El cine ha tratado en muchas ocasiones la crisis de los 40, ya sea como tema central o tangencial. Ya sea de forma explícita, y más o menos realista, o alegóricamente. Y es natural, pues conlleva algunos elementos dramáticos muy rentables para el guionista. La cuestión pura del paso del tiempo ya es interesante, tanto por el envejecimiento como por hablar de madurar o por el recuerdo de los días que no volverán. Pero es que además suele implicar problemas de pareja, que también son muy jugosos para una trama También entran en juego cuestiones laborales o vocacionales. Simplificando, la crisis de los 40 nos permite hablar de las tres cosas que hay en la vida: salud, dinero y amor.

Dos aclaraciones. 40 es una convención, aquí veréis que nos moveremos entre los treintaypocos y los cincuenta y pocos. Dependerá mucho de la época -no es lo mismo hace medio siglo que ahora-, de cada persona, o del tipo de sociedad. En segundo lugar, quiero aclarar que me centro en la crisis masculina. Para la de las mujeres se podría escribir otro texto con otras películas bien distintas, que también hay unas cuantas, y otra forma de afrontar la crisis.

Aprovecho el estreno de Otra ronda para hablar de este tema. Al final le dedicaré unas palabras. Este es el índice de contenidos:

La representación canónica: American Beauty

He elegido Ameican Beauty para empezar, no porque sea la primera en tratar el tema ni mucho menos, pero sí es una de las que lo hace de manera más directa y representativa. Vamos a poder señalar de forma muy clara las principales características. Además, fue una película muy exitosa. Se llevó 5 Oscars de los gordos, incluyendo mejor película y tuvo una taquilla de 356 millones de dólares, costando solo 15. De cuando los exitazos de taquilla no eran tan caros como ahora. Kevin Spacey tenía 40 años cuando se estrenó; el personaje tiene 42. Casado y con una hija adolescente. Atascado en la rutina con su matrimonio y su trabajo. Añorando sus días felices de juventud. Sintiendo que su vida va, por inercia, en una dirección que detesta. Lo tiene todo.

El amor aburrido y el sexo perdido

La crisis de los 40 suele coincidir con un matrimonio que lleva ya unos cuantos años de rodaje y que, por tanto, se enfrenta al reto de superar la rutina. En el caso de American Beauty esa es una de las tramas principales. Los personajes de Kevin Spacey y Annette Benning están aburridos del otro. Han dejado de tener sexo y su día a día se representa en el tedio de la “música de ascensor” que los acompaña en cada comida. Ella tendrá una aventura con alguien que admira, un ganador, no como su marido. Él tendrá fantasías con una adolescente que, más allá de lo atractiva que pueda ser, representa los sueños húmedos de cualquier adolescente americano clásico: la animadora más sexy. Por supuesto que más allá de la atracción sexual hay una añoranza por el sexo de sus mejores años. Dice él mismo, de forma explícita, que echa de menos cuando su vida era solo “enrollarse con tías”. Ahora está atrapado en un matrimonio en el que ni siquiera folla.

Lost in Translation, podría ser la versión más tierna y menos cínica de American Beauty. También una que ha envejecido mejor. El personaje de Bill Murray resulta mucho más agradable que el de Spacey pero tiene la misma sensación de vida a la deriva y de rutina en su matrimonio. Llamadas transatlánticas que hablan de elegir la tonalidad exacta de rojo para decorar algo que le importa un bledo, muy en la línea de la relación del matrimonio de American Beauty. Distancia física y psicológica con su mujer. También tiene una relación especial con una mujer más joven, aunque en las antípodas de la mentalidad adolescente de follarse a la animadora.

 

El trabajo con responsabilidades y sin motivación

Otra constante presente en casi todas las películas que tratan el tema es el aspecto laboral. Quizá hasta más importante que la relacionada con el amor y el sexo y, en ocasiones, desencadenante del resto de los problemas. Suelen aparecer principalmente dos cuestiones. Por un lado, asumir responsabilidades. Con los años, el trabajador va teniendo más presión en el trabajo, tanto por su posición en la empresa como por la sensación de que no puede permitirse perder el trabajo por ser un padre de familia con hipoteca, coche y demás. Lo dice Spacey explícitamente cuando opta al trabajo en la hamburguesería: “busco el mínimo de responsabilidad”. Una vez más, volver a los años universitarios.

