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Recomiendo ver la película antes de leer. Entro a fondo en algunas cuestiones.

La filmografía de Pedro Almodóvar está llena de ecos de su propio cine. El argumento de Volver es el desarrollo de una idea que explicaba uno de los personajes de La flor de mi secreto. En Todo sobre mi madre hay un paralelismo entre el personaje de Cecilia Roth que vuelve 17 años después a su pasado, digamos, underground, que es precisamente el tiempo que había pasado desde el estreno de su anterior película como protagonista con Almodóvar, Laberinto de pasiones, en una etapa mucho más radical de su cine. No es raro que mezcle los personajes con los intérpretes y la experiencia personal que tuvo con ellos. La citada Volver, en parte era volver a Carmen Maura, después de años de enemistad. También ocurre en varias de sus películas que el protagonista es un director, o al menos, un autor.

 

El primer deseo

Y en todo esta resonancia con su propio cine, quizá Dolor y gloria se lleve la palma (no me refiero a la de Cannes, que ojalá). Antonio Banderas interpreta a Almodóvar, esta vez sin rodeos. El pelo, la ropa y, sin caer nunca en la imitación, también tiene ciertas actitudes, gestos y reacciones. El personaje ha tenido problemas en el pasado con un actor y no ha vuelto a trabajar con él desde una película que rodaron hace 32 años. Sí, la fecha delata claramente a La ley del deseo, y por extensión a Eusebio Poncela, con quien el director no volvió a trabajar. Según la ficción de Dolor y Gloria, porque la heroína que tomaba el actor, a pesar de haberse comprometido a no hacerlo, le daba un tono apagado a un personaje que debía estar eufórico por la cocaína. De lo que fuera la realidad no puedo decir nada, pero sí es cierto que el personaje de Poncela se mete cocaína constantemente en la película y podemos ver que su tono es bastante melancólico.

Pero no basta con la mención indirecta a la película. No, a Almodóvar le gusta volcarse del todo y el juego de espejos con aquella va mucho más allá. En La ley del deseo el protagonista, como en Dolor y Gloria, es un director de cine. El personaje de Carmen Maura se enfada porque no le gusta que este hable de ella en sus películas, igual que le pasa a la madre del director en la última película. En ambas, una personaje de un médico comprensivo es clave y especialmente cercano, para animar al protagonista a recuperarse y a que siga haciendo cine. El personaje de Maura tiene una obra de teatro, como la tiene el personaje de Asier Etxeandia en la nueva. La infancia del personaje de Maura está marcada por ser el solista de un coro de curas, como le ocurre al protagonista de Dolor y gloria -aunque esto esté más desarrollado en La mala educación.

La obra del director se llamará El primer deseo, en referencia a ese despertar del deseo en la infancia, pero hay una segunda lectura. Como ya sabéis, El deseo es la productora de los Almodóvar, y seguro que ya podéis adivinar cuál fue la primera película película de esta productora y por qué se llama así. La ley del deseo fue su primer deseo, con el doble sentido de deseo (la joven Manuela Velasco pedía constantemente deseos a la virgen).

 

Pedro al desnudo

Hay muchas similitudes entre aquella y esta pero al mismo tiempo son muy distintas, sobre todo en tono. Esto se debe a las distintas etapas del director, de la misma manera que la Cecilia Roth de Laberinto de Pasiones venía de otro mundo distinto, más alocado, más transgresor, más underground que su vida en Todo sobre mi madre. Al protagonista de Dolor y gloria le recuerdan que antes se vestía de mujer. Ahora, sin embargo, su aspecto es mucho más convencional.

Como he dicho antes, hay dos obras de teatro, una de Maura en La ley del deseo y otra de Etxeandia en Dolor y gloria. Pero el tono es tan distinto como las propias películas. La de Maura era una especie de performance vanguardista con una pasión desmedida muy explícita. La de Etxeandia es una puesta en escena cruda: un actor, una silla, un monólogo sincero. Así se lo sugiere el protagonista y también le explica que tiene mucho mayor impacto un actor conteniendo las lágrimas que explotando a llorar. Y así es Dolor y gloria. El director hablando con honestidad al espectador en boca de un actor contenido y una puesta en escena que apenas se permite florituras.

