Carlos ElorzaDe acuerdo con lo que comentó el propio Woody Allen en la rueda de prensa de la película en el Festival de Venecia en el que se ha presentado fuera de concurso, a no ser que aparezca un millonario con un montón de dinero para financiar su siguiente proyecto en Nueva York, Golpe de Suerte será la última película del veterano director. Y es que a punto de cumplir los 88 años, habiendo dirigido más de 50 películas y con la polémica que le persigue cada vez que presenta un nuevo proyecto, ya se ha ganado su jubilación. Y si es así, lo haría dejando un buen sabor de boca a los espectadores.
Con Golpe de suerte cierra el círculo que empezó con Matchpoint (2005) hace 18 años. Ante los problemas para financiar sus proyectos, Allen que siempre había tenido más éxito en Europa que en los Estados Unidos, ‘emigró’ creativamente al viejo continente y empezó a llevar sus proyectos por media Europa tras el rastro del dinero. Tras su etapa londinense, rodó en Barcelona, en Roma, en San Sebastián y con Golpe de Suerte vuelve al Paris que ya visitó en Todos dicen I Love You (1996) y en Midnight in Paris (2011). Y cierra el círculo que empezó en 2005 porque en cierta forma Golpe de Suerte es hija de Matchpoint. Aquí también hay un triángulo amoroso, un ambiente de dinero y lujo, desapariciones y/o crímenes misteriosos y la suerte y el azar son claves en la evolución de los personajes. Y de la misma forma que Matchpoint era una simplificación de temas y asuntos ya planteados en la superior Delitos y faltas (1989), Golpe de Suerte simplifica aún más la propuesta de Matchpoint. Pero lo que pierde en ambigüedad, negrura y turbiedad lo gana en ligereza, frivolidad y agilidad. Porque si bien Golpe de Suerte no está a la altura de los grandes títulos de la amplia filmografía de su director, sí es una mejora considerable respecto a sus últimas películas.
Esta vez la acción transcurre en París y alrededores, sus personajes son franceses y por primera vez en la filmografía de Allen los diálogos no son en inglés, sino en francés. Sus protagonistas son Fanny (Lou de Laâge) y Jean (Melvil Poupaud), una pareja aparentemente ideal. Tienen éxito en sus profesiones, tienen dinero, son guapos, viven en un apartamento de ensueño en una de las mejores zonas de París, se dejan ver por los locales de moda de la ciudad, los fines de semana se escapan a una preciosa casita en medio de un bosque… Un día, ella se encontrará con Alain (Niels Scheneider), antiguo compañero del instituto que estuvo colado por ella y que pasa una temporada en París en busca de inspiración para terminar la novela que está escribiendo. Entre encuentros no tan fortuitos y paseos por los románticos parques y bulevares parisinos… nos podemos hacer a la idea de lo que ocurre entre los dos.
De esta forma Fanny se verá atrapada en la dicotomía entre el hombre triunfador en lo económico que le ofrece una vida acomodada, de lujo, seguridad, orden, rigor y rutina y el artista bohemio, el creador sensible, la incertidumbre, la aventura y la pasión. Entre vivir en un gran apartamento en un barrio exclusivo decorado con obras de arte y mobiliario de diseño o sobrevivir en una coqueta y recogida buhardilla parisina. La llegada de su madre (Valérie Lemercier) a París es el detonante del enredo que conforma Golpe de suerte. Un enredo que como ya es habitual en el cine reciente de Woody Allen, a falta de un desarrollo más trabajado de la trama y escudándose en los caprichos del azar y la importancia de la suerte en la vida, avanza apoyándose demasiado en los socorridos y algo tramposos deus ex machina.
Tal y como ocurre en los filmes de Allen desde Café Society (2016), desde que Vittorio Storaro asumió la dirección de fotografía, la puesta en escena y el trabajo de cámara son más cuidados y elaborados que en sus pelis anteriores. Golpe de Suerte visualmente luce más cuidada y sofisticada, a pesar de esa luz cálida mediterránea que sin ninguna justificación a veces se empeña en utilizar, pero sin perder el aire ligero, liviano y ágil, a lo que también contribuye una selección de temas jazz más moderna de lo que suele ser habitual en el cine de Allen, un repetido Cantaloupe Island incluido.