La otra cuestión principal, y que suele dar más juego en el cine, es la pérdida de motivaciones. Atrás quedan los sueños de juventud y las vocaciones. El presente es una oficina gris con pocas posibilidades de llegar mucho más alto o de realizar trabajos que aporten más. La constatación de un fracaso. Me atrevería a decir que este es el verdadero epicentro de la crisis, afectando a los otros ámbitos. Por eso también suele ser el motor de la historia aunque después derive en otras cosas. Es necesario que el personaje de Bill Murray se sienta vacío y perdido haciendo anuncios de Whisky para que suceda todo lo demás.

Además, hay una dimensión social. Es el fin del sueño americano. Un sueño que acaba bajo un fluorescente y entre papeleo. Unas crisis que tienen mucho más sentido en la sociedad neoliberal que vivimos en las últimas décadas, con el ascensor social averiado y con una gran alienación del trabajador. Por eso nos encontrarnos con que dos películas estrenadas el mismo año, ese prolífico 1999, American Beauty y El club de la lucha, tienen dos secuencias prácticamente calcadas, en las que quieren recoger la fantasía de todo trabajador anclado a una mesa de ocho a seis: dejar el trabajo por todo lo alto. Los protagonistas de ambas películas se plantan en el despacho de su jefe con la intención de dejar el trabajo, en ambos casos antes la creciente posibilidad de ser despedidos. Ambos recurren al chantaje a la empresa, con la amenaza de contar los trapos sucios que conocen de sobra, y lo rematan chantajeando al jefe con hacer acusaciones falsas, en un caso de acoso y en el otro de maltrato. Finalmente, y aquí llega lo más importante, salen victoriosos, sin trabajo pero con la compensación económica que buscaban, y sobre todo, el orgullo de la victoria delante de sus compañeros.

Dos escenas muy parecidas

En ambas, una justificación importante de la venganza empresarial es que la compañía tiene comportamientos inadecuados. También una aversión al jefe directo que no es más que un eslabón burocrático en el sistema. El club de la lucha podría tener varios elementos cercanos al tema que nos ocupa, aunque aquí se mezcla con el choque de una generación perdida ante un sistema estancado. Y es que la crisis de los 40 está amplificada por una crisis más general, una crisis del sistema, que es en lo que se centra más la película de Fincher, en la que la edad es menos relevante.

La barriga asoma

La barriga. En algunos casos la alopecia. En general, la sensación de que el cuerpo ya no es el que era y lo que es peor: la situación no va a mejorar. Esto sí que es claramente un elemento asociado a la edad, aunque aquí también influye la época, en la medida en que cada vez nuestra vida se alarga un poco más, no solo en su duración total sino también en sus fases. Toca tomar conciencia y hacer ejercicio. Por supuesto, en American Beauty también aparece esto, empieza a correr y a hacer pesas sin descanso. Se mira en muchos espejos alegóricos, pero en este caso es en el espejo de verdad, el físico, y ve que la cosa empieza a curvarse, literalmente. Probablemente será el cambio más sano que afronte, aunque también lo haga con cierta desmesura y obsesión. Ahora bien, no es la salud la que cuida. No mejora su alimentacion y además vuelve a los porros como en sus años mozos. El único cambio que le interesa es el de la apariencia física.

 

Alegorías de ciencia ficción

He comentado ya algunos títulos que abordan la crisis de una manera directa y más o menos realista, pero tenemos algunos buenos ejemplos en los que películas de ciencia ficción hablan de esto -o de sentimientos equivalentes- de una manera alegórica, cuando aparentemente la trama gira en torno a mundos bien distintos.

Desafío Total: la fantasía de un cuarentón

 

Arnold Schwarzenegger tenía 43 cuando se estrenó esta obra maestra de acción y ciencia ficción. Lo que superficialmente es un despiporre de violencia y espectáculo marciano, tiene un fondo mucho más rico. Y es que con Paul Verhoeven, siempre hay una apariencia lúdica y poco pretenciosa que suele ser la primera capa de muchas más. Ya hablé de la crítica social de Desafío Total en el que fue, por cierto, mi primer texto en El Contraplano. También hay una reflexión sobre la esencia de la realidad, la memoria y la identidad, algunos de los temas predilectos del autor del relato, Philip K. Dick. Pero Verhoeven aún tiene una capa más que ofrecernos, algo que no está en el original. La historia es la fantasía de un cuarentón.