Según ha ido evolucionando a lo largo de su filmografía ha habido un movimiento hacia la contención y hacia la madurez -sin que use yo estas etiquetas como algo particularmente bueno o malo-  con algunos requiebros debido a los ecos que comentaba y algunas disonancias como Los amantes pasajeros, ya muy fuera de su elemento. Su anterior trabajo, Julieta, fue una película que hacía de la contención su núcleo emocional. En Dolor y gloria la sobriedad es parte esencial de la propuesta. Si Almodóvar quiere sincerarse, quiere contar sin rodeos sus vivencias, necesita esta verdad en su forma. Muchas veces antes ha formado parte de la obra, con sus vivencias o sus emociones, pero siempre lo ha hecho de manera metafórica, indirecta, a través del artificio artístico. No era menos sincero, pero sí menos abierto. Como aquí Almodóvar se abre con todas las consecuencias, es necesario que huya de la representación y su propuesta sea lo más cruda posible, como la obra de teatro con una silla y un actor cerca del público.

El resultado es demoledor. La sensación de intimidad te envuelve, te desarma, te lleva a tu propia intimidad porque la sensación es muy reconocible. Quizá también de alguna manera como educada respuesta a quien se está abriendo ante ti sin pudor. La película avanza poco a poco con la paciencia y la atención que te regalan una sala de cine, para ir creando una sensación cercanía con el protagonista. Para la identificación con el personaje usa el recurso más viejo del mundo, el sufrimiento, pero se percibe más como una confesión que como un recurso. Es imprescindible el gran trabajo de Banderas, que como comentaba antes no cae en la imitación (aunque el propio director le ofreció esta opción). Pero es que además se aprecia una ternura, a veces simplemente en la mirada, que enriquece el personaje y que, al mismo tiempo se siente como un cariño del actor a su director. Nada que ver, desde luego, con su enérgico y repelente personaje de La ley del deseo. Aquí se muestra derrotado, fatigado, melancólico. Un poco como -quizá involuntariamente- el personaje de Poncela.

Pedro Almodóvar mira a Penélope Cruz.

10/05/2019 - Iñaki Ortiz Gascón

Penélope Cruz es la imagen del cartel de Festival de San Sebastián de este año. También será uno de los premios Donostia de esta edición. David R. Losada nos hace un repaso a la forma en que Pedro Almodóvar filma a la actriz en este vídeo-ensayo, y a las referencias cinematográficas que evoca. Esta es la segunda […] Leer más

Penélope Cruz estupenda como siempre en un personaje que sabe hacer de sobra. Etxeandia intenso, emocional. Es importante que todo el reparto esté afinado para que este ejercicio de sinceridad tenga sentido. El emocionado Leonardo Sbaraglia. O la aterciopelada voz de Rosalía. Hasta el médico, como ya decía, un personaje crucial a pesar de que aparezca poco, interpretado con sólida calidez por Pedro Casablanc. Y digo que es crucial porque el arco del protagonista está precisamente en la recuperación (física pero sobre todo emocional) y en volver a crear, para lo que el médico es un empuje importante y afectivo.

Pero si hay alguien que creo que se come la película esa es la veterana Julieta Serrano, en el papel de su madre. Lo mismo le debió parecer al director que, según contó en el programa de Buenafuente, le pareció que estaba funcionando tan bien que le escribió algunas escenas nuevas por la noche para el rodaje del día siguiente. En mi opinión, algunos de los momentos más intensos de la película.

