Ricardo Fernández
Reseña de Rocketman
Tras el éxito de revientataquillas de Bohemian Rhapsody es fácil aventurar que nos espera una época plagada de biopics musicales. Es un género que lo tiene todo para triunfar: gente corriente que alcanza el estrellato y que, como Ícaro, volaron tan alto que el calor del sol les hizo precipitarse al vacío para después (los mitos nunca vienen solos) resurgir de sus cenizas como el Ave Fénix. Alcohol, drogas, excesos y adiciones espolvoreados con una serie de canciones que forman parte de la memoria colectiva y ya sabemos todos lo bien que funciona la nostalgia hoy en día en el cine, y lo infalible que son las canciones karaoke en una fiesta. Vamos, que estos biopics son una apuesta segura.
En este caso el protagonista es Elton John, estrafalario y excesivo, perfecto para protagonizar una película así. Autor, además, de una colección de canciones deliciosas que se convirtieron en éxitos planetarios. Es fácil ver los paralelismos con Freddie Mercury, los dos británicos, amantes del disfraz y el exceso y homosexuales. Claro que Elton John sigue vivo y sus canciones no tienen esa vocación de épica e himno que si tenían los éxitos de Queen. Quizá por eso en Rocket Man recurren en algún momento a Pinball Wizard de los Who (que versionó Sir Elton John).
No se acaban ahí los paralelismos entre las dos películas. Esta la dirige Dexter Fletcher, al que conocíamos como actor en películas como Lock & Stock o Kick Ass pero también como director de Amanece en Edimburgo o codirector sin acreditar en el tumultuoso rodaje de Bohemian Rhapsody que firmó Bryan Singer. Sin embargo Rocket Man es más honesta que aquella porque no trata de ser un biopic, sino una musicalización de un pequeño repaso de su vida. Es un musical hilado con canciones (y versiones a cargo) de Elton John que pasa superficialmente por diferentes anécdotas de su vida sin pretender que sean rigurosas, son meras excusas para enlazar canciones. Un argumento tan profundo como una canción pop de radiofórmula. Tan efectivo también.
Es cierto que canciones como Your song o Tiny Dancer brillaron antes, y mucho más, en otras películas (Moulin Rouge y Casi famosos respectivamente), pero es difícil que suenen y no consigan provocar una emoción. Bien porque su calidad llegue al espectador, bien porque como la magdalena de Proust le evoquen algún recuerdo asociado. Y a eso juega Rocket Man. Con ritmo y una acción que nunca se detiene aunque no pase gran cosa (y además ya nos lo sabemos, conozcamos o no la historia concreta de Elton John). Taron Egerton, además de cantar con gusto y no caer demasiado en la mera imitación del personaje real, aporta mucha presencia y confirma el carisma que se le vio en Kingsman . También funciona muy bien su química con Jamie Bell (si, el de Billy Elliot).
Por lo demás, se nota que el propio Elton John es el productor. No tanto porque suavicen las drogas o el sexo como por un lamentable discurso final en el que el Sir ajusta cuentas con familia y antiguos amantes sin derecho a réplica de una manera bastante grotesca además de los inevitables créditos finales con letreros de la de cosas buenas que ha hecho el bueno de Elton John desde que está sobrio. Ventajas de ser el que paga, supongo.