Douglas Quaid es un hombre que tiene la vida perfectamente ordenada. Tiene una bella mujer, la mismísima Sharon Stone, pero mientras desayuna con ella viendo las noticias, aún recuerda el intenso sueño en el que aparece una enigmática morena “atlética, ardiente, modosa y viciosa”. En cambio, su mujer, es complaciente, sensata y representa una vida cómoda y bien amueblada. Quaid la quiere y aparentemente todo va bien pero siente que le falta algo. Está obsesionado con mudarse de planeta nada menos. Le explica a su mujer “No sé si lo entiendes, siento que nací para algo más que esto, quiero hacer algo importante en la vida. Quiero ser alguien”. Ella responde “Pero eres alguien, eres el hombre al que quiero”. Por el gesto de él queda claro que no es suficiente. Al contrario del personaje de American Beauty, Quaid aún no tiene rotos todos los aspectos de su mundo pero ya siente que hay algo que no va bien, que su vida no le gusta.

El problema de Quaid es que su vida es vulgar. La frase comercial de Memory Call es “No deje que la vida le pase inadvertida”. Su trabajo es picar piedra, tal cual, con una taladradora. “Nací para algo más que esto” es una expresión paradigmática de la crisis de los 40. Esta insatisfacción en el trabajo es, una vez más, el epicentro, lo que terminará rompiendo con un matrimonio feliz. “Considérate divorciada” suelta Arnold en una de sus típicas frases lapidarias. Quaid quiere ser algo más pero también, lo va descubriendo, necesita vivir una aventura. Una aventura que le lleva a realizar las tareas más importantes -llegando incluso a la terraformación- pero que también le lleva a una aventura con otra mujer, muy distinta de su pareja. Una mujer que es la idealización de sus deseos -literalmente en este caso- como era una idealización, una fantasía, la animadora entre rosas de American Beauty.

Una amante al gusto

Desafío Total es una fantasía, literalmente. Un sueño conducido. Es un sueño del que la sociedad le invita a despertar, cuando uno de los personajes le ofrece una pastilla para volver a la realidad. Quaid la rechaza. En ese momento de su vida prefiere el sueño a la realidad. Una de las cuestiones filosóficas de la película es la dificultad para determinar la realidad. Pero hay otra cuestión psicológica interesante: suponiendo que asumimos que lo que ocurre es un sueño, ese sueño es o no real. ¿Lo es para el personaje? Es más real que la realidad. Está viviendo su ilusión, aunque conlleve engañarse a sí mismo.

Encuentros en la tercera fase: huida astronómica

Richard Dreyfus tenía 30 años cuando se estrenó una de las mejores películas de Steven Spielberg, Encuentros en la tercera fase. A pesar de la edad, ya tenía un par de críos creciditos, que para entonces era algo normal, así que podemos situarlo en las coordenadas que nos interesan. La película puede tener otras lecturas más espirituales, acerca de la fe o la necesidad creadora, pero en un nivel menos místico tenemos a un padre de familia que siente que le falta algo, que su vida no funciona. Esto le produce cierta crisis familiar. Se puede decir, literalmente, que vive una aventura con otra mujer, aunque no sea en el plano sexual (esto es una película de Spielberg). Una aventura hacia lo salvaje, lo inexplorado, lejos de la civilización y el hogar. Una mujer que representa, ante todo, su libertad.

La búsqueda de algo que falta en su vida y una familia que no le comprende son el centro de esta historia, muy por encima de los misteriosos avistamientos fantásticos. El final confirma la psicología que suelen haber detrás de quienes esperan los OVNIs: el deseo de huir de todo, de una vida insatisfactoria. Dejar atrás las ataduras. Difícilmente se puede escapar más lejos.

El show de Truman: escapando de una farsa

Jim Carrey tenía 36 años cuando se estrenó El Show de Truman pero es cierto que el personaje, que es lo que importa, solo tiene 30. Y el caso es diferente con Encuentros en la tercera fase, porque esto pasa ya veinte años después y porque mientras el otro tenía ya hijos mayorcitos, este no tiene aún (de hecho, tener hijos es una de las presiones sociales que tiene en la película y esto se corresponde más con los 30 que con los 40). Pero tenemos unos cuantos elementos que se repiten en los otros casos comentados.

