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Tatiana Huezo es una de las directoras a seguir desde su fantástica Noche de fuego -esa escena de las mujeres en un prado, de noche, móviles iluminados en mano, ya ha pasado a la iconografía cinéfila- y El Eco era de las películas que más estábamos esperando ver en la sección Horizontes Latinos de esta 71 edición del Festival de San Sebastián. Y sí, hemos encontrado rasgos muy carácterísticos de Huezo en este nuevo trabajo, pero éste es, a la vez, muy diferente al anterior.

Y es que si Noche de fuego era una película formal y visualmente oscura, El Eco es luminosa y, de alguna manera, esperanzadora. No abandona su México controvertido natal, pero sí siente la necesidad de no sólo mostrar todas sus desdichas. Esta vez coge oxígeno, y lo hace recurriendo a algunas de las figuras más puras: Los niños y la naturaleza.

Cuatro años le ha costado a Huezo levantar el proyecto. Entre medias, Noche de fuego. Y es que El Eco es un proyecto que nació antes y que ha sido terminada muy posterior a élla, pandemia mediante. Aunque el Covid-19 es el menor de los problemas de las personas que muestra en la película. Porque centra la atención en el brillo de sus ojos, en su mirada a un futuro que son capaces de empezar a imaginar, pero la realidad actual, el punto de partida, es el de un pueblo recóndito del México rural y, a veces, hasta ancestral.

El paso de oscuridad a luz no es el único cambio entre ambos proyectos. En El Eco se adentra en el documental, cámara en mano, muy cerca de lo que quiere mostrar. Muy cerca de las personas, física y humanamente. Hace uso de herramientas narrativas que anteriormente había utilizado en la ficción, como es la puesta en cámara, con encuadres muy trabajados, huyendo de los límites entre realidad y ficción. ¿Y cómo lo hace? Provocando situaciones que, previamente, había visto en numerosas ocasiones. Algunas volvían a ocurrir, otras no.

La cámara en mano no sólo como elemento narrativo, también como punto de vista. A la altura de los niños constantemente, brilla y participa del brillo que crean. La foto, con un trabajo de corrección de color importante, hace protagonistas a esos niños y a esa basta y a la vez concreta naturaleza que muestra.

En ese trabajo por hacernos partícipes de la ensoñadora naturaleza que les rodea, el diseño de sonido tiene un papel protagonista en El Eco. Y es que la directora y su equipo consiguen trasmitirnos una sonoridad especial del pueblo, de las ramas que crujen en el bosque, de los animales que lo habitan. De ahí la importancia del sonido directo, y del extraordinario trabajo de edición y post producción posterior.

El México rural, difícil, árido, exigente, solitario. Una fragilidad que se palpa tanto en la naturaleza como en las personas que rueda. La base de la película son los vínculos que crea, entre la directora y las personas que aparecen, entre la naturaleza y las personas que la habitan. Entre lo que se muestra en pantalla y el espectador que la está visionando. Huezo consigue hacernos cómplices de todas las convenciones que transgrede para trasmitirnos, en un páramo hostil, luz y esperanza.

El eco

Media Flipesci:
7
Título original:
Director:
Tatiana Huezo
Actores:
Montserrat Hernandez, María de los Ángeles Pacheco Tapia, Luz María Vázquez González, Sarahí Rojas Hernández, William Antonio Vázquez González, Uriel Hernández Hernández, Ramiro Hernández Hernández