Ricardo FernándezReseña de Jackie
Pablo Larraín, ganador de un Gran Flipesci de Oro por El Club, ha rodado con Jackie su primera película en inglés. Un proyecto ambicioso, encabezado por toda una estrella de Hollywood como es Natalie Portman y abordando a un personaje icónico en la memoria de los estadounidenses como es Jackie Kennedy. Siendo la filmografía de Larraín la que es, nadie esperaba un biopic al uso y, efectivamente Jackie no lo es. Si que es la película de Larraín más accesible a todos los públicos, pero que nadie espere una recreación más o menos realista de los días que rodearon al asesinato de JFK, ni tampoco una hagiografía sobre su viuda. Jackie es una película que reflexiona sobre el personaje, el mito y la importancia del legado. Ese enfrentamiento persona/personaje que, de otra manera más libre y arriesgada, también trató en Neruda.
Así, el legado, ese concepto del que tanto oímos hablar los donostiarras últimamente, es el eje central sobre el que gira el guión de Noah Oppenheim estructurado en torno a las conversaciones que, una semana después del asesinato de su marido, la joven viuda mantiene con un periodista (Billy Crudup) y un sacerdote (John Hurt, en el último papel de su carrera). En esas conversaciones se muestran los sentimientos más profundos de la persona detrás del personaje. En paralelo, y con continuos saltos para atrás en el tiempo, Larraín reconstruye algunos de los momentos más icónicos de aquellos días mezclando imágenes de archivo con nuevas grabaciones, haciendo especial hincapié en la visita guiada por la Casa Blanca que ofreció por televisión el 14 de febrero 1962. Los días felices del Reino de Camelot, mostrados ante la opinión pública con el mismo esmero con el que ahora trata de organizar un funeral a la altura de las expectativas. Una despedida que mantenga alto el legado del mandato de su marido.
En Jackie, Larraín reflexiona, como ya hizo en Neruda, o como hizo Pablo Agüero en Eva no duerme, sobre lo que tienen de ficción los símbolos, distinguiendo ficción de engaño. Lo importante de una leyenda no es tanto que sea cierta como que sea inspiradora. Con los líderes pasa lo mismo. Jackie lo sabe y trabaja para ello. Larraín lo sabe y en su cine, y esta película no es una excepción, hay más atención por lo que se transmite que por el rigor histórico. Es un cineasta, no un biógrafo o un historiador. Él no lo olvida, nosotros lo agradecemos.
La actuación de Natalie Portman, capaz de mostrarse serena y asustada, frágil y arrogante, decidida y perdida, es poliédrica. Es el vehículo perfecto para sumergirse en un guión que habla del dolor, la presión política, el peso de la fama y el miedo al futuro. Una lástima que se vea ligeramente lastrado por un par de momentos más morbosos de lo necesario -como la sangrienta representación del asesinato- y una banda sonora a cargo de Mica Levi que peca de demasiado solemne y abrumadora.
