Crónicas desde el Festival de Cannes 2021
O como dicen en el primer número musical de Annette, la película de Léos Carax con la que se ha inaugurado esta edición del Festival de Cannes, So May We Start. Tras un 2020 en el que tuvimos películas con el sello Festival de Cannes en certámenes medio mundo, pero no festival propiamente dicho en la Costa Azul, este año Thierry Frémaux y su equipo han preparado una oferta incluso más inabarcable de lo que suele ser habitual, con más secciones, más películas, más autores y más estrellas que nunca.
ANNETTE de Léos Carax
Léos Carax ya había demostrado en Holy Motors su capacidad para rodar buenos números musicales. De hecho en gran parte de su cine algunas secuencias se resuelven como si se tratara de musicales. Pero con Annette se estrena en el género musical propiamente dicho en su primera película no escrita por él mismo. Porque si bien Annette es una película con el sello inconfundible de Carax, su origen está en los hermanos Ron y Russell Mael, autores de la historia y el guión y su grupo Sparks de la música y las canciones de la película.
La Annette del título es la hija de su pareja protagonista. El padre es Henry un actor de comedia que triunfa con sus ultrapersonales monólogos/performance interpretado de forma arrolladora por Adam Driver. No es el mejor cantante posible, pero no hay duda de que el intérprete de Kylo Ren es uno de los actores del Hollywood que mejor pueden reflejar la dualidad y el descenso a los infiernos del personaje. La madre es Anne una exitosa cantante de ópera francesa interpretada por Marion Cotillard.
Annette es romántica, apasionada, extravagante. Carax y los hermanos Mael continuamente toman decisiones para apartar la película de caminos trillados y dotarle de una personalidad propia. No siempre aciertan, la película no es perfecta, pero siempre mantienen al espectador alerta. El propio Leos Carax en la primera secuencia de la película nos pide que no respiremos hasta el final. Y aunque no lo consiga, fisiología obliga, no hay duda de que lo intenta.
Annette: La ópera rock de Leos Carax
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Arranca luminosa y dinámica. Con el número So May We Star que recuerda al de las acordeones del intermedio de Holy Motors. Pero se va volviendo más y más oscura, casi negra. Se pasa del kitsch del We Love Each Other So Much al Sympathy for the Abyss final.
Los distintos episodios en los que se descompone la película se corresponden con las noticias que ofrece sobre la pareja protagonista un informativo rosa televisivo. Momentos determinados de sus vidas que les llevaron a la primera plana de la actualidad informativa. Porque Annette habla sobre las relaciones de pareja, pero también sobre cómo afectan el éxito y la fama a las mismas, sobre los celos profesionales y la necesidad de mantenerse en el candelero y las relaciones entre los medios de comunicación con las celebridades y el público con sus ídolos. Sin mucha profundidad, pero sacando el máximo provecho a la teatralidad, a la artificiosidad y al sentido del espectáculo propios del género musical.
TOUT S’EST BIEN PASSÉ de François Ozon
Todo un habitual de los principales festivales del mundo, el francés François Ozon vuelve por quinta vez a Cannes tras su ‘doblete’ de 2020 en el que Verano del 85 fue seleccionado por este festival y a la vez concursó en el de San Sebastián, con esta adaptación de una novela cuasi autobiográfica de su antigua colaboradora Emmanuèle Bernheim, fallecida en 2017, a quien está dedicada.
Con Tout s’est bien passé el director galo viene a demostrar que no hay ningún tema que no se pueda tratar con humor, que es posible hacer comedia sobre cualquier asunto, que todo es cuestión de sensibilidad e inteligencia. En este caso la vejez, la cercanía de la muerte y el derecho a una muerte digna.
Protagonizada por Sophie Marceau, Géraldine Pailhas y André Dussollier la película narra las peripecias de dos hermanas para conseguir cumplir el último deseo de su padre que tras un ataque les pide que le ayuden a terminar con su vida.
Pero el guión de Ozon prescinde profundas reflexiones en torno a la vejez y el deseo de morir. En su lugar, opta por una aproximación en clave casi de aventuras sobre las vicisitudes de sus protagonistas para conseguir hacer cumplir el deseo de su padre, mientras introduce algunos elementos como la homosexualidad o la complicada relación y delicada situación de salud de la esposa del protagonista (interpretada por una desaprovechada Charlotte Rampling que a falta de personaje, aporta su siempre perturbadora presencia), que en lugar de aportar puntos de vista alternativos o nuevas capas a los asuntos planteados, suponen sobre todo desviaciones que provocan que la película pierda su foco narrativo y temático.
La puesta en escena tiene chispa, los diálogos son ingeniosos, los intérpretes más que solventes y la crítica a la dificultad de poder morir dignamente en Francia funciona, pero es la propia ligereza del tratamiento de la historia la que acaba jugando en su contra y trasmitiendo sensación de oportunidad desaprovechada.
AHED’S KNEE de Nadav Lapid
Tras ganar el Oso de Oro de Berlín 2019 con Sinónimos, el israelí Nadav Lapid debuta en la competición por la Palma de Oro con este rabioso, enérgico e histriónico ajuste de cuentas con su país. La actitud crítica hacia Israel es casi una constante en la filmografía de Lapid, pero hasta ahora nunca había sido tan explícito, enérgico y vehemente.
Su protagonista, Y, es un director de cine en plena preparación de una película sobre el incidente entre Ahed Tamimi, una protestante palestina, y un policía israelí al que abofeteó que se hizo viral hace unos años. En su visita a un pueblo perdido en mitad del desierto para proyectar su anterior película conocerá a la funcionaria encargada de supervisar su visita. Pero lo que en un principio parece una relación fluida, con su dosis de tensión sexual incluida, acaba degenerando en un enfrentamiento agravado provocado por las no tan inocentes obligaciones burocráticas al que también contribuirá la enfermedad de su madre.
La tensión, el enfado y la protesta contra el ministerio de cultura, el gobierno, el país y sus conciudadanos lo muestra Lapid a base de diálogos y monólogos intensos y explícitos, una cámara nerviosa, bruscos y vertiginosos paneos horizontales y verticales, exagerados primeros planos que dejan fuera de plano gran parte del rostro de sus actores y un montaje acelerado. Una urgencia y una elocuencia que transmiten la sensación de un Lapid desesperado por la situación de su país.