Un pequeño repaso a algunas películas que se han podido ver en Cannes en Un Certain Regard, la Quincena de Realizadores o la Semana de la Crítica

Chambre 212, de Christophe Honoré

Chambre 212 es la nueva película de Christophe Honoré, este año en Un Certain Regard tras haber competido el pasado en oficial con Vivir deprisa, amar despacio. La protagoniza su musa Chiara Mastroiani, quinta vez que trabajan juntos, y Benajmin Biolay dando vida a una pareja que, tras veinte años de matrimonio, ve peligrar su relación cuando él descubre una infidelidad de ella. Tras una dura discusión deciden pasar la noche separados para reflexionar.

A partir de ahí Honoré construye una especie de comedia melancólica mezclada con fantástico en la que los dos protagonistas viven una especie de representación de sus pensamientos con la visitas de los amores del pasado y, también, de ellos mismos veinte años más jóvenes. Así se enfrentan deseos y frustraciones, sueños y madurez, errores y aciertos en una historia llena de recursos ya conocidos tratados de manera superficial, a menudo torpe y casi siempre muy cursi.

Liberté, de Albert Serra

El polémico y provocador director Albert Serra vuelve a Un Certain Regard con esta película que se trata de una adaptación de una obra de teatro que dirigió en 2018 en Alemania y de una instalación artística que aún se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid.

La historia trata sobre unos nobles que a finales del S.XVII, en el final del reinado de Louis XVI, tratan de llevar el libertinaje -«algo muy serio»- a la corte alemana. Para ello se reúnen en un bosque una noche y dan rienda suelta a sus pasiones en una orgía sin fin en la que los roles continuamente cambian y no se sabe quien mira o es observado, quien domina o es dominado. Un recital de prácticas sexuales retratadas siempre desde lo grotesco y alejadas del erotismo. Penes flácidos, lluvias doradas, analingus, azotes… un desfile reiterativo que a mi, más que provocar o excitar, me ha aburrido bastante. Albert Serra sigue atascado en el SXVII como señal de la decadencia, sigue girando en torno a los mismos conceptos desde hace mucho tiempo y aunque visualmente cada vez es más poderoso -en esta película alcanza unas cotas magníficas y la labor de montaje es exquisita- hace tiempo que sus películas empiezan a ser ecos de si mismas. El jurado de Un Certain Regard no opina como yo y le dio el Premio Especial del Jurado.

O que arde, de Oliver Laxe

Tras pasar por La Quincena de realizadores con Todos vós sodes capitáns y por la Semana de la Crítica con Mimosas, Oliver Laxe ha debutado en el Festival de Cannes, dentro de Un Certain Regard, con O que arde una película compleja en su sencillez y visuelmente muy impactante.

La historia es mínima: tras cumplir una condena por haber provocado un incendio en Lugo, Amador regresa a su casa, en un entorno rural, donde sólo le espera Benedicta, su anciana madre, quien tras tantos años le recibe con un sencillo “estarás hambriento”, como si no hubiera pasado el tiempo. Realmente parece que el tiempo no ha pasado en ese aislado entorno y vemos a Benedicta y Amador trabajar el campo, ordeñar a las vacas y limpiar acequias. A su alrededor, en cambio, el campo se vacía o pierde su identidad.

El pasado y las cicatrices que dejó el fuego pesan sobre Amador que callado observa un mundo que cambia sin que pueda hacer nada por evitarlo. Un mundo en el que la gente que sufre hace sufrir y en el que el fuego puede destruirlo todo o, quizá, sólo acelerar la desaparición de un mundo que se va. Un mundo en el que los acusados no tienen voz para defenderse y la redención se quedó en el baúl de los recuerdos. Oliver Laxe filma el día a día con su estilo naturalista y cercano que contrasta con la belleza poderosa y destructiva de los incendios en el que destaca el impresionante trabajo de la fotografía de Mauro Hercé con quién Laxe registró auténticos incendios con una cercanía que se antoja peligrosa. Una batalla en la que primero el hombre ataca a la naturaleza -bellísimas primeras escenas- y luego la naturaleza devuelve el golpe. Un paso adelante en la filmografía de este interesantísimo director que se ha llevado el Premio del Jurado de Un Certain Regard.

