Todo se ha escrito ya sobre Vengadores: Endgame, la nueva película de Marvel Studios y Disney. A estas alturas no debe quedar nadie que no sepa que esta es la vigesimosegunda película del Universo Cinematográfico Marvel (UCM), que supone un fin de ciclo (aunque realmente la tercera fase se cierra con la próxima Spider-Man: Far From Home), que hay superhéroes que mueren, que otros se retiran y que el UCM no volverá a ser lo mismo. También es de sobra conocido que han reventado todos los récords de recaudación y que es un absoluto éxito que, seguramente, haya aliviado a las salas de cines tras un comienzo de año bastante pobre. La película ha copado un número asombroso de salas y las han llenado casi todas. Vengadores: Endgame es más que una película, es un fenómeno. En realidad es la guinda de un fenómeno que comenzó hace once años con Iron Man.
La estrategia de Marvel y Disney de construir un universo propio, con una continuidad argumental que pasa de una película a otra, de un personaje a otro, ha sido muy ambiciosa. No es que sea algo nuevo -los cómics ya funcionaban así- pero cuesta encontrar otro ejemplo tan extremo. Las sagas de éxito –Harry Potter, James Bond, Star Wars, Indiana Jones, Fast & Furious,…- bien cuentan una historia larga dividida en capítulos, bien repiten un personaje y una fórmula a lo largo del tiempo. Lo del UCM es otra cosa. Son diferentes películas, con diferentes protagonistas y diferentes historias que se van cruzando y enlazando hasta converger todas en la misma película. Con motivo de la anterior película de Vengadores comparé el UCM con las series y con Juego de Tronos y si, se parece, a ese concepto; pero en el UCM, como en los cómics, los personajes y las películas tienen mayor independencia sobre la trama principal.
Esta forma de narrar, esta estructura, ha sido un lastre para muchas de las películas de Marvel. Incluso en las que más me han gustado he sentido que había momentos en los que la película estaba pagando el peaje de tener que contextualizar el personaje dentro del UCM. En una serie el montaje paralelo y la propia naturaleza de la serie (se supone que el espectador vio el capítulo anterior) evita tener que situar a los protagonistas y su historia en cada momento, pero el UCM no es una serie. A pesar de ese lastre, Marvel y Disney encontraron la fórmula, el tono y la señal de identidad que convertía, invariablemente, en un éxito cada estreno de una nueva entrega. Con Vengadores: Endgame, además, han conseguido otra cosa: dar coherencia y sentido a todas las películas anteriores. Todas las decisiones previas, todos los flecos, los personajes secundarios… toda la apuesta de Marvel se justifica por esta película.
Esta vez han prescindido de explicaciones, dan por hecho que todo el mundo sabe quiénes son los personajes, de dónde vienen y cómo acabó la anterior entrega (uno de los cliffhanger más potentes que se recuerdan). Con los hermanos Russo en la dirección, no hay riesgo en esta película. Marvel y Disney saben exactamente lo que ha funcionado hasta ahora, cuál es su fórmula del éxito y “se limitan” a ejecutarla de la mejor manera posible. Suena más fácil de lo que seguramente es, viendo como otros intentan copiar la fórmula y no les sale tan bien (Aquaman, Escuadrón suicida, La liga de la justicia..). Es un producto, si. Un producto pensado y calculado, testado y ensayado durante once años para que salga a la perfección. Vengadores: Endgame es la sublimación de todas las virtudes del UCM, de tal manera que sus defectos, que los tiene, quedan eclipsados por la magnitud de la propuesta.
