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En Un polvo desafortunado o porno loco, de Radu Jude, en la parte de curiosidades que hay a mitad de película, se cuenta que el símbolo de la Universidad de Cine allí en Rumanía es el escudo de Medusa. La razón es que consideran que la función del cine es la misma que la del escudo: ser capaces de mirar al horror a través de un reflejo que atenúa su impacto. Creo que esta idea encaja perfectamente con Le dernier souffle, la última película de Costa-Gavras que participa en la sección oficial de San Sebastián. El director, a sus 91 años, habla de manera muy clara sobre la muerte, a través de un centro de cuidados paliativos. Una forma de tratar un tema que nos puede angustiar a todos pero que a través del cine se hace más llevadero, sobre todo porque el tono de la película es bastante sereno y, en muchas ocasiones, hasta reconfortante.

La película empieza con un capricho musical maravilloso. El protagonista está haciéndose un escáner y los sonidos rítmicos de la prueba se usan para incluirlos en la banda sonora con un tema de música electrónica que consigue que la película comience con mucha energía. También es una manera de avisar que el tratamiento de cuestiones relacionadas con los hospitales, la enfermedad y la muerte no va a ser melodramático. Parecería el comienzo audaz de un director emergente y no el de un nonagenario como Costa-Gavras. Eso sí, este atrevimiento va dando paso a un estilo mucho más sobrio, en una película discursiva que está al límite del documental ficcionado. El director plantea la película como una conversación entre dos sabios, el filósofo y el médico, en una tradición tan clásica que nos remonta a la antigua Grecia (citada varias veces en la película), a Los diálogos de Platón.

La película se compone básicamente de dos elementos, muchas veces relacionados. La conversación entre los dos, esta sí, puramente discursiva. Y las anécdotas del hospital que nos van mostrando diferentes manera de afrontar la muerte. No puede tener buen final ninguna de estas situaciones y sin embargo, se consigue dar una imagen de esperanza. La clave es asumir lo inevitable y centrarse en la gestión emocional de ese momento. Es una película en positivo, que se vuelca en la dignidad y pone en valor algo que la medicina puede desdeñar, los cuidados paliativos frente a los curativos. Señala cómo la sociedad actual se centra demasiado en lo productivo, en las soluciones y deja esto de lado.

Por supuesto que esto también es una cuestión de clase, pues mientras en este hospital precioso a las afueras los médicos tienen tiempo de salir a ver un homenaje de motoristas, 7291 ancianos murieron abandonados indignamente en las residencias de Ayuso. Sobre esta cuestión Costa-Gavras no es demasiado incisivo y se limita a poner sobre la mesa el problema de la pirámide poblacional que tenemos en Europa, con cada vez más ancianos. Se centra únicamente en darle la suficiente relevancia a los cuidados paliativos, de lo que se podría desprender que, por tanto, deberían estar cubiertos. Pero no es la lucha de esta película. Quiere ser más introspectiva y con las preguntas al filósofo, apela al propio espectador a que piense sobre cómo quiere que sea su propia muerte. Ya digo que a través del escudo de Medusa.

Cuando el cine tiene el vicio habitual de recrudecer sus historias y volverlas lacrimógenas, es de agradecer que alguien hable del final que nos espera a todos de una manera serena, desde planteamientos filosóficos. También tiene ritmo y resulta amena, a pesar de que por temática podría ser un ladrillo. Aunque no por ello resulta fría pues tiene el acierto de que el personaje protagonista tiene un interés intelectual en el tema de la muerte pero también le atañe en primera persona. En definitiva, como a todos nosotros.

Le dernier souffle (Last Breath)

Media Flipesci:
6.4
Título original:
Le dernier souffle
Director:
Costa-Gavras
Actores:
Charlotte Rampling, Hiam Abbass, Ángela Molina, Karin Viard, Kad Merad, Denis Podalydès, Marilyne Canto