7.5

Leos Carax sigue sorprendiendo

Que Leos Carax no iba a rodar un musical convencional era algo que estaba claro. No es sorpresa que me sorprenda con cosas tan locas como un bebé marioneta o un número musical en el que Adam Driver deje de practicar un cunnilingus para cantar lo mucho que quiere al personaje de Marion Cotillard. Lo que no esperaba es que me sorprendiera, entre otras cosas, por adoptar una estructura más lineal y clásica que lo que esperaba del director de Holy Motors. Y cuando digo clásica me refiero a algo tan clásico y mitológico como la ópera, porque esta película tiene alma de ópera rock y estructura de cuento. Escrita por Ron y Russell Mael, los integrantes del dúo musical Sparks, que la concibieron como un disco conceptual que interpretar en directo (es decir un musical o una ópera), Annette es excesiva en su tragedia, impostada en sus actuaciones, teatral en sus ambientaciones, transgresora en su clasicismo. A la vez, y gracias a Leos Carax, es cine. Cine del que se disfruta en pantalla grande, absortos, prestando completa atención como avisa una voz en off al comienzo de la película que nos pide que no cantemos, riamos, bostecemos, abucheémos, pedorreémos o, ni si quiera, respiremos mientras dure la película. No es mal consejo prestar toda la atención posible a la película porque es tan compleja, simbólica y cargada de significados y significantes, que uno tiene la sensación de que son necesarios más de un visionado, más de una charla post proyección, más de una noche de reflexión para sacarle todo el jugo (pero la urgencia obliga a publicar ya esta reseña). Aunque esta sea la primera vez que Leos Carax no se encarga del guión de su película, no hay duda de que lo ha llevado a su terreno y de que mantiene su gusto de no dar puntada sin hilo. También su capacidad de sorprender, para bien o para mal, y eso siempre hay que celebrarlo.

El arte no tiene que ser realista para contar algo real

En el cine de Leos Carax había, antes de Annette, una pulsión musical. Algunos de los momentos más icónicos de Los Amantes del Pont Neuf o de Holy Motors son musicales. En otros, su manera de resolver secuencias y la puesta en escena evocaban al género. Por eso, no sorprende su interés en llevar a la gran pantalla la idea de Sparks. Él mismo nos lo cuenta,a su manera, en la secuencia de apertura, cuando aparece en pantalla para dar paso a los hermanos Mael en un estudio de grabación interpretando So May We Start -Entonces, podemos empezar- justo antes de que, en un vigoroso plano secuencia, salgan de ahí mientras se les van sumando el resto del equipo de la película y se van sumergiendo en los escenarios de la película. Abandonan el mundo real para adentrarse en el de la fantasía. Aunque, como explora la película, ambos están estrechamente ligados. Este concepto, el de la cercanía y el diálogo entre la realidad y el arte es uno de los más importantes de la película.

Con ese comienzo tan enérgico y alegre damos paso a la película en sí. Conoceremos a Henry McHenry (Adam Driver) un comediante que vive una historia de amor con Ann Desfranoux (Marion Cotillard), una prestigiosa cantante de ópera. Les vemos apasionados y enamorados mientras cantan We Love Each Other So Much. A partir de aquí, tras estos dos números tan vitalistas, el musical se va tornando más oscuro, casi angustioso y melodramático sin duda; explorando el aspecto más autodestructivo y patológico del ego y la envidia tanto en las relaciones, como en el mundo del espectáculo. Porque, como en la primera escena, la realidad y la representación artística están unidos. Son las vidas de los personajes, sus experiencias vitales, sus anhelos, sus miedos y sus sufrimientos, los que les hacen triunfar en sus trabajos. También son los que,a la postre, les destruyen.

Él es un monologuista a lo Lenny Bruce o Louis C.K., cínico y provocador, que ha conseguido el éxito a través de mostrar sobre el escenario su parte más mundana, sus pensamientos más oscuros. Eso sí, siempre bajo el escudo del humor. Cómo es una broma se siente libre de mostrar el abismo de su interior sin recibir represalias. Ella es una mujer que interpreta personajes que, como suele ocurrir (no solo) en las óperas, son juguetes en manos de hombres que las utilizan y desean sin tenerlas en cuenta, provocando finales trágicos y convirtiéndolas en víctimas de la violencia masculina. Ella “canta y muere”, dicen en la película, y en ese sufrimiento que representa, en esas lágrimas que acompañan sus arias, parece haber algo de experiencia personal. Es su propia tristeza la que le permite conectar con los personajes. Leos Carax se luce en una virguería visual que transforma el decorado de la ópera en un bosque real y vuelve a convertirse en un escenario. Arte y vida apenas separados por una fina línea, una vez más.

