Ricardo FernándezReseña de Que nadie duerma, de Antonio Méndez Esparza
— La ficción tiene mucho que aprender de la vida real.
— Y según tú, ¿qué le diría la vida real a la ficción?
— Que no mienta.
Este diálogo de la película Que nadie duerma, basada en la novela homónima de Juan José Millás y dirigida por Antonio Méndez Esparza, resume gran parte de la esencia de la misma. Primero, en el tono de la película, que no renuncia a ser una ficción, a forzar situaciones para buscar el drama o la risa, pero que siempre se siente como verdadera. Segundo, en el fondo, porque la película refleja la lucha de Lucía, su protagonista, contra las mentiras: las mentiras que recibe en el trabajo, en sus relaciones e, incluso, las que se hace a sí misma.
Que nadie duerma narra la odisea laboral, amistosa y sentimental de Lucía, interpretada magistralmente por Malena Alterio. Tras perder su trabajo de más de dos décadas en una cadena de clínicas odontológicas por acusaciones de fraude, Lucía se transforma, reinventándose como conductora de taxis. Una transformación que se convierte en una aventura donde el autoengaño y la fantasía luchan contra la desesperanza.
Méndez Esparza relata la aventura personal de Lucía mezclando un realismo casi costumbrista con situaciones que rozan lo surrealista, pero que, como decíamos, nunca mienten. Lo hace apoyado en una gran fotografía de Barbu Balasoiu, cuyo grano y tonos desaturados refuerzan el aire neorrealista y mundano, y en una potente partitura de Zeltia Montes que realza los delirios de Lucía y encaja perfectamente con el Nessun Dorma que juega un papel fundamental en la trama. La famosa aria de la ópera Turandot de Puccini sirve para subrayar la lucha interna de Lucía, quien, al igual que Calaf en Turandot, se enfrenta a sus propios desafíos diarios y pruebas emocionales en forma de desamor, injusticias laborales, micromachismos y mentiras. También refuerza la yuxtaposición entre fantasía y realidad, añadiendo un tono de épica operística al realismo que antes mencionábamos.
El guion de Que nadie duerma, coescrito por el propio Méndez Esparza y Clara Roquet (Libertad y coescritora de todas las películas de Carlos Marqués-Marcet), no solo brilla por la mezcla de géneros y temáticas que tan bien logra plasmar la dirección de Méndez Esparza, sino también por su estructura muy libre, expansiva y difícil de predecir, pero que, sin embargo, forma un conjunto muy sólido y conduce a un final coherente que da cohesión a la estructura capitular. Como un líquido derramado que primero se extiende para acabar confluyendo en un único cauce. Un cauce en el que encontraremos pepitas de
Que nadie duerma es el primer largometraje de Méndez Esparza con un elenco profesional. Aunque en películas como La vida y nada más esto no fue ningún problema, sino todo lo contrario, ahora logra sacar chispas de un reparto muy solvente con Aitana Sánchez Gijón, José Luis Torrijo y, sobre todo, una maravillosa Malena Alterio, que brilla con un despliegue de registros cómicos y dramáticos que otorgan muchísima humanidad a su personaje.
