Zinemaldia 2022: Great Yarmouth: Provisional Figures de Marco Martins
Tania (Beatriz Bastarda) es una inmigrante portuguesa en Great Yarmouth, una ciudad costera y turística que vivió tiempos mejores y ahora se ve en decadencia. Está casada con Richard (Kris Hitchen) un británico jugador y pendenciero que posee varios hoteles decrépitos heredados de su padre y los aprovecha para alojar a cientos de trabajadores inmigrantes portugueses en condiciones infrahumanas. Tania, que se hace llamar “Mamá” entre los portugueses, es la encargada de dictarles las normas, vigilarlos y llevarlos a los turnos de un matadero de pavos. Un lugar tan repugnante como el trabajo que tienen que hacer. Sin descansos, sin seguridad y sin baja por enfermedad. Tania estuvo trabajando en la fábrica cuando llegó a Reino Unido; pero ahora, desde el otro lado, sueña con montar su propio negocio, un hotelito para jubilados, y dejar de trabajar con sus paisanos.
Con este punto de partida es fácil suponer que es una película llena de miserias. El entorno hostil, la situación precaria, el futuro desalentador y la empatía desaparecida. En Great Yarmouth perro sí come perro. El director, Marco Martins se preocupa mucho de mostrar el entorno como algo lúgubre y maloliente. Es una película expresionista, a veces demasiado, porque de puro esteticismo y cuidado de la imagen se termina por ver cierto preciosismo en la miseria que, unido a la falta de contrastes y la acumulación, le resta efecto.
Marco Martins, con mucha experiencia como documentalista, se basó en relatos de trabajadores portugueses en la propia ciudad de Great Yarmouth para escribir el guion de la película. Historias aterradoras en las que no hay un resquicio para respirar. Hasta el amor es interesado y el sexo agresivo. La película no escasea en metáforas evidentes, desde imágenes de pájaros libres frente a pavos descuartizados, a Tanai tapándose la nariz para no oler la mierda de la misma manera que cierra los ojos para no ver la realidad, pasando por la trituradora de carne como expresión más básica de un capitalismo basado en la explotación, el racismo y la deshumanización.
Por si todo eso no fuera evidente, Martins lleva la humillación que hemos estado viendo toda la película a un nivel superior que se antoja redundante, como si todo lo que hubiéramos visto hasta entonces no hubiera sido suficiente y fuera necesario hurgar más en la herida para hacernos entender lo extremo de la situación. Pero tanta acumulación de miseria termina por lastrar una película que está llena de momentos potentes e imágenes poderosas, pero a la que le hubiera venido bien un poco de autocontrol.