Hace unos años, cuando El Contraplano presentamos Eyes Wide Shut en Ozzinema (el cineclub de Errenteria), Iñaki dijo que le gustaba que en la película salía Nicole Kidman meando. Más allá del carácter entre escatológico y provocador que tanto le gusta a Iñaki, el comentario estaba muy bien argumentado (como suele ser habitual con Iñaki). Lo que le gustaba era que dentro del mundo de fantasía de la película había algo muy terrenal, muy cotidiano, muy cercano, muy casero, lo que él representó en la figura de Nicole Kidman haciendo pis.
El 2 de mayo volvemos a presentar una película en otro cineclub. Esta vez como integrantes de Flipesci y gracias a Kresala, el cineclub decano de San Sebastián que cumple cincuenta años. La película elegida es Shame, escrita y dirigida por Steve McQueen, que como Eyes Wide Shut, utiliza el sexo y el deseo como herramienta para hablar sobre las carencias emocionales y vitales de sus protagonistas. Y esta vez seré yo el que diga que me gusta que salga Michael Fassbender meando. El motivo, el mismo que argumentó Iñaki en aquella ocasión, la mundanidad que otorga ese acto tan cotidiano a la película. Brandon, el protagonista, tiene un puestazo, vive en Nueva York en un piso chulísimo, es guapo a rabiar; pero se levanta por las mañanas con ganas de hacer pis. Como todo el mundo. Y eso nos acerca a ese personaje y a su historia.
Hay otra cosa en esa escena, Michael Fassbender sale totalmente desnudo, le vemos ir al baño como Dios le trajo al mundo con su pene bamboleándose entre las piernas. Al verlo, incluso al leer esto -o al escribirlo-, muchos sentimos cierta excitación, notamos cierta provocación, no fijamos en ello aunque sea para racionalizarlo y decir que no tiene nada de raro. Con este tipo de escenas, las de desnudos y sexuales, es probable escuchar movimientos incómodos en las butacas o risas nerviosas. O buscar el chiste posterior, bien sea porque nos provoca a nosotros mismos o porque sabemos que provoca a otros. Todavía hoy la desnudez y el sexo provocan vergüenza (que es lo que quiere decir Shame, el título de la película).
Este lunes podréis verlo en pantalla grande.
Shame – Principe 19:30 – Gratis.
10º aniversario @Flipesci, con @KresalaZinema pic.twitter.com/DDQaO9saGH— Iñaki Ortiz (@iortizgascon) April 27, 2022
Sin embargo, no creo que la vergüenza que siente Brandon esté relacionada con el sexo. No os hago ningún spoiler si os digo que Brandon, además de ser un hombre rico, exitoso y atractivo, es un adicto al sexo -esto es lo dice la sinopsis-; pero es que esa adicción no es más que la parte más visible (para quienes la vemos) de sus problemas afectivos y de relación. De su vacío interior y yo diría que eso es lo que más avergüenza a Brandon: La depresión, que el trata de aliviar con sexo y rutina.
Todo lo que vamos a ver de Brandon en la película es genérico, estándar, despersonalizado. Desde sus muebles, hasta su despacho, pasando por habitaciones de hotel o sus relaciones sexuales. Hay gente que dice que en Shame no pasa nada, que no cuenta nada. Yo creo que cuenta muchas cosas sobre la nada -la nada interior, el vacío vital- que no es lo mismo.
No se me ocurre un lugar mejor para ambientar Shame que Nueva York. Una ciudad hermosa y fascinante, atractiva, con toda la oferta del mundo para satisfacer nuestras necesidades; pero también “la capital” del mundo, la máxima representación de una sociedad que parece situarse lejos de las aspiraciones que se tenían hace años cuando se pensaba en el futuro. Una ciudad que representaba los sueños de una sociedad que ahora mismo da señas claras de estar deprimida. Por eso veremos quebrarse al frío Brandon cuando escuche a su hermana -una espectacular Carey Mulligan- cantar New York, New York –Si puedo llegar allí, lo lograré en cualquier lugar, depende de ti, Nueva York, Nueva York– ha llegado; pero no ha logrado lo que le prometían. Eso, como lo de mear, también es bastante cotidiano.
En Hunger, su anterior película. Steve McQueen se centró en un preso del IRA en huelga de hambre; en Doce años de esclavitud, su siguiente trabajo, lo hizo en un esclavo. No es de extrañar que en Shame se centre en una persona atrapada por su depresión y su adicción. Diferentes tipos de prisión, pero ninguno de sus protagonistas es libre. No es difícil ver en esos edificios altos y acristalados pequeñas cárceles en las que vive gente encerrada en su soledad en una ciudad poblada por millones de personas.
Lo que hace Steve McQueen al dirigir esta película es sencillamente espectacular. Junto a Sean Bobbitt, el director de fotografía, logra que la normalmente luminosa Nueva York aparezca fría, heladora más bien, y desapacible. Utiliza las luces y las sombras, el ritmo, el montaje, la plasticidad de las imágenes y la música para dibujar el estado de ánimo de Brandon. No necesita explicar nada, de hecho la música -además del New York, New York escucharemos jazz, blues, new wave, disco o barroco- expresará más cosas que las palabras. Sólo sabremos de él que su hermana afirma “no somos malas personas; simplemente venimos de un mal lugar”; pero no hace falta saber más. No necesitamos saber de dónde viene, porque sí sabremos cómo se siente. No necesitamos respuestas, porque ni siquiera hay preguntas. Este no es un viaje que nos lleve a lugares agradables, la verdad; pero la experiencia de ver una obra de arte como esta -aunque te rompa un poco el corazón- es una sensación maravillosa. Y si es en pantalla grande, todavía mejor.
Así que el lunes 2 de mayo, os espero a todos y a todas en el Príncipe. Aprovechad esta invitación del Cineclub Kresala. Es un lujo.