El Show de Truman trata de muchas cosas. Desde una crítica premonitoria a la telerrealidad (justo un año antes se emitía el primer Gran Hermano en Suecia) hasta la relación del ser humano con su creador, el enfrentamiento con Dios. Pero el tema principal sin duda -porque además es habitual en Peter Weir– es el de la libertad de seguir tu propio camino, al margen de las presiones sociales. Esto nos lleva a un Truman que se siente -una vez más- atrapado en un trabajo gris que no le interesa nada. Trabaja en una aseguradora, como el personaje de El club de la lucha, aunque su despacho es algo más alegre. Tiene, como en varios de los otros casos comentados, un jefe mediocre que viene a hablarle de recortes de personal. Es llamativa la cantidad de películas sobre personas estancadas en trabajos grises sin posibilidad de promoción que afloraron en los 90. Sin expectativas de futuro y atrapados por un sistema falso. Recordemos al Sr. Smith explicándole a Neo que una de las dos vidas que lleva tiene futuro, la otra no. La que supuestamente tenía futuro era la aburrida, claro. Pero esto queda para un artículo sobre el fin del sueño americano, que claramente tiene resonancias en el tema que nos ocupa pero lo excede. Ese repaso muy bien podría acabar con la recientemente estrenada Nomadland.

Truman no solo está atrapado en su trabajo, está atrapado en un pueblo con una sociedad que le fuerza a quedarse. Le indican que es mejor no volar, con toda la carga simbólica que tiene eso. Laura Linney, la mujer de Truman bien podría ser la Annette Bening de American Beauty. Sonrisa forzada, fingir que todo va bien mientras el mundo se derrumba. Él llega a decirle “No me soportas”. Ella forma parte de de ese mundo que conspira para que Truman esté atado a una vida que no quiere. Hasta tal punto que cuando Truman se queja del tráfico que aparece de golpe, ella se queja de si le culpa a ella de eso. Él le responde, “¿Debería?”. Obviamente, en la trama de ciencia ficción, ella está en el ajo, pero la lectura más abstracta de todo esto es la sensación que tiene este hombre en crisis de que el universo conspira para que él no alcance sus sueños, incluida su mujer a la que culpa de su incapacidad de alcanzar sus metas. El drama de ella, más desarrollado en American Beauty, daría para otra película. Aquí no tiene cabida porque efectivamente, como el personaje de Sharon Stone en Desafío Total, es parte de la conspiración, pero sí tenemos un detalle en el que ella rompe ¿la cuarta pared? y pide ayuda, derrumbándose, diciendo que no puede trabajar en esas condiciones, que no es profesional. Ella ya no puede con el papel que le ha impuesto la sociedad, de esposa complaciente con una sonrisa siempre en la cara. Pero esto también es para otro texto sobre la crisis de las mujeres que no creo que yo me atreva a escribir.

Aquí también tenemos a una mujer como desencadenante. En este caso, al contrario que en los otros ejemplos, se le da más peso al elemento romántico que su situación laboral. Ahora bien, observemos un poco esta cuestión. Ella es una aventura absolutamente fugaz que, sobre todo, representa una vida de libertad. Es la vida que podría haber tenido, si su mujer no hubiera ocupado su lugar, si los astros -la dirección del programa- no se hubieran interpuesto entre ellos. Es la vida que no ha tenido, y como tal, tiene la ventaja de ser tan feliz como Truman quiera imaginar en contraposición a su vida cierta. La forma de recordarla es con recortes de revistas, para conformar un rostro de una manera idealizada: lo que quiere de cada modelo de mujer. Un amor a la carta, como cuando el protagonista de Desafío Total diseña la mujer con la que quiere tener una aventura (atlética, ardiente, modosa y viciosa). Es una pura idealización que representa el sueño que se truncó, como en casi todos los casos anteriores, en la época de la universidad, que era cuando todo iba de maravilla. En la salida al mundo laboral y en el matrimonio, los compromisos y las decepciones, es donde se estropeó todo.

Cabe comentar también que en la película hay un momento concreto en el que el personaje se rompe. Podemos ver el punto exacto del inicio de la crisis, que es cuando Truman sale a la calle y empieza a comprenderlo todo y a comportarse erráticamente. Se sale del camino marcado. Grita “¡Que alguien me salve! ¡Soy espontáneo!”. Esta es una “crisis de los 30”, sí, pero tiene muchos elementos que concuerdan perfectamente con las demás. Lo más importante que nos falta aquí, de la crisis de los 40, es la cuestión del envejecimiento. Al ser joven Truman (y Carrey parecerlo) no tendremos barrigas, ni puesta en forma ni nada por el estilo. Para eso, vamos con Mr. Increíble.

