Ricardo FernándezReseña de Holy Spider, de Ali Abbasi
Al igual que La nuit du 12, también presentada en esta edición de Cannes, Holy Spider es un thriller que sirve para ahondar en el maltrato sistemático hacia la mujer. Temas que se repiten una y otra vez mostrando el pulso de la calle y una fórmula, la de usar el género como herramienta de denuncia social, que cada vez está más presente. El cine como algo entretenido y, a la vez, como altavoz reivindicativo. Ali Abbasi, director de Holy Spider, ya lo hizo en su anterior película, Border, una historia de trolls que servía para hablar del rechazo al diferente.
Holy Spider está ambientada en Irán, en Mashhad, la segunda ciudad sagrada del Islam, una gran urbe que acoge a millones de personas. Inspirada en unos casos reales, la película cuenta la investigación realizada por una periodista sobre una serie de asesinatos a prostitutas. Una mujer, joven y soltera, lidiando contra el machismo de una sociedad que le pone problemas incluso para reservar una habitación de hotel sin estar casada.
A diferencia de la mencionada La nuit du 12, en Holy Spider sabemos desde el principio de la película quién es el asesino. También sabremos pronto cuales son sus motivaciones -sentirse útil- y los estímulos que recibió para sentir lo que siente. Ali Abbasi no duda en mostrarnos, en repetidas ocasiones, como el asesino mata a sus víctimas, sin paños tibios. Momentos incómodos y dolorosos que se volverán aún más desgarradores en la última escena de la película.
Abbasi y Nadim Carlsen, su director de fotografía, logran unas imágenes poderosas que contribuyen a generar un ambiente de misterio y tensión. Resulta muy interesante la distinta manera que tiene de filmar a mujeres y hombres, enfocándolos desde abajo o desde arriba, para reforzar su posición social. El excelente trabajo de sus dos protagonistas –Mehdi Bajestani como la periodista y Zar Amir como el asesino- completa una puesta en escena sobresaliente.
En cambio, el guion se siente algo forzado en varios momentos en los que vemos que la periodista siempre está donde tiene que estar y que, a pesar de su condición de mujer, consigue hablar con quien tiene que hablar. Habrá que entenderlo como una licencia para poder mostrarnos los diferentes niveles de podredumbre machista e influencia de la tradición religiosa, pero a veces choca con la propia esencia de la película.
El desarrollo, llevado con mucho pulso, se mueve por terrenos conocidos y sigue el camino esperado en un thriller de estas características hasta su última parte, quizá lo que eleva la película a otro nivel y que nos muestra la dificultad que existe en esas teocracias para cambiar las cosas cuando el mensaje extremista ha extendido sus tentáculos y ha calado tan hondo en la población.
