Ricardo FernándezReseña de The Trouble With Being Born
Existe en el cine y la literatura, desde hace muchísimo tiempo, un subgénero de relatos que giran en torno a la idea del ser humano creando seres artificiales que, en cierto momento, adquieren consciencia y vida propia anhelando la humanidad. Desde Pinocho a Blade Runner, pasando por Frankestein, Ex-Machina o Inteligencia Artificial. Es en esa toma de consciencia y anhelo de humanidad donde radica el eje del conflicto y la reflexión sobre qué supone la vida. The Trouble With Being Born, de Sandra Wollner, explora otra vertiente, en esta película el androide no es más que un androide, hace lo que se supone que tiene que hacer y es en la relación de los humanos con él dónde encontramos el meollo de la historia. En el punto de vista que ofrece del ser humano un ente artificial y sin sentimientos. Un enfoque no tan habitual como el anterior, pero que también se ha abordado antes en películas como Her, aunque en esta ocasión de una manera mucho más inquietante y perturbadora.
Seguramente esa, perturbadora, sea la palabra que mejor pueda definir The Trouble With Being Born, titulada así en homenaje a la novela homónima de Emil Cioran. Una película que gira en torno a Elli, un androide con apariencia de niña de 10 años que acompaña a un hombre al que llama papá. Mecánicamente repite los evocadores recuerdos de un verano de chapuzones, sol y paseos y busca consuelo en su padre cuando no puede dormir. La relación resulta incómoda porque se vislumbra, cada vez con más claridad, que la relación no es la que entendemos por apropiada entre un padre y su hija pequeña.
Quién es “papá” y qué quiere, de dónde surgen esos recuerdos que evoca Elli o por qué se comporta cómo se comporta -¿está programada para hacer eso o su inteligencia artificial lo ha deducido a partir de la información recibida?- son preguntas desasogeantes que se vuelven aún más desasosegantes cuando recibimos cierta información del exterior de la casa.
En esa segunda parte, debido a ciertos acontecimientos, Elli cambia de manos y pasa a hacer compañía a septuagenaria que busca en el androide, ahora llamado Emil, el sustituto de su hermano muerto hace 60 años. La programación de Emil, aún con rutinas de cuando era Emil, interfiere con su nueva misión. Lo que vamos descubriendo al ver cómo procesa la nueva información y cómo reacciona ante la antigua es, como decía antes, muy perturbador.
El gran acierto de la Sandra Wollner es que al alejarse de la historia concreta, al dejar que el relato se apoye en los silencios y el fuera de campo -con un estilo frío que recuerda a Jonathan Glazer– convierte la película en algo más universal. Lo que conocemos y, sobre todo, lo que desconocemos nos hace generarnos preguntas acerca de los personajes que vemos; pero también de nuestra sociedad. Así, mostrando a las personas a través del punto de vista de un ser artificial, vemos reflejados a los humanos en lo que le piden al androide, lo que esperan de él y como sus chips procesan, de manera fría y analítica, la información. Los “sentimientos” o “necesidades” de Elli no son más que los que le han programado, que quiera cumplirlos hablá más del programador que de Ellí. Lo más humano de Elli es que, como a sus dueños, los recuerdos le impiden avanzar de manera correcta. Al final, más allá de los sucesos más escabrosos The Trouble With Being Born trata sobre la memoria, la pérdida y la soledad y nuestra incapacidad para sobrellevarlas.
Presentada en la Sección Zabaltegi del 68 Festival de Cine de San Sebastián
