Yellow Cat es la nueva película del kazajo Adilkhan Yerzhanov, director de A Dark-Dark Man que también estuvo en el festival de San Sebastián, en esa ocasión compitiendo en sección oficial, esta vez en Zabaltegi y viene de Orizzonti en Venecia. Es un director que lleva ya unas cuantas películas haciendo circuito por los mejores festivales de cine. Y sin embargo, la historia que cuenta esta película parece haber salido de la cabeza de un adolescente de los años noventa, para el instituto. Quizá esta ingenuidad y frescura sea lo que le da valor a la película. Eso y que la composición visual no es la de un adolescente ni mucho menos.
Yellow Cat es una comedia con un drama de fondo durísimo. Parte básicamente de dos ideas. La primera es que el protagonista se identifica con Alain Delon, se pasea con su sombrero y se sabe de memoria la primera hora de El silencio de un hombre. Solo la primera hora porque no les dejaban más tiempo de tele en el orfanato. Sí, detrás de cada chiste hay un drama. La segunda idea es calcar la trama de Amor a quemarropa, y de paso su banda sonora. Como ya he dicho, una idea salida de la mente de un adolescente noventero con posters de Tarantino y el polar francés. Todo ello aderezado de un humor absurdo con un gag tan ridículo que es delirante, en el que el protagonista se engancha con otro en una discusión repetitiva. Todo muy chanante.
Con estos ingredientes, la película destila ternura y sobre todo, amor por el cine. Esa ingenuidad, como de adolescente, te lleva sonriendo por esas montañas desiertas de Kazajistán. Y como digo, debajo de todo ello, situaciones horribles relacionadas con la corrupción, la pobreza o la prostitución más salvaje. Como motivación, la ilusión naíf de montar un cine en mitad de la nada. Una idea que en estos tiempos que corren, con carroñeros como Disney esperando el derrumbe de nuestras queridas salas, resulta especialmente heroico.