Por qué Nadie me gusta y Aquellos que desean mi muerte no

Nadie
7.1

Estos días comparten cartelera dos películas muy distintas, Nadie y Aquellos que desean mi muerte, pero que tienen una característica común: un cierto regusto a las películas de acción de los 90. Es difícil ver Nadie y no pensar en las pelis de Bruce Willis de aquellos años, del mismo modo que Aquellos que desean mi muerte nos hace evocar aquellos thrillers de supervivencia en la naturaleza que se pusieron tan de moda, como Río salvaje, Límite vertical, Máximo riesgo o Escuela de supervivencia, también ambientada en los bosques de montana. Verlas tan seguidas me ha hecho pensar que las dos películas comparten muchas características -ese regusto noventero, mucha acción, menos de 100 minutos, una trama sencilla- pero que, sin embargo, una me hizo pasar un rato divertidísimo en el cine y la otra me resultó tremendamente anodina. ¿Por qué? Voy a tratar de explicarlo

Previsibilidad

Tanto Nadie como Aquellos que desean mi muerte parten de ideas poco originales y responden a la perfección a sus clichés. Debajo de la acción, los tiros, los saltos y las explosiones en Nadie hay una historia de crisis de la mediana edad con todos y cada uno de los elementos que relata Iñaki en este artículo -vida aburrida, ausencia de vida sexual, maltrato en el trabajo, etc-. En Aquellos que desean mi muerte lo que hay es la clásica historia de redención -personaje atormentado, aislado y con tendencia al autocastigo, al que se le presenta la oportunidad de subsanar su error-. La diferencia es que en Nadie esos clichés no son más que la excusa autoconsciente para arrancar los fuegos artificiales, mientras que en Aquellos que desean mi muerte se regodean en ellos y los subrayan con brocha gorda y, a mi entender, con bastante cursilería.

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07/04/2021 - Iñaki Ortiz Gascón

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Aparte de esos «subgéneros», las dos son, claramente, películas de acción y repsecto a eso tres cuartas partes de lo mismo. Las dos siguen los esquemas propios del género y muy despistado tiene que andar el público para ser sorprendido por la trama. Sin embargo mientras veía Nadie estaba deseando ver el siguiente paso, comprobar hasta dónde podían llegar, disfrutar de cómo lo ejecutaban y reinterpretaban lo que ya hemos visto mil veces. La sorpresa no era tanto en el qué, sino en el cómo Con Aquellos que desean mi muerte la sensación era más bien la de haber visto eso antes y mucho mejor. Sin más.

Protagonistas

Una de las razones por las que me funciona mejor la previsibilidad de Nadie que la de Aquellos que desean mi muerte es por sus protagonistas. Por cómo actúan y por cómo están escritos. Bob Odenkirk es perfecto para el papel, con su aire de tipo normal, aburrido y sobrepasado por la vida. No tiene pinta, y ahí está la gracia, de poder hacer todo lo que su personaje puede hacer. Era lo divertido de los primeros Bruce Willis, no era un tío cachas como Stallone o Schwarzenegger, era un tipo normal, algo calvo, capaz de matar él solo a una panda de terroristas y soltar unos cuantos chistes por el camino. Pues Odenkirk exactamente igual. Bastan 10 minutos de rápida presentación, apoyada en los clichés que comentábamos antes, para saber qué vida lleva, empatizar con él, entender porque salta y, a partir de ahí, desvelar el truco para que comience la acción. Esta película protagonizada por, por ejemplo, Tom Cruise, no sería igual. Estaríamos viendo a alguien demasiado guapo y demasiado exitoso. Estaríamos viendo a alguien capaz de correr más rápido que un tren y saltar de una azotea a otra. Para ciertas películas, eso es perfecto; para esta no.

Una bombera de anuncio

Con Angelina Jolie pasa algo parecido que con Tom Cruise. Cuesta mucho dejar de ver a Angelina Jolie y empezar a ver a su personaje. No ayuda que su presentación esté escrita de manera torpe, a base de flashbacks y diálogos explicativos; pero ayuda aún menos que prácticamente durante toda la película, a pesar de los golpes, las explosiones, el fuego y la vida salvaje, su cutis parezca de porcelana y su pelo sedoso ondee al viento. Su interpretación tampoco consigue hacernos olvidar estas cosas, pero a estas alturas eso no debería sorprender a nadie.

