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Reseña de Firebrand, de Karim Aïmouz

Firebrand es una película de intrigas palaciegas intrigante y rodada con solvencia, bajo la dirección de Karim Aïnouz. El director brasileño, ganador de Un Certain Regard en 2019 con La vida invisible de Eurídice Gusmão, ha ido evolucionando desde el atrevimiento de su opera prima Madame Satâ hasta esta película con un perfil más enfocado a la taquilla internacional y protagonizado por estrellas de la talla de Alicia Vikander y Jude Law.

Estamos muy acostumbrados a películas y novelas que giran en torno a la vida de los Tudor, siendo Enrique VIII y la reina Isabel I los protagonistas más habituales. También Ana Bolena es muy recurrente, sin embargo la sexta y última esposa de Enrique VIII, Katherine Parr, la única que le sobrevivió, es bastante desconocida por el gran público. En Firebrand se nos presenta a Katherine Parr como una mujer adelantada a su tiempo que desafía el patriarcado y el fanatismo religioso en una corte de los Tudor dominada por hombres.

Es cierto que Katherine Parr, interpretada en la película por Alicia Vikander, fue una mujer muy instruida que escribió libros sobre religión y llegó a ser alabada por su labor como regente durante los meses de ausencia del Rey. También se le suele atribuir a ella la reconciliación de Enrique VIII con sus dos hijas: María I e Isabel I. Las dos llegaron a ser reinas, la primera fue apodada Bloody Mary (María la sangrienta) por su matanzas en su lucha por recuperar el catolicismo, mientras que Isabel I es siempre retratada como una reina muy culta y estudiosa, algo que se debe a la influencia de Katherine Parr, que se hizo cargo de su educación. Estos dos temas, las luchas religiosas y la cultura son dos de los pilares sobre los que pivota Firebrand.

Frente a Parr tenemos a Enrique VIII, interpretado magistralmente por Jude Law, un rey despotico, abusivo y muy deteriorado por las infecciones y los excesos. La lucha entre los dos se plantea desde una visión muy del S.XXI, con una mirada impregnada por los tiempos actuales de #MeToo. Katherine Parr se presenta como una protofeminista que desafía al patriarcado y al fanatismo religioso, representado en la ominosa figura del obispo Stephen Gardiner, interpretado por Simon Russell Beale, en una corte dominada por hombres.

La poca fidelidad a la historia real no tiene por qué ser un problema en términos cinematográficos. La forma en que se resuelven las acusaciones de herejía a las que se enfrenta Parr es mucho más emocionante en la película que en la vida real. Realmente es probable que funcione mejor la versión más «peliculera» en una cinta de estas características. Pero sabiendo que Parr es la única esposa que sobrevivió a Enrique VIII solo queda saber cómo lo hará y el revisionismo histórico y la simplificación de las luchas intestinas de la corte a una lucha progresismo/patriarcado hace que no se entiendan bien algunos comportamientos, traiciones e intereses provocando que el último tercio de la película se desinfle un poco. Es difícil asumir a mediados del S.XVI personajes con ideas de varios siglos después.

Formalmente, gracias a la fotografía de Hélène Louvart y la música de Dickon Hinchliffe, la puesta en escena consigue recrear el ambiente de época y de las intrigas palaciegas donde cada conversación susurrada en un pasillo puede ser una amenaza. Jude Law, como decíamos, está inmenso (en la más amplia acepción de la palabra) y resulta también una amenaza constante. Un hombre abusador y frágil a la vez que, consciente de su fragilidad, se parapeta en la violencia y el poder de su cargo. Alicia Vikander, correcta, no alcanza a transmitir el carisma y la fuerza que requiere su personaje. Con estos mimbres, Firebrand es una película que puede funcionar mejor en taquilla que frente a la crítica de cuchillos afilados del Festival de Cannes.

Firebrand

Media Flipesci:
6
Título original:
Director:
Karim Aïnouz
Actores:
Alicia Vikander, Jude Law, Eddie Marsan, Sam Riley, Amr Waked, Ruby Bentall, Erin Doherty