Crónica del concierto de Mikel Erentxun en el Kursaal.

Descubrí a Duncan Dhu en 1989, durante unas vacaciones de verano en que mi primo llevó unas cintas -entonces no había cassettes y vinilos, solo cintas y discos- de La Guardia, Los Rebeldes y Duncan Dhu. De aquel verano recuerdo las fresas de Lepe para desayunar, la infructuosa remontada del despistado Perico Delgado y aquellas canciones. Bueno, aquellas y Báilame de María del Monte, porque mi tía también llevó sus cintas. Mi primo me regaló aquellas cintas y las escuché una y otra vez en mi flamante nuevo walkman. Con el tiempo los dos primeros grupos se fueron alejando y convirtiendo en un sonido nostálgico que no creo que haya escuchado a propósito en décadas; pero Duncan Dhu no ha dejado de acompañarme desde entonces.

Con el tiempo descubrí más grupos, más sonidos, más estilos y mi forma de consumir música cambió. Se convirtió en algo más obsesivo, más lleno de referencias y a la vez más exigente (y seguramente algo más prejuicioso también). Muchos grupos que había escuchado hasta entonces fueron pasando al olvido; pero mientras el grunge me hacía estallar la cabeza y descubría el britpop, me enamoré con toda la intensidad de un adolescente al ritmo de A tu lado. No mucho antes de eso me enteré, entre otras cosas, de que Esta luz nunca se apagara, que tanto me gustaba, en realidad era una versión de los Smiths. Vamos, que descubrí de qué fuentes bebían Mikel y Diego. No me importó, simplemente entendí por qué me gustaba su música. Y es que, seguramente, rebuscábamos en los mismos cajones de las tiendas de discos. Así que mientras otros desechaban sus discos por “comerciales” (mientras consumían discos que vendían millones en UK o USA) yo seguía disfrutando de sus canciones y su incuestionable evolución. Siempre en parámetros muy reconocibles y sin aportar una gran revolución, pero evolución al fin y al cabo.

Con estos antecedentes es fácil pensar que el concierto de Mikel Erentxun de ayer me tiene que gustar por su aspecto nostálgico; pero si me gustó fue, precisamente, porque no abusa de esa carta en la manga. No le hace falta. No tiene miedo de arrancar con tres temas –Si te vas, Con el tiempo a favor, Llamas de hielo– publicados en la última década, ni de defender un setlist en el que la mitad de las canciones son de la segunda mitad de su carrera. No convierte su concierto en un karaoke facilón y es capaz de revisar sus éxitos hasta convertirlos, casi, en canciones nuevas. Por ejemplo el aire americano, algo Dylaniano, de Una calle de París o en el cambio de melodía y fraseo de A tu lado. Incluso cuando los cambios no son tan evidentes, las canciones más clásicas se benefician de una voz que no ha perdido tono ni color con los años; pero sí que ha ganado en textura y experiencia.

Por otro lado, el concepto de canciones clásicas es bastante amplio. Los mayores éxitos de Duncan Dhu lo son, claro. Los éxitos de los primeros discos en solitario, también. Pero una canción como Cartas de amor (cuando no hay amor) que se publicó en El corredor de la suerte (su octavo disco en solitario) es desde hece tiempo un clásico que levanta a la gente de sus asientos y transforma a Mikel en un rabioso Johnny Cash que empuña la guitarra como un rifle. O Veneno, una canción publicada en Electrica PKWY, uno de esos discos que el propio artista dice que “se venden poco” -en realidad ni eso, iba de regalo en 24 golpes-, que hace tiempo que no sale del repertorio y se convierte cada concierto en uno de los momentos álgidos de la noche. En esta ocasión lo fue, sin duda, no solo por lo hermoso de la canción y la sentida interpretación en solitario, solo con guitarra y armónica, sino también por el recuerdo a Rafa Berrio, coautor de la misma. No sería la única vez que se acordara de su malogrado amigo, también cuando interpretó otra de las canciones que compusieron juntos, Intacto, sin un Quique González que fue baja de última hora.

No estuvo Quique González; pero sí que estuvieron, Annie B. Sweet y Maika Makowski para acompañar a Mikel en Ángel en llamas y Cicatrices, respectivamente. Dos grandes voces femeninas que sientan estupendamente a las canciones, lo mismo que todas las aportaciones vocales de Marina Iñiesta, una de las guitarras de una magnífica banda de la que hablaremos enseguida. En el otro extremo del espectro vocal está Diego Vasallo, a quien Mikel presentó como “mi hermano”. Compañeros de batallas en Duncan Dhu cantaron juntos ¿Quién se acuerda de ti?, una magnífica composición a la que la personal forma de cantar de Diego le otorga una nueva vida.

Diego Vasallo, suaves caricias ásperas

21/11/2016 - Ricardo Fernández

Fantástico concierto de Diego Vasallo en la Sala Club del Teatro Victoria Eugenia presentando su disco 'Baladas para un autorretrato'. Leer más

Mikel está en plena forma y se ha sabido acompañar de una banda a la altura. Karlos Arancegui (batería), Fernando Neira (bajo), Mikel Azpiroz (teclados) y Rubén Caballero (guitarras) forman parte de la élite musical que nos solemos encontrar encima de un escenario. Marina Iñiesta (guitarras y voz) quizá no es tan conocida, pero con la calidad que tiene no tardará en serlo. Visten de rock americano a las composiciones de siempre de manera compacta y melódica. Son brillantes sosteniendo las canciones en lo más bajo, haciéndolas explotar en fogonazos de rock o añadiéndoles desde el teclado y el bajo el aroma blues de un club de Mississippi.

Decía que a Mikel no le hace abusar de la carta de la nostalgia porque en su caso es un plus y no la base del concierto. La base son las canciones, una cuidada puesta en escena y la actitud. Mikel sabe que el respeto al show empieza desde el cuidado de la estética, que el directo también vive de eso. Le gusta y se gusta, disfruta como un niño que juega a su juego favorito y esa felicidad se contagia entre los presentes. Cuando, tras dos horas de concierto, en el segundo bis ya nadie aguanta sentado es el momento de, entonces sí, dejarse llevar por la nostalgia y cantar todos juntos y a pleno pulmón Cien gaviotas y En algún lugar. Es la forma de darnos un abrazo con alguien que nos acompaña desde hace más de tres décadas.

Setlist
  • Si te vas
  • Con el tiempo a favor
  • Llamas de hielo
  • Rozando la eternidad
  • Mañana
  • Se libre se mía
  • A tu lado
  • Salitre y sudor
  • Esta luz nunca se apagará
  • Veneno
  • De espaldas a mi
  • El hombre que hay en mi
  • Cicatrices
  • Intacto
  • A tientas
  • El mejor de mis días
  • Una calle de París
  • Esos ojos negros
  • Cartas de amor (Cuando no hay amor)
  • ¿Quién se acuerda de ti?
  • Cien gaviotas
  • En algún lugar

Diego Vasallo, perplejo ante el absurdo de la realidad

17/11/2016 - Ricardo Fernández

Con más de 30 años de carrera a sus espaldas, poca presentación puede necesitar Diego Vasallo. Sin embargo en los últimos años ha ido mostrando otras facetas artísticas distintas a las que le dieron la fama. Sobre todo la pintura. Ahora, que vuelve a sacar un disco en solitario, Baladas para un autoretrato (Subterfuge) y un libro […] Leer más