Realismo

Esto nos lleva al otro punto. Las dos películas exigen bastante suspensión de la incredulidad para poder seguirlas. Nadie lo consigue siendo muy autoconsciente. Te planta un “aquí hemos venido a jugar” y te da dos tazas si no quería una. No trata, en ningún momento, de disimular. Esa tono cómico, casi paródico y autorreferencial -no falta nada, ni siquiera los rusos malvados- permite que todo valga y que no se le exija más coherencia que la que marcan sus propias reglas. Aquellos que desean mi muerte no se atreve a tanto, esocge un tono mucho más solemne, y trata de justificar lo que pasa con un cierto aire realista. El resultado fue que no pude dejar de pensar en todas las cosas absurdas que tenía el guion (y son unas cuantas). La elección del tono puede ser una u otra y los dos pueden funcionar a la perfección, pero si decides darle un aire más introspectivo, más solemne y tomarte más en serio, entonces hay ciertas licencias que se toma Taylor Sheridan, director y guionista de Aquellos que desean mi muerte, que me hicieron torcer el gesto por increíbles (en el sentido literal, imposibles de creer).

Sin embargo, y aquí está la conexión con el punto anterior, sentí mucho más reales los golpes, heridas y caídas de Bob Odenkirk que los de Angelina Jolie. Porque me creí su personaje, porque entre de lleno en la propuesta que me hicieron y porque las escenas están rodadas de manera extraordinaria. Con Angelina nunca pude dejar de ver a una estrella de Hollywood, de piel perfecta y con pelo de anuncio de champú, saltando de una torre y notando donde está el truco de la escena.

Dirección

Hablando de trucos, Ilya Naishuller, director de Nadie, con solo dos largos y un puñado de videoclips para su propia banda punk u otras más famosas como The Weeknd, es un experto en ellos. Hardcore Henry, su anterior película, así como varios de sus videoclips, estaban rodados desde el punto de vista del protagonista, como un videojuego en primera persona. Ese tipo de planos requieren saber ocultar los trucos y mucho control del ritmo. En Nadie la propuesta es mucho más convencional; pero gracias a su habilidad logra sorprender con muchos recursos de las peleas y escenas de acción, dejando para el recuerdo una par de escuencias memoralbles y manteniendo la fluidez y el control del ritmo. Como decía antes, unos fuegos artificiales bien lanzados.

Taylor Sheridan, por su parte, ha demostrado ser un gran guionista, capaz de reflejar a la perfección el ambiente seco y rudo de la américa más rural. Comancheria, Sicario, Wind River, son ejemplos de este tipo de buenos neowesterns que es capaz de escribir. En Wind River, además, dirigía, de una manera correcta, funcional y sin destacar, pero demostrando que era capaz de llevar a la pantalla sus propios textos. Esta vez, el guion es mucho más fallido, la protagonista mucho menos capaz y su dirección, que sigue sin llamar la atención, no es capaz de solucionar los problemas del texto. Además, si comentaba que Ilya Naishuller era capaz de ocultar sus trucos, Sheridan no es capaz ni de disimular algún chroma que parece sacado de una videollamada de zoom. Tampoco es capaz de exprimir a una serie de secundarios que tienen la capacidad de llenar la pantalla solo con su presencia. Por lo menos en otras películas.

El guion de Aquellos que desean mi muerte está basado en una novela y coescrito con el autor de la misma. Sin haberla leído me atrevería a enumerar que partes del mismo son deudoras de la novela y que partes corren de cuenta de Sheridan, un autor mucho más contenido y áspero que esta película.

No es tan fácil

Coger una fórmula conocida puede parecer un recurso fácil: Dar al público lo que quiere, conoce y le gusta. Pero conlleva un problema, tiene mucho con qué comparar. En esta pelea con los referentes del género, Bob Odenkirk ha acabado magullado, pero vencedor; Angelina Jolie está impoluta, pero en la lona.