Una propuesta que está dividida en tres partes. En la primera de ellas, Vengadores: Endgame muestra el mundo tras la acción de Thanos en Infinity War. La tristeza, la desesperanza, la resignación, el dolor… muestra el lado más humano y frágil de estos superhéroes y sirve para dar valor y peso a las decisiones que más tarde se tomarán. La segunda parte es la que corresponde a la acción pura y dura en un imparable crescendo que culmina con una gran batalla y un derroche de efectos especiales, medios y épica. Desmesurado, si, por supuesto. Pero es que no esperábamos menos. Es el fin de fiesta, la traca final, el séptimo de caballería al rescate. Que suenen las fanfarrias y que pongan toda la carne en el asador. Tras esa exhausta batalla sólo nos queda una última parte, la resaca de lo que acabamos de ver. Las despedidas y los emotivos homenajes para unos personajes con los que llevamos conviviendo más de una década.
Ni la humanidad, ni la épica, ni el sentimentalismo podrían funcionar si Vengadores: Endgame no tuviera un reparto lleno de grandes estrellas con un carisma desbordante que, además, son notables intérpretes (en estos dos apartados sólo cojea Chris Evans). Centrándose en el equipo original de los Vengadores, auténticos protagonistas de la película, es un lujo contar con un Robert Downey Jr. tan efectivo en su bis cómica como creíble en los momentos más íntimos, con Scarlett Johansson y Jeremy Renner que necesitan muy poco para transmitir la humanidad de sus personajes, con un Chris Hemsworth cada vez más cómodo y desacomplejado en su papel de Thor, o con el atolondramiento encantador (pasado por el CGI) de Mark Ruffalo. Gracias a ellos las transiciones de tono que propone el guion funcionan a la perfección. Esa bis cómica que no es la base de la película (como si ocurre en otras películas como Deadpool), pero que salpica cualquier momento por íntimo, frenético o trascendental que sea. Nada nuevo, otra vez, ni nada que haya inventado el UCM (así, sin pensarlo mucho, me acuerdo de los chistes de John McClane en Jungla de Cristal); pero no importa si funcionan, y a mi en Vengadores: Endgame me funcionan como un reloj suizo.
A mi y a gran parte de la abarrotada sala en la que vi la película a tenor de los aplausos, risas y sollozos que se pudieron oír durante la proyección. Porque esa es otra de las mayores virtudes de esta película: haberse convertido en un evento, haber creado una comunidad, haber protagonizado debates a la salida, haber generado colas y nerviosismo. En definitiva, haberse erigido en una referencia y una experiencia compartida. El placer de ver una película en una sala abarrotada de gente riéndose, vibrando y emocionándose a la vez multiplica sus virtudes y oculta sus defectos. Es como ver un partido de fútbol en el campo, o en un bar lleno de hinchas frente a verlo solo en la tranquilidad del salón de casa. Los penaltis a favor de nuestro equipo son más claros, el árbitro siempre nos pita peor y merecemos mucho más cuando lo vemos en medio de la euforia colectiva que en la tranquilidad de la mantita y el sofá casero.
Hace poco entrevistaba a Álvaro Martínez Bueno, dibujante de DC y apasionado de los cómics y comentaba que era una gozada ver en pantalla todas las cosas que le habían hecho enamorarse de los cómics. Compartir con mucha más gente todas esas virtudes que a muchos nos engancharon a las páginas coloreadas es realmente emocionante. Vengadores: Endgame es un merecido homenaje a todo eso, a los personajes, al formato, al género, a los fans y a la propia saga. No sé qué vendrá a partir de ahora, si después de este clímax Marvel y Disney tendrán algo más que ofrecer o se limitarán a repetir la fórmula hasta agotarla. Sólo sé que esta película la he disfrutado como un niño y que eso no me lo roba nadie.
Álvaro Martínez Bueno, los lápices detrás de Batman y Wonder Woman
10/04/2019 - Ricardo FernándezÁlvaro Martínez Bueno es el dibujante de La Liga de la Justicia Oscura y ha participado en el número 1000 de DC Comics, la serie que vio nacer a Batman. Nos cuenta cómo llegó a ser dibujante de cómics y cómo se hace un cómic de superhéroes Leer más