Reseña epistolar de la ópera prima de Antón Álvarez
Hola, Puchito.
Aquí estoy otra vez. La tercera carta ya, aunque tú no me contestes. Sé que esto puede empezar a parecer acoso, pero espero que sepas entender que mis intenciones son nobles. A estas alturas de nuestra relación epistolar de una sola dirección, no me apetecía hacer una reseña tradicional de tu debut como director. Además, estoy en pleno Zinemaldia y me voy a hartar a escribir de esas. Creo que tanto tú, como tus compañeros de Little Spain, os merecéis otra cosa.
C. Tangana: Crónica de un converso en Bilbao
13/04/2022 - Ricardo FernándezRicardo se confiesa ante Pucho tras asistir al concierto en el BEC del Bilbao. Leer más
Así que vamos al lío, La guitarra flamenca de Yerai Cortés. Supongo que recuerdas —cómo olvidar mi crítica— que de Esta ambición desmedida dije que el mayor problema es que no parecía que supierais qué queríais contar (sí, ya sé que no dirigías tú, pero en Little Spain sois un equipo). Pues esta vez no hay duda de que sabías lo que querías contar, el mensaje está clarísimo desde el minuto uno. La historia fluye y gestionas muy bien la información de la misma. Aprovechas tu propio carisma —no tengas falsa modestia, tú y yo sabemos que es así— para presentar la historia con gracia. Nos cuentas que Yerai lleva algo dentro que quiere expresar, sabemos que el disco es una vía para sacarlo a la luz, y construyes el suspense ocultando y mostrándonos pequeñas píldoras de información. Bien jugado. A medida que avanzamos, vamos entendiendo a Yerai, su dolor, su talento y, sobre todo, cuál es su entorno. De esa manera, como le entendemos y le conocemos con sus luces y sus sombras, cuando al fin sabemos cuál es el origen de su dolor, a nosotros también nos duele. Además, has tenido la suerte de que los padres de Yerai sean dos personajazos. Sobre todo la madre. Esa mujer merece una película para ella sola. Al principio parece solo una mujer extravagante y divertida, luego la veremos con otros ojos. En cualquier caso, un filón que has sabido explotar.
Ahora bien, no todo son palmaditas en la espalda, Pucho. Por cierto, yo te sigo llamando Pucho, aunque ahora firmes como Antón Álvarez, que es algo más serio. Que, entre tú y yo, pareces un poco Prince. Ahora C. Tangana, ahora El Madrileño, ahora Antón Álvarez… bueno, pues eso, que yo te llamo Pucho, que para eso somos amigos que se escriben cartas (o algo así). Decía que no todo van a ser halagos. Sé que te gusta experimentar visualmente, y que das mucha importancia a la imagen. Pero en este documental hay momentos en los que parece que te esfuerzas demasiado por buscar planos chulos, impactantes, originales. Por ejemplo, ¿ese de Tania en la cama y la cámara fuera? No sé. No te lo voy a negar, hay momentos donde te luces, especialmente en los videoclips, esos números musicales con mucha fluidez, con habilidad para cambiar el valor de plano sin recurrir al corte —uy, qué pedante me ha quedado eso— y que capturan el momento, el talento y la autenticidad. Pero en otros momentos, especialmente en algunas conversaciones “íntimas” rodadas “de lejos” y “a escondidas”, se siente todo más forzado. El recurso del grano en la imagen, de los cortes con error, se siente muy poco natural. A ver, seamos serios, el móvil que llevas en el bolsillo graba en 4K y sin ruido en la imagen aunque sea de noche. Hoy en día, recurrir a eso para darle sensación de autenticidad es un poco como esos anuncios de Renfe que hablan “como los jóvenes” para parecer modernos. Muy impostado.
Sin embargo, cuando dejas que las cosas fluyan, cuando no te esfuerzas tanto en ser «el director», es cuando la película brilla. Los momentos más emocionantes no son los más originales ni los más artísticos, son aquellos en los que los personajes se abren y se rompen. Deja las virguerías para los números musicales, que funcionan como un tiro. No trates de ser natural. Cuando hay que actuar, se actúa, cuando hay que ser natural, se es. Estás investigando, y lo entiendo, coño, que esta es tu primera película. Pero tienes lo más importante, y es que sabes cómo contar una historia. Ahora solo hay que ir afinando el estilo. Porque no es fácil hacer una película que haga que el público ría, disfrute de la música y se emocione —en mi pase ha habido más de una lagrimilla—, y tú lo has hecho.
Little Spain sigue creciendo. Y aquí estamos nosotros, viéndolo todo, expectantes por ver cuál es vuestro siguiente paso.
Hasta la próxima, Puchito.
P.D. Para cualquier comentario o consejo, ya sabes dónde encontrarme.