El ego, motor del show business

Así que, a pesar de esos cantos de amor del principio, descubrimos que si rascamos la capa del amor brillante afloran los celos de Henry McHenry hacia Ann Desfranoux por el tipo de respuesta que recibe del público. La prensa los llama “la bella y el bastardo”. A ella le admiran, de él se ríen. Ella dice que cada noche “salva al público”, él siente que los golpea y “los mata”. La alta y la baja cultura. Ella, a pesar de todo, no es feliz. Él tampoco. Entonces llega Annette, la hija que se supone el siguiente paso en su relación «idílica» y narrada por lo medios y que, como suele pasar, solo acentúa los miedos y los problemas. Annette, representada por una marioneta de madera, sin voz, inquietantemente expresiva en sus movimientos artificiales.

Alrededor de la historia de pareja, Carax nos muestra el exhibicionismo y el mercadeo del mundo del espectáculo. Los paparazzi, la prensa amarilla, los secretos a voces (con una alusión clara al #MeToo), la cultura de la cancelación, los límites del humor… un día más en las redes sociales o en la televisión de sobremesa. Nada tratado con demasiada profundidad; pero todo orbitando en torno a la idea de que realidad y representación están íntimamente ligados y que el ego es el motor, creativo y monetario, del show business.

Un Adam Driver implicadísimo, es también productor, se come la pantalla imponente en su poderío físico e interpretativo, mientras la película se va tornando cada vez más oscura al ritmo de música de Sparks, más solemne que festiva y, a la vez, más solemne y compleja que lo pudiera parecer en una escucha superficial. Lo que comenzó siendo un bello romance que escondía algo turbio, empezó a jugar con las ideas de la masculinidad tóxica y los problemas de la fama, para acabar transformándose en un melodrama fantástico sobre un hombre descendiendo a los infiernos de la autodestrucción. Sobre todo a partir de una poderosa secuencia con una puesta en escena de aires operísticos gracias a una tormenta retroproyectada. El arte como representación de la vida. Tan irreal como reconocible y tenebroso.

Ser marionetas o tener voz

Mientras, Annette, la hija, la que se supone el centro de todo, la destinataria del amor final de sus progenitores, el personaje que da título a la película, continúa siendo representada por una marioneta. Es capaz de cantar, pero no de hablar. Ni siquiera dice palabras cuando canta, solo sonidos. No es más que un instrumento usado tanto por su madre, como por su padre para sus fines egoístas, sin discurso propio. Lo que sí que tiene es pena y tristeza en la mirada y el rostro de madera. Hasta que habla. Hasta que dice algo y enfila a la película hacia su final. Todavía habrá tiempo de representar la justicia como un show teatral y de una maravillosa y dolorosa escena final en la que Annette dejará de ser una marioneta y se transformará en una niña real de carne y hueso. Una persona que, con la sencillez y claridad de una niña, dirá a su padre las verdades que nadie quiso ver. El emperador está desnudo y Annette lo dice. Como las mujeres han empezado a hablar tras el #MeToo. Porque el cine de Leos Carax está muy pegado, siempre, a la realidad.

Pero Leos Carax también habla de creación y arte. Si en Holy Motors su protagonista, Monsieur Oscar, decía que seguía actuando por “la belleza del gesto”, en Annette se pone sobre la mesa del derecho de un artista a crear desde el interior y los peligros que eso supone, de la relación con el público y de la difícil gestión cuando se enfrentan el narcisismo del creador con el descontento del público. Ante la disyuntiva de matar al público o salvarlo a la que se enfrentan Henry y Ann, la baja y la alta cultura, el humor y el drama, Leos Carax plantea otra: Es el público el que mata o salva al artista, al arte. Mirando hacia otro lado cuando hay problemas, regodeándose en la exhibición de sus miserias, esclavizándole con sus aplausos o abucheos. La elección de un musical pop rock -un formato popular- con aires de ópera -alta cultura por excelencia- no parece casual. Como espectadores, como sociedad, tenemos que ser parte activa, dejar de ser marionetas, y exigir como queremos que sea el arte, el mundo. Porque arte y sociedad están intimamente ligados.

Annette

Media Flipesci:
7.4
Título original:
Director:
Leos Carax
Actores:
Marion Cotillard, Adam Driver, Simon Helberg, Rila Fukushima, Natalie Mendoza, Ron Mael, Kiko Mizuhara
Fecha de estreno:
20/08/2021