Alice et le maire, de Nicolas Pariser

Nicolas Parisier ha presentado en la Quincena de Realizadores su segunda película, una mezcla de comedia y sátira política protagonizada por Fabrice Luchini y Anaïs Demoustier en los papeles de alcalde de Lyon y una joven filósofa contratada para ayudar al alcalde a superar una crisis provocada por su falta de ideas nuevas.

El texto de Alice et le maire está lleno de rápidos diálogos en los que se tratan de reflejar diferentes caras del juego político y del desencanto por el sistema democrático que se vive hoy en día. A veces con situaciones absurdas, a veces con amagos de debate más profundo, pero sin llegar a definirse claramente por ninguno de los dos caminos. Eso si, tiene chistes y discursos en los que atacan directamente a los bancos y las grandes empresas y eso siempre provoca los aplausos del público, incluso durante la proyección. Un recurso que empieza a ser tan fácil como ponerle el micrófono al público para que haga los coros en un concierto. A su favor la pareja de intérpretes y su magnífico ritmo, que la hacen una película candidata a ser uno de los éxitos de la taquilla francesa del año.

Ceniza negra, de Sofia Quiros

En esta edición de Cannes hemos podido ver varias películas que mezclaban un relato social con otro fantástico basado en la magia y las tradiciones locales. Atlantique de Mati Diop, Zombie Child de Bertrand Bonello y Ceniza negra, el debut en el largometraje de Sofía Quiros.

Ceniza negra cuenta la historia de Selva, una joven que vive en un pueblo costero del Caribe en mitad de un entorno selvático. Selva se enfrenta al paso de la niñez a la madurez con las dudas propias de su edad en un entorno en el que sus padres no están y ella vive con su anciano y senil abuelo. También hay otra mujer anciana -no se sabe si es una tía, una sirvienta o una vieja amante del abuelo- que tiene problemas con el alcohol y las drogas y muchas veces parece menos madura que Selva.

Con estos mimbres Sofía Quiros construye una película muy modesta en medios pero con una mirada muy interesante, algunas situaciones llenas de emoción y una buena combinación del relato mágico con la historia. De hecho, de las tres películas citadas esta, que es la más pequeña, es la que mejor lo resuelve. Un poético relato del adiós a la inocencia.

Zombi Child, de Bertrand Bonello

Cómo decía un poco más arriba, esta es una película en la que el siempre interesante director francés Bertrand Bonello ha mezclado una historia de corte social con la magia y las tradiciones del caribe y el vudú. O por lo menos lo ha intentado. Lo cierto es que este años ha habido muchos zombies por el Festival de Cannes (y no me refiero a los acreditados exhaustos de los últimos días). Además de esta de Bonello también los hemos visto en Atlantique de Mati Diop, The Dead Don’t Die de Jim Jarmusch y, de alguna manera, en Little Joe de Jessica Hausner.

Zombi Child comienza en Haiti durante los años 60 cuando un hombre es convertido en zombie para trabajar en una plantación. De ahí partimos al tiempo presente en el que unas adolescentes van a clases en un prestigioso internado a las afueras de París, entre ellas hay una cuadrilla que ha acogido a un nuevo miembro, una joven que llegó a Francia proveniente de Haití tras perder a sus padres en el terremoto de 2010.

Bonello utiliza la historia de los zombies y las de las chicas para establecer una lucha entre la multiculturalidad y la búsqueda de la identidad propia. Por un lado parece querer mostrar cierta historia de la colonia francesa y su pérdida de identidad. por otro veremos a las jóvenes teniendo conversaciones de adolescentes con los profesores tratando de guiarlas mientras ellas buscan su propio camino. Se atisba por donde quiere ir Bonello, pero en ningún momento las dos historias llegan a encajar completamente. Una pena porque tiene momentos fantásticos, con esa sutileza y maestría que tiene el director de Casa de tolerancia o Nocturama, pero se pierden en un final basto y forzado.