Ricardo FernándezReseña de El joven Ahmed
Los hermanos Dardenne vuelven al Festival de Cannes, un Festival que les ha premiado dos veces con la Palma de Oro (Rosetta en 1999 y El niño en 2005) y del que son unos asistentes fijos (es su novena participación). Lo hacen tras dos películas que, aunque fueron bien recibidas por la mayoría, empezaban a dar señales de un cierto desgaste de la fórmula. Situaciones demasiado inverosímiles, sobredosis de buenrollismo y guiones llenos de anécdotas más que de una trama sólida. Con El joven Ahmed me atrevería a decir que han recuperado el pulso.
No es que en esta película hayan hecho nada nuevo. Su estilo visual sigue siendo el que es, con mucha cámara en mano y planos de seguimiento buscando ese tono cercano al documental, la temática, por supuesto, sigue teniendo la vista puesta en los temas sociales y las clases más desfavorecidas pero en esta ocasión ponen su mirada en la comunidad árabe de Bélgica, que tanto a dado que hablar en los últimos años.
El Ahmed que da título a la película es un adolescente de origen árabe de apenas 13 años que, tras la muerte de su primo que estaba practicando la jihad, entra en contacto con un imán radical que comienza a influir en su carácter y sus decisiones.
Un tema tan complejo y delicado como este los Dardenne lo tratan con sencillez, claridad y empatía. El joven Ahmed hace de su concreción (apenas 84 minutos) una de sus bazas fuertes y con gran habilidad los hermanos Dardenne usan las elipsis para centrar la acción y la mirada justo dónde ellos creen que interesa, sin paja ni relleno. No tratan de sondear de dónde viene la radicalización, no profundizan en el pasado ni los condicionantes familiares o en la sociedad que lo rodea. Simplemente miran a un niño perdido que está sufriendo muchos cambios y ha tomado un camino erróneo. Ahmed está interpretado por un hierático Idir Ben Addi que ayuda a dar cuerpo a un personaje del que es difícil saber lo que piensa o lo que debemos pensar sobre él. Hasta que por una rendija vemos a la persona debajo de esa capa de autómata mentiroso con una misión y, justamente ahí, es donde la película de los Dardenne brilla.
Como decía, los Dardenne siguen siendo ellos mismos en esta película y algo que les define es su mirada luminosa y su Fe patológica en la humanidad. Quizá eso les lleve a forzar ciertas situaciones, pero a veces está bien dejarse llevar por el optimismo. En cualquier caso, se agradece que una película así no trate de ser dogmática ni condescendiente, sólo optimista.
