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Reseña de Close, de Lukas Dhont

Lukas Dhont presentó su película Girl en Un Certain Regard de Cannes 2018 y se alzó con la Cámara de Oro, el premio a la mejor ópera prima proyectada en todo el Festival. La historia de una joven transgénero que sufría por su deseo de ser bailarina partía de una situación realmente dura que el joven director belga contaba sin cargar las tintas más allá de lo necesario. Ese punto de partida era lo suficientemente arduo como para añadir más sufrimiento y así lo entendió Lukas Dhont, que sitúo el drama dentro de un entorno protector y una familia comprensiva. Close es su segunda película y con ella ha dado el salto a la Sección Oficial a concurso de Cannes para luchar por ganar la Palma de Oro con armas muy parecidas a su a anterior título. Una historia que involucra a adolescentes (o preadolescentes, 13 años que les sitúan en la frontera entre ser niños y adolescentes) que se enfrentan a un gran dama en un entorno comprensivo y cariñoso.

En Close hay dos partes muy diferenciadas, separadas por un evento brutal que lo cambia todo; lo que no cambia es su manera de abordar los hechos. Con imágenes muy cercanas y llenas de fisicidad (el trabajo de fotografía de Frank van den Eeden es extraordinario), Dhont se centra en los sentimientos de Léo en función de cómo evoluciona la relación que tiene con su mejor amigo, Rémi. Les conocemos jugando a juegos infantiles, disfrutando de la admiración mutua y de una inocente cercanía física. Pero están llegando a una edad en la que las miradas dejan de ser inocentes y el resto de sus compañeros de clase comienzan a poner nombre a esa relación. «¿Sois pareja?» les preguntan, posteriormente comienzan las burlas.

Como decía, Dhont no carga las tintas en el entorno y esta no es una película sobre dos chicos sufriendo bullying en la escuela. Una vez mostrado ese elemento ya no volverá a salir, aunque si sus consecuencias porque esa situació desencadenará una serie de reacciones en cadena y que los protagonistas tendran que gestionar de diferentes maneras. Dhont da más importancia a los gestos y los silencios que a las palabras, a los simbolismos que a las explicaciones. Como las armaduras que comienzan siendo un juego, se transforman en una protección física contra la vergüenza y terminan por resquebrajarse para dejar escapar el dolor. Como las cosechas que se plantan, se recogen y en parte hay que desechar antes de volver a plantar.

Si la película funciona no es sólo por la habilidad del director para captar esos momentos, también lo es por la espectacular interpretación de todo el reparto, especialmente Eden Dambrine quien otorga a Léo todos los matices y la profundidad necesaria. Contenido, explosivo, triste, alegre, inocente, furioso… el catálogo de emociones que vive y transmite a lo largo de la película es tan extenso como brillante, habrá que seguir muy de cerca su recién nacida carrera porque puede que estemos ante el nacimiento de una estrella. Su compañero Gustav De Waele, Rémi, tiene menos protagonismo pero con su mirada y expresividad corpotal logra transmitir la inocencia, sensibilidad y miedo de su personaje. A los dos niños les dan la réplica dos magníficas actrices; Léa Drucker apenas tiene un par de escenas, pero son de las que se te quedan grabadas en la retina; mientras que Émilie Dequenne, a quien conocimos precisamente en Cannes en 1999 con Rosetta cuando apenas contaba con 18 años, también brilla en su papel de madre de Rémi. Sobre ella y Dambrine recae el peso del clímax de la película, quizá menos intenso y catárquico que lo que la cocción de la película prometía. [Aquí es cuando tengo que rectificar. La primera vez que vi Close fue mi ultimo día del Festival de Cannes. Eso quiere decir que llevaba más de 30 películas vistas en apenas una semana, una veintena de reseñas escritas y una gran acumulación de horas robadas al sueño. Los Festivales de cine me encantan, son una gozada; pero no suelen ser el mejor momento para películas. Mientras veía Close sentía que estaba ante una gran película, notaba como Dhont estaba preparando el final y cuando este llegó me sentí un poco frustrado porque no me emocionó como esperaba. Nada más salir ese sentimiento era el que más me dominaba. Poco a poco, pensando lo que había visto, lo que recordaba y hablando con los demás sobre la película, todas las demás virtudes fueron imponiéndose. Sin embargo, no conseguí desprenderme de la sensación del final. Eso sí, comencé a pensar que quizá el problema radicara más en mí, en mi cansancio, que en la película. Seguremente por eso puse el «quizá» en la frase que acabo de tachar. En mi recuerdo la escena era más potente que lo que me hizo sentir. Ayer, seis meses después, volví a ver Close. Me reafirmo en todo lo que dije excepto en frase tachada. Lo que hacen Dhont y Eden Dambrine es sencillamente espectacular. También Émilie Dequenne, porque el climax de la película, esta vez sí, me golpeó de una manera brutal, me agarró el corazón y no me lo ha soltado todavía. Dicen que rectificar es de sabios y no creo que llegue a tanto; pero me vais a permitir desdecirme] Un clímax que se va cociendo poco a poco y llega a la ebullición en una escena que reune todas las virtudes de la película. Las miradas sustituyen a las palabras, el simbolismo -ese palo/espada- refuerza el sentimiento de los personajes y el fisicismo de toda la película, el contacto físico, es la solución, el único final posible para esa situación. Un final poderoso de los que se quedan clavados en la memoria.

Lukas Dhont nos demuestra con Close que lo de Girl no fueron cantos de sirena y que es un cineasta poseedor de una mirada sensible con una gran habilidad para que sus películas se sostengan en los sentimientos de sus personajes y no en cimentar el sufrimiento con acumulación de dramas y la manipulación emocional.

Close

Media Flipesci:
7.6
Título original:
Director:
Lukas Dhont
Actores:
Émilie Dequenne, Léa Drucker, Kevin Janssens, Igor van Dessel, Eden Dambrine, Gustav De Waele, Marc Weiss
Fecha de estreno:
25/11/2022