowery no es un atracador violento, de hecho sus víctimas le definen como educado y encantador. Casi nunca le hace falta enseñar su pistola, prefiere pedir el dinero dando a entender que la tiene mientras muestra su mejor sonrisa. No se me ocurre mejor actor para ese papel que Robert Redford. Sus capacidades interpretativas nunca han sido excepcionales -aunque si correctas- pero su carisma y su encanto si. Pocos actores han sonreído y cautivado a la audiencia como lo ha hecho él. Pocos lo harán.
Frente a esta actitud vitalista, enérgica y apasionada, al otro lado de la ley se encuentra John Hunt (Cassey Affleck) un hastiado y aburrido policía que se contagia del entusiasmo de Tucker y encuentra en el juego de la caza su razón para seguir adelante. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de películas de atracos, la historia no gira en torno al juego del gato y el ratón, en torno a dos personajes que se admiran y se persiguen. Lowery está más interesado en mostrar el estado de ánimo, el placer por ese juego y la comprensión mutua entre los dos personajes. Hacen lo que hacen porque son lo que son sin la habitual justificación de que son lo que son porque hacen lo que hacen. Pero la aparición de Jewel (Sissy Spacek), una viuda aferrada también a su pasión, los caballos, le hace dudar a Tucker. Disfruta de su compañía, de su presencia, y parece dispuesto a renunciar a cosas por no perderla y ese disfrute lo capta Lowery con maestría. La química entre los dos intérpretes es tan brillante que uno se pregunta cómo es posible que Robert Redford y Sissy Spacek no hayan coincidido antes.

Con estos ingredientes Lowery construye una película pequeñita, sin demasiadas pretensiones que habla de los deseos, el anhelo y también de la ausencia y la soledad -temas que también se tocaban en A Ghost Story– aunque sin demasiada profundidad, con mucha suavidad y ligereza. La fotografía granulada de 16mm le otorga una evocadora textura a las imágenes, característica que se potencia al recurrir a imágenes de películas clásicas de Redford para representar algunos flashbacks. En el fondo The Old Man & The Gun es una película como la actuación de Robert Redford: cautivadora, sonriente, encantadora y menos brillante de lo que parece. O quizá si que sea brillante, porque al final el cine es eso, encandilar al espectador. Con una gran historia o con una pequeña que te deja el regusto dulce de un caramelo. Con una gran actuación o con una buena sonrisa que te seduce y te hace querer a ese señor mayor con una pistola (y unos brillantes ojos azules).