La adicción y la visita

Si bien la película se apoya en La ley del deseo, hay otra película de la filmografía de Almodóvar con la que guarda mucha relación y es La mala educación. Está el niño que va a entrar a un colegio de curas y que se gana el puesto de solista en el coro. Está la figura del director como reflejo del propio Almodóvar, aunque en aquella más disimulado. Pero sobre todo comparten una estructura similar. Un juego de espejos o de muñecas rusas que en La mala educación era más señalado y virtuoso pero que aquí también está aunque de un modo menos rígido, más natural. Lo vemos en cómo remata la película con metacine, un plano que redibuja lo que habíamos visto. Sitúa toda la parte de la infancia en un contenedor dentro de la propia película, convierte la ficción en ficción dentro de la ficción con efecto retroactivo. También mueve su espacio en el tiempo y cambia la conexión de los personajes.

Lo cierto es que ya hay algunos elementos que nos dan pistas de un tono algo distinto en la parte de la infancia. Se percibe más como un cuento, o al menos con la distancia y la idealización de un recuerdo. Uno de los planos que tiene más artificio almodovariano -insisto en que no considero esta forma mejor ni peor, todo depende del objetivo y esa escena es de una intensidad de deseo prohibido impresionante- es cuando el niño se desmaya a cámara lenta. O cuando las lavanderas cantan tan exageradamente bien y el lavar la ropa se convierte en un acto casi mágico. Todo esto sucede en esa parte de la película.

Además de esa ficción interna, que termina llamándose El primer deseo, hay otra historia dentro de la historia que se llama La adicción. La historia después tiene un reflejo en “la realidad” con la aparición del protagonista de esa ficción, Sbaraglia. De la misma manera que la pintura del niño tiene un eco de esa otra historia. Tanto la subtrama del argentino como de la pintura aparecida no serán vertebrales en la historia, quedarán sin cerrar -o cerradas sin resolver, mejor dicho- solo como recuerdos, ficciones, que emergen a la memoria. Reencuentros.

La obra misma, el guión, tiene una relevancia dentro de la historia. Es muy similar a La visita en La mala educación. La capacidad de Almodóvar para dominar varios niveles de ficción es de maestro y ha crecido con el tiempo. Aunque ya estaba ahí en varias de sus películas. Como cuando en Todo sobre mi madre ensayan las conversaciones para donar órganos. O, precisamente, en La ley del deseo, con el personaje de Laura P. que solo existe en la imaginación del protagonista pero llega a ser sospechosa de un crimen. De nuevo, el guión, en su sentido material, forma parte de la trama.

A pis y a jazmín

En esta oda a la autenticidad no podía faltar un recuerdo para la pantalla que tanto ama Almodóvar. Decía antes que la liturgia de la sala de cine es importante para que esta película evolucione con calma y sin distracciones, y lo cierto es que él mismo ha explicado que Netflix le ofreció que fuera un Original pero él lo rechazó porque quería que se estrenara en salas. Y sus palabras dedicadas a la pantalla de cine de los veranos de su infancia, que huele a pis y a jazmín, demuestran su apego emocional.

Es verdad que sobre todo está cargado de nostalgia personal, pero también de cierta reivindicación del cine como un acto social, una emoción recibida en común. No necesariamente agradable como el jazmín, también sucia como el pis del niño que se mea inocentemente en la pantalla de cine. Quizá es que, tras toda la maduración y contención, algo queda aún del autor de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Almodóvar se dio a conocer meándose en nuestras pantallas.

Penélope Cruz y Antonio Banderas nos hablan de ‘Dolor y Gloria’ y su relación con Almodóvar

19/05/2019 - El Contraplano

Penélope Cruz y Antonio Banderas están en Cannes presentando la última película de Almodóvar, Dolor y Gloria. Juan Arteaga ha estado con ellos y os traemos aquí lo que han contado. Les preguntamos si no les dio pena no compartir plano en la película. Al momento, ambos responden que mucha. Cruz lo desarrolla: “Justo hemos […] Leer más

 

Dolor y gloria

Media Flipesci:
7.5
Título original:
Director:
Pedro Almodóvar
Actores:
Penélope Cruz, Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia, Raúl Arévalo, Julieta Serrano
Fecha de estreno:
22/03/2019