 

El héroe ha caído

Los increíbles: ser alguien

Si en los otros ejemplos de ciencia ficción había una alegoría más o menos implícita, en este caso se puede decir que es el tema principal, tanto como lo puede ser en American Beauty. Pixar es especialista en preparar una mezcla, más o menos al 50-50, entre un tema adulto y un colorido cuento para los más pequeños. Así han conquistado durante años la taquilla haciendo disfrutar a toda la familia al completo. La trama de superhéroes está ajustada como un supertraje a una historia de un hombre maduro con una crisis descomunal. No falla nada de lo que ya hemos comentado hasta ahora. Su trabajo gris en una oficina que muy bien podría ser la de American Beauty o la de El club de la lucha, enfrentamiento en el despacho de su mediocre jefe incluido, aunque aquí sale perdiendo.

Mr. Increíble recuerda sus tiempos mozos, antes de tener que sentar la cabeza. Era un héroe. Uno de verdad, pero ese sentimiento no está tan lejos del que tiene el protagonista de American Beauty cuando recuerda su juventud. Cuando todo iba genial y se iba a comer el mundo. Un héroe en plena forma, con muchos sueños que cumplir. Pero finalmente, un héroe caído. No se siente realizado y aunque quiere a su mujer, empieza a distanciarse. Intenta recuperar la chispa de la vida con su colega de viejas aventuras, jugando a policías. Busca las emociones fuertes y así consigue volver a sentir algo. También hay una enigmática y atractiva mujer, a la que desea, más por el contexto de riesgo y emoción que por un deseo real. Nuevamente, la figura de una mujer como símbolo de libertad, como en El show de Truman o Encuentros en la tercera fase. La barriga no le deja cerrar el cinturón así que se pone en forma. Se había dejado, pero no piensa dejarlo así. Los increíbles tiene mucho que ver con Desafío Total, pero aquí más que una ruptura, hay una catarsis, un meneo necesario para salir de un estancamiento y darle un nuevo empuje a una vida que se ha torcido, conservando, eso sí, los valores familiares.

Como la mayoría de las películas de Pixar tiene una lectura de derechas. En este caso es una oda a la meritocracia y al éxito individual competitivo. Esto no choca sino que alimenta la idea de buscar la realización en el trabajo. Hacer algo importante en la vida, ser alguien, como decía Douglas Quaid. Una vez más, el epicentro de toda la crisis está en el desempeño laboral, el resto son réplicas del terremoto. En la segunda parte Bird intenta repetir fórmula, centrándose esta vez en la mujer, aunque en mi opinión, no acierta tanto. No olvidemos que Bird era un hombre de cuarenta y pocos cuando trabajaba en la primera entrega.

Los increíbles tiene mucho de la imaginería de James Bond (la banda sonora, la estética de las primeras películas, el evil genius en su isla con sus esbirros…) y no es nada casual. La saga de 007 es posiblemente la fantasía más descarada de un cuarentón clásico. Excepto Lazemby, todos los actores rondaban los 40, aunque Moore terminó haciéndose muy mayor. Bond es un hombre importante embarcado en exóticas aventuras rodeado de bellas mujeres más jóvenes que él. Cuando un hombre de 40 años te explica cómo hace el gintonic perfecto, en realidad, en su cabeza resuena el “agitado, no revuelto” del Dry Martini de Bond. De entre todas las películas del mítico agente, hay una que nos viene de perlas para hablar del héroe en horas bajas: Nunca digas nunca jamás. La particularidad de esta película, que no forma parte de la saga oficial, es que Connery volvió al personaje muchos años después, y como ya era mayor, la película juega con esta idea. Sus peripecias en un balneario al principio de la película muestran que no está en su mejor momento, es un héroe caído, desplazado por los nuevos. Por supuesto, aún tiene mucho que decir al respecto.

Y luego está la versión cómica de 007, Austin Powers. El pobre empezó pedido en un tiempo que le era ajeno a su juventud y terminó perdiendo su mojo. Pero no vamos a extendernos más por aquí.

Hook: desde el punto de vista de un niño

Volvemos a Spilberg, ese director que nunca quiso crecer. Hook, como todas las versiones de Peter Pan, aunque sean tan libres como esta, habla de no querer madurar. Si bien la mayoría de las otras películas que he comentado nos llevan más a una edad universitaria, con Hook se trata de volver a la niñez. También está uno de los temas favoritos de Spielberg: los conflictos entre padre e hijos. Ya hablé sobre los niños de Spielberg mirando a sus padres. Vamos con lo que nos interesa.

