Diego Vasallo en la Sala Club del Teatro Victoria Eugenia
Recogida, oscura y con el cartel de “no hay entradas” colgado muchas horas antes de que comenzara el concierto, la Sala Club del donostiarra Teatro Victoria Eugenia fue un lugar idóneo para el fantástico concierto que ofreció ayer Diego Vasallo. Ese repertorio pide un lugar así, elegante, pequeño y con paredes que han escuchado miles de historias. Si acaso le falta el humo; pero lo cierto es que vivimos mejor con esa ausencia.
Ataviado con traje y chaleco, con la elegancia de un viejo crooner, Diego Vasallo aparece en escena. Sus movimientos son suaves y combinan la timidez con la seguridad. Comienza con la canción Se me olvida, sólo acompañado por Pablo Fernández al teclado. La canción es un como una delicada nana. Suave a pesar de la ronca voz de Diego. Ronca, si; pero mucho menos forzada que en el disco. Allí, en el disco, no termina de parecer natural, cobra demasiado protagonismo, pero aquí, en directo, encaja perfectamente en su sitio. Otorga personalidad a las canciones, refuerza el poderío de las letras y deja fluir a la banda detrás.
Magnífica banda
Una banda que se contiene y expande siguiendo las palpitaciones del pulso de Diego con la percusión, ruda, siempre presente y algunos aportes a las segundas voces que engrandecen las canciones –La madrugada, Así– siempre que aparecen. Sin buscar protagonismo pero alcanzándolo en algunos de los mejores momentos del concierto, como en Ver para no creer. Nos contaba Diego, hace unos días, que al juntarse con estos músicos había recuperado a ilusión por la música y eso se nota.
Diego toca la guitarra en algunas canciones, en otras también la armónica, pero normalmente se enfrenta a las canciones preocupándose sólo de cantar. Repasa su último disco, Baladas para un autorretrato, casi al completo y tiene tiempo de repasar algunos temas de Los abismos cotidianos, Canciones de amor desafinado, Criaturas e, incluso, El Duelo, el EP con el que él y Mikel Erentxun reactivaron Duncan Dhu hace tres años.
Aspereza y suavidad
Sus canciones están teñidas de nostalgia y melancolía. Hay blues, folk, tango, bolero o chançon, pero sobre todo hay un aroma tabernario, con muchos kilómetros de rodaje, con el regusto que dejan las historias contadas con la voz pastosa. Diego lleva todas las canciones a su terreno, más allá del estilo o la procedencia. De hecho Vuelve un poco de lo que perdí es una versión de los Smiths (Please please please let me get what I want) y nadie lo diría.
A pesar de esa bruma de melancolía que empapa las canciones, propia como dice una buena amiga del romanticismo más duro, las canciones de Diego Vasallo no te arrastran al pozo. Son tan livianas, tan ingrávidas, que flotan sobre esa tempestad de derrota y te mantienen a salvo, protegiéndote con suaves caricias ásperas. Como su voz, como sus letras, como sus canciones.
- Se me olvida
- Fe para no creer
- Que todo se pare
- La madrugada
- Collar de lunas
- La vida te lleva por caminos raros
- Cada vez
- Todo lo bueno
- La vida mata
- Canciones que no hablan de amor
- Prometedores naufragios
- Así
- Mapas en el hielo
- Ver para no creer
- Dónde cruza la frontera
- Perlas falsas
- Llora guitarra
- Vuelve un poco de lo que perdí
Diego Vasallo (voz, guitarra acústica y armónica) – Toño López (percusión) – Goyo Chiquito (contrabajo) – Pablo Fernández (teclado, guitarra acústica y ukelele) – Fernando Macaya (guitarra acústica y eléctrica)