Ricardo FernándezReseña de Matthias & Maxime
Durante años prácticamente todos los que nos hemos dedicado a escribir sobre cine hemos caído en el tópico de calificar a Xavier Dolan como “el niño prodigio” o “el enfant terrible” del cine. No había escapatoria cuando hablábamos de un director que con 20 años irrumpió en el panorama cinéfilo con Yo maté a mi madre y con 23 y Laurence Anyways, su tercera película, se coló entre lo mejor de 2012. Este canadiense que era capaz de escribir, dirigir, interpretar, montar y preparar el vestuario de sus películas, se convirtió en alguien amado y odiado por la prensa especializada habitual de los festivales. Su cine era urgente y visceral para algunos, histérico y ruidoso para otros. Detractores y admiradores señalaban sus influencias con la misma velocidad con la que su ego las negaba y así han pasado los años y de repente el Festival de Cannes acoge como una gran estrella, con una larguísima ovación de aplausos, a un director que sigue siendo joven pero ya tiene ocho largometrajes a sus espaldas, treinta años y algún sonoro fracaso. El tiempo pasa para todos y, quizá por eso, Xavier Dolan ya tiene el suficiente camino recorrido para mirar hacia atrás en Matthias & Maxime y contar una historia enfocada en el pasado, que nace y muere allí, algo inédito en su cine hasta ahora.
El Matthias del título es un joven abogado con un brillante futuro por delante, mientras que Maxime es su amigo de toda la vida, que está a punto de irse a Australia durante dos años buscando nuevos horizontes, cansado de las dificultades que le han tocado vivir. Ellos dos, junto con su cuadrilla de siempre, están pasando un fin de semana en una casa en el campo y terminan actuando en el cortometraje estudiantil de la hermana de uno de los amigos. La escena en cuestión consiste en un beso entre los dos jóvenes y eso genera las burlas de los amigos y la incomodidad, sobre todo, en Matthias.
A partir de ahí se inicia una especie de cuenta atrás hasta que Maxime se vaya. Poco a poco vamos conociendo las circunstancias que rodean a los dos protagonistas interpretados por Gabriel D’Almeida Freitas (Matthias) y el propio Xavier Dolan (Maxime). Los problemas de Maxime con su madre -Dolan volviendo a sus fantasmas-, las inseguridades de Matthias, la proximidad de los dos amigos… todo esto lo cuenta Dolan con su inconfundible estilo y haciéndose guiños a sí mismo -esa ropa tendida que recuerda a Laurence Anyways, esa madre interpretada por Anne Dorval, esos momentos musicales amagados, ese corto que alguien afirma que se parece a “Elmodovar”-. Lo hace quizá con menos urgencia que ayer, pero también con más mesura y control, lo que nos deja en el momento de evaluar que nos pesaba más a cada uno de nosotros en sus primeras películas: ese huracán de necesidad que le salía de las entrañas en forma de riesgo y valentía, o la sensación de que todo el talento le explotaba en las manos porque no sabía controlarlo.
Por mi parte creo que Xavier Dolan ha dado en Matthias & Maxime un paso adelante en la dirección y ha rodado,seguramente, su película más compacta. Los momentos musicales marca de la casa, por ejemplo, están perfectamente integrados (y muy bien utilizados) sin la necesidad de alargarlos ni de lucirse con ellos. Eso podría decirse de casi todos los recursos de narración que utiliza, desde el montaje -con grandes aciertos en abruptos cortes en negro- a la composición de los planos, todo está puesto al servicio del guion. Lástima que el problema de la película sea precisamente que, aunque esté muy bien contado, el guion por momentos peca de simple y tiene elementos excesivamente obvios y algunos pasajes pintados con brocha gorda. Eso si, aún con todos esos peros, Dolan consigue construir los suficientes momentos emocionantes y bellos como para inclinar la balanza hacia el lado positivo.
Xavier Dolan ha encontrado su voz y se ha rehecho tras el sonoro patinazo de ese desastre titulado The Death and Life of John F. Donovan, ahora solo falta que vuelva a encontrar una buena canción.