Robin Williams tenía justo 40 años cuando se estrenó Hook. No está en este caso aburrido de su trabajo, al contrario, está absorbido por él, lo cual también es un conflicto. Un trabajo que se nos presenta absolutamente gris. Un hombre que se ha olvidado de jugar. Atado a su teléfono. El típico adicto al trabajo que se pierde los partidos de baseball de su chaval. En otro tiempo, Peter fue el mejor, un líder atlético y divertido. Fue un héroe. Ahora es un abogado pegado a un teléfono (en una época en la que eso no era lo normal).

La gran diferencia de esta historia con las otras es que aquí todo parece estar mirado con los ojos de un niño. Así es Spielberg. Lo que resulta espantoso de la vida que tiene, lo es desde el punto de vista del niño. Que no sepa jugar, que no sea osado, que no tenga imaginación. Que no le haga caso. De alguna manera, es a través de la mirada de su hijo como conecta con el niño perdido que lleva dentro. La bella joven que lo atrae aquí es una figura infantil, Campanilla. Eso sí, para ese personaje Spilberg se cuidó de buscar a la novia de América, Julia Roberts.

Curiosamente, el viaje será casi inverso al de Encuentros en la tercera fase. Si allí se alejaba de sus hijos a una distancia astronómica, aquí cruza las fronteras de la fantasía para recuperarlos. Hook es la vida como a Spielberg le gustaría y seguramente Encuentros en la tercera fase es la vida como él la veía. El resultado final es tirar el teléfono y desconectar de ese trabajo que le aprieta la corbata. Replantear su vida gris y volver a sentir emociones que creía olvidadas. Y de paso, todo esto le unirá más a su mujer. Por cierto, ¿os acordáis que a Truman le aconsejaban no volar?

 

Otra ronda: recuperar la pasión

Y llegamos ya a la película que se estrena esta semana y con la que termino este repaso. En Otra ronda, Thomas Vinterberg, aborda de forma provocativa el experimento de unos profesores que empiezan a beber en horas de trabajo. Sobre la cuestión de los efectos del alcohol, os dejo la crítica de mi compañera Sandra. Yo hice una complementaria en la que hablaba de otro aspecto de la película que me interesaba más: hombres en plena crisis de mediana edad. Aquí el protagonista, Mads Mikkelsen, ya ha pasado los 50, pero hay que situarse en una sociedad como la danesa, con su situación familiar, social, y laboral, encaja más o menos con esos hombres de cuarenta años en los noventa. Tiene un par de hijos adolescentes.

Tenemos, de nuevo, todos los indicadores que hemos comentado hasta ahora. El primero, el desencadenante, es el hartazgo en el trabajo. En este caso no es tanto por una oficina gris de un trabajo sin sentido, pues él es profesor, que de entrada es un trabajo que podríamos considerar más vocacional. El problema viene más de su interior, de perder la ilusión por hacer bien su trabajo. Esto es lo que intentará recuperar, en este caso a través del alcohol, da igual la forma. Su situación desilusionada le provoca problemas en su matrimonio. Ella no ha puesto el problema encima de la mesa pero se ha buscado sus propias vías de escape. Lo que está claro es que, como en muchos de los otros casos, la chispa se ha apagado.

Su particular solución la busca en el apoyo de sus amigos -olvidaos del alcohol, es de fraternidad de lo que estamos hablando- y en volver a sentir emociones de -sí, una vez más- sus tiempos universitarios. Como Mr. Increíble jugando a los policías con su colega Mr Freeze. Como el protagonista de American Beauty fumándose un porro con el vecino. Al igual que en el caso de Los Increíbles, y al contrario que en American Beauty o Desafío Total, aquí más que una ruptura absoluta lo que hay es un revulsivo, una catarsis, un empujón necesario para que el barco siga marchando en la buena dirección y con el ritmo adecuado. No me extiendo más y os dejo con mi crítica.

Si echáis en falta títulos importantes, animaos a compartirlos en los comentarios.

Druk: la pasión perdida

20/09/2020 - Iñaki Ortiz Gascón

7.5 La película comienza con una cita de Kierkegaard: ¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido del sueño. Esto nos sitúa muy rápido en el tema de la película: hombres mayores en crisis. Es todo un género. Otro es el de mujeres mayores en crisis. Sí, son géneros distintos, no […] Leer más